Agencias / La Voz de Michoacán Estados Unidos. Hay muchas cosas que todavía no se saben de los animales, motivo por lo cual la ciencia continúa realizando sus experimentos con el objetivo de saber más, situación que llevó a un grupo de neurocientíficos a descubrir reacciones nunca antes vistas en su comportamiento, como la agresión y el deseo. La investigación inició hace dos años, cuando Jennifer Li y Drew Robson estaban revisando terabytes de datos de un experimento de cerebro de pez cebra y se encontraron con un puñado de células que parecían ser psíquicas, las cuales se mantenían activas por minutos, lo cual no es usual, pues normalmente reaccionan tan sólo por un par de segundos. Foto: Twitter. Este hecho aumentó las consideraciones de los dos expertos que el estado cerebral interno debía durar más que el estímulo original que lo desencadenó, por lo que empezaron una ardua investigación en torno a reacciones cerebrales en ratones, para comprender el estado interno que producen emociones como la agresión y el deseo en estos animales. Foto: Twitter. En un principio recurrieron a la literatura científica y se percataron de que existen estados internos del cerebro animal que alteran sus comportamientos, pese a que el entorno no haya presentado ningún tipo de cambios. Estas alteraciones son motivadas por neuronas codificadoras, que ayudan a calibrar el estado de ánimo de los animales. El experimento en ratones reveló un grupo particular de neuronas en el hipotálamo, situado en la parte central del cerebro, el cual se activó ante el sentido de alerta, un impulso común en la especie, lo que provocó su miedo cuando los científicos colocaron una rata cerca de los ratones experimentales, los cuales respondieron pegándose a la pared, a lo largo de varios minutos. Este grupo de neuronas permaneció activo durante todo este tiempo. Los especialistas expusieron que cuando el equipo utilizó luz para encender y apagar las neuronas, los ratones volvieron a abrazar la pared, aun cuando las ratas ya no se encontraban ahí. Foto: Twitter. El cerebro de cualquier animal, según estimaciones científicas, es bombardeado con información sobre su entorno por medio de órganos sensitivos como los ojos, los oídos, la nariz o la piel, la que es procesada en la corteza sensorial del cerebro, filtrándose posteriormente en el estado cerebral interno. Eso finalmente genera movimientos que reaccionan a circunstancias específicas, como alejar a una mosca o rastrear un alimento al detectar su olor. Sin embargo, estas reacciones también son posibles sólo con la ayuda del cerebro, “sin entrada sensorial y sin salida conductual”, a través de los sueños o los recuerdos, detallaron los investigadores. “Solíamos pensar en los animales como una especie de máquinas de respuesta a estímulos”, opinó Anne Churchland, neurocientífica del Laboratorio Cold Spring Harbor en Nueva York, "ahora estamos empezando a darnos cuenta de que se están generando todo tipo de cosas realmente interesantes dentro de sus cerebros que cambian la forma en que se procesan las entradas sensoriales y, por lo tanto, cambia la salida de comportamiento de los animales". Entre las nuevas herramientas que auxilian al estudio del comportamiento animal, se encuentran monitores de comportamiento automáticos, que capturan en videos las reacciones de los animales, durante horas y analizan cada movimiento, que serán alineados con grabaciones neuronales para contrastar la actividad cerebral con sus reacciones en momentos específicos. Los neurocientíficos que desean comprender el lenguaje de codificación del cerebro han estudiado convencionalmente cómo sus redes de células responden a la información sensorial y cómo generan comportamientos, como el movimiento o el habla. Pero no pudieron mirar en detalle la parte importante en el medio: las grandes cantidades de actividad neuronal que ocultan patrones que representan el estado de ánimo o los deseos del animal, y que lo ayudan a calibrar su comportamiento. Incluso hace unos pocos años, medir las actividades de redes específicas que subyacen a los estados internos del cerebro era imposible. Con información de Nature.com