El signo temprano de demencia que se confunde con el COVID-19

La gran mayoría de los que no habían logrado reconocer ningún olor fueron diagnosticados con esta afección cinco años después de realizarse la prueba inicial.

Foto: Twitter

Agencias / La Voz de Michoacán

EUA. Llevamos meses hablando de la anosmia y el Covid-19, y eso hace que nos alarmemos ante la más mínima sospecha, pero la pérdida de olfato también se asocia a otras enfermedades. Por ejemplo, existe un fuerte vínculo entre el deterioro olfativo y la demencia. 

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Según la ciencia, perder el sentido del olfato es un fuerte indicador de "daño significativo" . Así lo ha probado una revisión de un estudio publicado en 2017 el Journal of the American Geriatrics Society.

Cinco años después del estudio inicial, en el que los participantes (2.906 hombres y mujeres de entre 57 y 85 años) tuvieron que identificar cinco aromas (menta, pescado, naranja, rosa y cuero), el equipo de investigación descubrió que aquellos que no pudieron identificar al menos 4 de los 5 olores tenían más del doble de probabilidades de haber desarrollado demencia durante ese tiempo.

El examen consistió en un reconocimiento sensorial, con una herramienta conocida como ‘Sniffin’ Sticks’. Se trata de un dispositivo similar a un bolígrafo con punta de fieltro que, en lugar de tinta, se carga con aromas. Un trabajo de seguimiento que ha dados sus frutos y que arroja datos importantes como estos:

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  • La gran mayoría de los que no habían logrado reconocer ningún olor fueron diagnosticados con esta afección cinco años después de realizarse la prueba inicial. 
  • El 80 por ciento de los que aportaron hasta dos respuestas correctas también desarrollaron la enfermedad, advirtiéndose así una relación entre el grado de disminución del sentido del olfato y la incidencia de esta patología.

"Estos resultados muestran que el sentido del olfato está estrechamente relacionado con la función y la salud del cerebro", explica Jayant M. Pinto, profesor de cirugía en la Universidad de Chicago (Illinois) y autor principal del estudio.De hecho, el deterioro de este sentido es una señal significativa de que algo no marcha bien en el organismo y de que se ha producido un daño sustancial.

"Creemos que una disminución en la capacidad de oler, específicamente, pero también en la función sensorial en general, puede ser un signo temprano importante, que marca a las personas con un mayor riesgo de demencia", cuenta en Medical News Today.

Marta K. McClintock, coautora de la investigación y profesora de Psicología del Servicio David Lee Shillinglaw de la Universidad de Chicago, señala que "el sistema olfativo cuenta además con células madre que se autorregeneran. Por ello, un descenso en esta facultad sensorial puede indicar una pérdida en la habilidad del cerebro para reconstruir algunos componentes clave que están mermando con la edad, dando lugar a los cambios patológicos de diferentes tipos de demencia".

Por tanto, esta prueba de olores podría ser una técnica rápida y económica para identificar a aquellos que son propensos a padecer esta enfermedad. Algo que supondría un gran avance en el esfuerzo por frenar el deterioro cognitivo progresivo y diagnosticar de forma precoz a los afectados.

Pero empecemos por el principio, cuando hablamos de demencia, la mayoría de nosotros pensamos en esos primeros casos de pérdida de memoria reconocible: faltar a una cita médica, olvidar el nombre de alguien, perder las llaves del coche o no saber dónde lo hemos aparcado... 

Sin embargo, la demencia tiene síntomas tempranos que no tienen nada que ver con la memoria, lo que podría indicar un problema. Los cambios sutiles de comportamiento como experimentar cambios en el apetito o tener ciertos antojos, desarrollar hábitos compulsivos, tener enfermedad periodontal o de las encías, participar en comportamientos de riesgo sin inhibición y caerse con más frecuencia, pueden ser síntomas tempranos de la enfermedad de Alzheimer. Incluso acaparar o acumular cosas sin sentido, y robar en tiendas podrían ser señales de alarma.

Además (aquí es donde cobra relevancia el estudio mencionado), es posible que aparezca una dificultad repentina para oler y distinguir entre ciertos aromas. Más en concreto, según reveló otro trabajo anterior, los pacientes de Alzheimer no solo tienen dificultades para identificar el olor, sino que tienen un déficit olfativo en la fosa nasal izquierda en comparación con la derecha. 

Los investigadores creen que esto sugiere un deterioro en la corteza olfativa en el hemisferio izquierdo del cerebro, un área responsable de funciones como el lenguaje y el cálculo.

No obstante, aunque la anosmia puede ser una pieza crucial en el proceso de rompecabezas que supone un diagnóstico de Alzheimer, hay que comprobar si hay otras señales que lo confirmen. La primera que se nos viene a la mente es la pérdida de memoria, pero como sabes este no es el único signo de demencia; muchas personas pueden experimentarlo sin tener demencia. Y ¡ojo! porque la demencia no es una parte normal del envejecimiento, aunque es mucho más común en las personas mayores. Para ser diagnosticado con demencia, una persona debe mostrar deterioro en dos o más funciones mentales centrales, de las cuales la memoria puede ser una.

Y también es importante señalar que existen otras causas posibles para el deterioro olfativo más allá de la demencia, especialmente en ausencia de otros síntomas cognitivos. Por ejemplo, se sabe que las infecciones de los senos nasales, los pólipos nasales, el COVID-19 , la enfermedad de Parkinson, las alergias, los efectos secundarios de ciertos medicamentos y factores ambientales también causan anosmia. 

Por tanto, no deberías dar nada por sentado si notas un cambio en tu capacidad para oler. Contacta cuanto antes con un médico para que pueda valorarte y realizar las pruebas necesarias para ir sobre seguro y resolver el problema de la mejor manera posible.

Según los otorrinos, "a la pérdida de olfato no se le ha dado tanta importancia como ocurre con la vista o el oído, pero el hecho de que las células detectoras de los olores se conecten con el bulbo olfatorio en la base del cerebro hacen que este sea el único nervio craneal que está expuesto al medio ambiente de forma directa. Esto indica una exposición potencial del sistema nervioso central a peligros ambientales como la contaminación o los patógenos".

Y no sólo eso, existe la posibilidad de que perder el olfato tenga un impacto sustancial en el estilo de vida y el bienestar, ya que influye en la nutrición y la salud mental, apuntan desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL). Es decir, no poder oler supone no saber si un alimento está o no estropeado o no detectar el humo de un incendio, entre otros problemas del día a día. Incluso, puede llevar a padecer trastornos como la depresión.

Todo esto se puede evitar con una sencilla prueba del olfato que podría proporcionar -de una forma rápida y económica- información relevante y ayudar a "identificar a aquellos que ya están en alto riesgo", concluyen los expertos.