No hay mal que por bien no venga: Lo que habremos aprendido al final de la pandemia

La industria, el comercio, el turismo, la educación, el entretenimiento mundial dieron un alto para enfrentar a un enemigo microscópico del que sabemos poco.

Foto: Internet

Agencias/La Voz de Michoacán
Nos llegó la hora de enfrentar un mundo distópico en el que millones de ciudadanos estamos confinados en nuestras casas para no caer en las estadísticas rojas de la pandemia del COVID-19.

El reloj se detiene y, en la calle solitaria, todos los días parecen el amanecer de un domingo. Al niño travieso que fantaseaba con una hecatombe para no entregar la tarea se le cumplió su deseo y ahora añora regresar a su desgastado pupitre a escuchar a su maestra.

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La industria, el comercio, el turismo, la educación, el entretenimiento mundial dieron un alto para enfrentar a un enemigo microscópico del que sabemos poco.

En este momento en que se derrumbaron todas las certezas nos preguntamos: ¿Habrá un antes y un después en nuestras vidas cuando pase esta crisis? ¿Seremos capaces de reinventarnos como comunidad?

La era del saber

Uno de los primeros en identificar cambios sociales producto de esta situación inédita fue el escritor español Antonio Muñoz Molina al afirmar que hemos llegado a la era del conocimiento.

"Por primera vez desde que tenemos memoria las voces que prevalecen en la vida pública española son las de personas que saben; por primera vez asistimos a la abierta celebración del conocimiento y de la experiencia, y al protagonismo merecido y hasta ahora inédito de esos profesionales de campos diversos cuya mezcla de máxima cualificación y de coraje civil sostiene siempre el mecanismo complicado de la entera vida social", dijo Muñoz Molina en un artículo de opinión en el diario El País.

Los charlatanes de oficio han sido reemplazados por científicos. La especulación y la palabrería perdieron valor ante la urgencia de comprender hechos, datos, acciones que marquen la diferencia entre la vida y la muerte.

Un virus resucitó una realidad que había desaparecido "en un torbellino de burbujas privadas, dentro de las cuales cada uno, con la ayuda de una pantalla de móvil, elaboraba su propia realidad a medida, su propio universo cuyo protagonista y cuyo centro era él mismo, ella misma".

Para Muñoz Molina, ahora adquiere relevancia el saber y la experiencia "que es el conocimiento más profundo que solo se obtiene con el tiempo y la práctica".

Recrimina la ceguera y la banalidad, y dibuja un panorama optimista que coloca al saber cómo el protagonista del mundo que nacerá de la catástrofe.

"Nos ha hecho falta una calamidad como la que ahora estamos sufriendo para descubrir de golpe el valor, la urgencia, la importancia suprema del conocimiento sólido y preciso, para esforzarnos en separar los hechos de los bulos y de la fantasmagoría y distinguir con nitidez inmediata las voces de las personas que saben de verdad, las que merecen nuestra admiración y nuestra gratitud por su heroísmo de servidores públicos". 

El valor de la seriedad

Otros autores coincidieron con Muñoz Molina en que de las cenizas que deje el COVID-19 emergerá el respeto por la sabiduría, la cooperación y el respeto, en un trabajo publicado por Politico.

Tom Nichols, profesor del U.S. Naval War College, dijo que Estados Unidos se había convertido en un país poco serio. Ese irresponsabilidad y desenfado social es un lujo "que permite la paz, la riqueza y los altos niveles de consumo tecnológico".