Pintura de José del Castillo vivió a la sombra de sus contemporáneos

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Foto: Agencias. Colección de pinturas conservadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Notimex / La Voz de Michoacán

Ciudad de México. Considerado por la historiografía contemporánea como uno de los mayores exponentes de la pintura de la segunda mitad del siglo XVIII, el pintor español José del Castillo, es recordado este 14 de octubre a 280 años de su nacimiento.

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Nació el 13 de octubre de 1737 en Madrid, España. Comenzó sus estudios con el pintor José Romero y consiguió la protección de José de Carvajal y Lancaster, primer ministro del rey Fernando VI, quien le otorgó una beca para estudiar en Roma, Italia por sus méritos como aprendiz.

En Italia estudió en el taller del pintor italiano Corrado Giaquinto, afamado en aquellos años, de quien aprendió los modelos barrocos y rococó que ejecutó con gran destreza, señala el portal electrónico "arteciticas.com".

En 1753 se instaló en Madrid, junto a su maestro italiano Giaquinto, quien en ese año fue nombrado "Pintor de cámara" de Fernando VI de España y director de la Academia de San Fernando, donde Del Castillo participó con éxito en los certámenes.

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De acuerdo con el portal electrónico del Museo del Prado, como becario de la recién creada Academia de San Fernando, regresó a Roma entre 1757 a 1764, época a la que pertenece el “Cuaderno de Italia”, integrado por apuntes de lo visto y creado en esos años.

Al concluir su formación académica en la ciudad italiana, regresó a su natal España con el sueño y esperanza de ser nombrado “Pintor de cámara” durante la asunción de Carlos III, sin embargo el puesto fue asumido por el pintor Antón Rafael Mengs apadrinado por la Reina María Amalia de Sajonia, por ser uno de los más prestigiosos ejecutantes del nuevo estilo neoclasicista, el cuál ella cultivaba.

Luego de aquel fracaso, se incorporó a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, lugar en el que realizó cartones, al principio imitando el estilo de composiciones de Luca Giordano y Giaquinto.

Tiempo después, comenzó a crear invenciones propias con cacerías y asuntos populares, inspirados en la vida cotidiana madrileña, entre ellos muchos de tema infantil, caracterizadas por elegantes figuras pintadas con colores brillantes que ocupaban paisajes idealizados, los cuales estilísticamente recordaban los primeros cartones de Francisco de ­Goya.

Según un artículo de investigación de la Universidad de Sevilla, fue un excelente imitador de Luca Giordano, razón por la que se encargó de copiar muchas de las composiciones del pintor napolitano de la colección real, y lo cual le bastó para en 1777 encargarse junto a Andrés de la Calleja de la restauración de los frescos del Casón del Buen Retiro.