De Asia a América Latina: cómo la Generación Z se rebeló en las calles contra el orden establecido

Los manifestantes, una generación que ha crecido con las redes sociales, hicieron uso de ellas para coordinar protestas masivas y descentralizadas

Efe / La Voz de Michoacán

Bangkok. De Nepal a Perú, jóvenes de la llamada ‘Generación Z’ tomaron las calles en varios países en 2025 para denunciar la corrupción y la desigualdad, una oleada de protestas en países que, aunque lejanos, fueron sacudidos por el mismo ímpetu contra el orden establecido, llegando a derribar Gobiernos.

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Los manifestantes, una generación que ha crecido con las redes sociales, hicieron uso de ellas para coordinar protestas masivas y descentralizadas que pusieron fin al mandato del líder comunista K P Sharma Oli en Nepal, tumbaron privilegios salariales a los diputados de Indonesia y sacaron de la presidencia a Dina Boluarte en Perú.

Katmandú ardió

Nacida del rechazo al nepotismo y la falta de oportunidades, la revuelta nepalí de septiembre se organizó al margen de los partidos tradicionales y su convocatoria fue amplificada a través de espacios como TikTok y Discord, una fórmula repetida en naciones tan lejanas como México o Marruecos.

Katmandú ardió cuando miles de jóvenes tomaron las calles y transformaron una protesta digital en una revuelta real que derribó al Gobierno en 24 horas y calcinó los principales símbolos del poder, entre ellos el Parlamento y la residencia presidencial.

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Las movilizaciones dejaron más de 70 muertos y pérdidas económicas millonarias, y allanaron el camino para la llegada de la ex jueza del Tribunal Supremo Sushila Karki a la jefatura interina del Ejecutivo, mientras el país se prepara para las elecciones del 5 de marzo de 2026.

Eco en Asia

Casi en paralelo, miles de estudiantes protestaron en varias ciudades de Indonesia, tras conocerse que los diputados pasarían a percibir salarios mensuales de hasta 14.000 dólares, mientras la mayoría de trabajadores cobran alrededor del 3 % de ese monto.

Tras disturbios que se extendieron durante dos semanas y que dejaron al menos 10 muertos y decenas de detenidos, el presidente indonesio, el exmilitar Prabowo Subianto, revocó varios privilegios de los diputados.

Entretanto, universitarios vestidos de negro protagonizaron protestas callejeras en Filipinas contra la corrupción, después de que se confirmara la malversación de dinero público en proyectos de gestión de desastres naturales que no se materializaron o que fueron acabados con profundas deficiencias.

Los estudiantes impulsaron una oleada de manifestaciones que siguió creciendo durante semanas sin enfrentamientos con la Policía, mientras las investigaciones avanzaron y dejan hasta ahora una decena de detenciones y señalamientos contra altos funcionarios del Gobierno.

El furor joven contra el dispendio y el lujo de la clase gobernante llegó también al vecino y depauperado Timor Oriental, la nación más joven del Sudeste Asiático.

Relato compartido con África

Las denuncias de la Generación Z acabaron en un golpe de Estado en Madagascar, donde una poderosa unidad de élite militar tomó el poder en octubre, secundando las demandas de los jóvenes que llevaban semanas en las calles, en refriegas que dejaron 22 muertos y cientos de heridos.

El malestar por los cortes eléctricos y la falta de agua fue el punto de partida para las protestas que terminaron señalando de nepotismo y corrupción sistemática al presidente Andry Rajoelina, quien acabó exiliándose.

La ola juvenil de manifestaciones también llegó a Marruecos, donde al menos tres personas murieron y decenas fueron detenidas por actos de violencia vinculados con reclamos callejeros que llegaron al rey Mohamed VI.

El monarca, sin referirse de manera directa a las manifestaciones, pidió al Gobierno acelerar las reformas relacionadas con la enseñanza y la sanidad, así como la creación de oportunidades de empleo para los jóvenes y acabar con las desigualdades, los principales reclamos de los marroquíes veinteañeros.

Réplicas en Latinoamérica

Inspirados por otros países, los jóvenes de Perú se lanzaron a las calles para denunciar el aumento de la inseguridad y del crimen organizado, lo que llevó a la destitución de Boluarte en octubre (2022-2025) al perder el apoyo de las fuerzas conservadoras que controlan el Congreso, las mismas que pusieron en su lugar, de manera interina, al derechista José Jerí.

Con Jerí, las movilizaciones continuaron pero se apagaron pronto por la fuerte represión, que incluyó policías encubiertos entre los manifestantes.

También con consignas antigubernamentales, miles de nativos digitales -acompañados por mileniales y mayores- han protagonizado en México varias movilizaciones callejeras, algunas de ellas disuadidas con cargas policiales.

Esto provocó que la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, pidiese en noviembre a la Fiscalía investigar a un «grupo muy violento» vinculado con estos reclamos, y tachó de falsa la idea de que jóvenes están contra «la transformación» que impulsa su Gobierno.

El movimiento, que dice no tener vinculación partidista, publicó un documento en el que exige mayor representación popular en el Congreso, combatir la corrupción y el fortalecimiento de la seguridad local con supervisión ciudadana para hacer frente a la criminalidad.