Kali Ferreyra: el renacimiento de un ave

La artista visual y diseñadora revitaliza actualmente su quehacer creativo en el arte-objeto

Víctor E. Rodríguez Méndez

Hace poco menos de seis meses que la vida de Kali Ferreyra empezó a retomar un cauce importante. Empezó a reinventarse, a reconectar con su oficio, con los objetos y, en general, con las personas a todos los niveles. Se trata de una especie de renacimiento, según dice, como un regalo de la vida después de una dura situación física que le tocó enfrentar por varios años. “Ahora el tiempo lo estoy viviendo con una óptica muy diferente”, asegura la diseñadora, artista visual y pionera del arte-objeto de la ciudad de Morelia, de donde es oriunda.

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Kali Ferreyra vive el presente revitalizando su quehacer creativo ligado a un tipo de expresión artística que desafía las convenciones tradicionales al utilizar elementos de la vida cotidiana para crear obras sorprendentes; dar nueva vida a los objetos y transmitir mensajes a través de ellos, que puede ser tan simple y complejo a la vez. Inserta en su nueva dinámica, Kali ha reorganizado su taller y para esta entrevista nos hace un repaso de buena parte de sus obras de antaño, mismas que ha trabajado de manera individual y en colaboración con gente diversa, así como con diversos materiales, técnicas, estilos y géneros del diseño y del arte-objeto.

La artista reconoce que al mirar atrás hubo un tiempo con bastante turbulencia y desesperanza. “No tenía claridad”, señala. “Hoy vivo el presente con mucha fuerza. Me veo con una nueva oportunidad, en una nueva frecuencia, viviendo el día a día con la mejor actitud y valorando todo lo que hay y todo lo que he sembrado. Porque veo una cosecha y agradezco muchísimo la posibilidad de este replanteamiento de la vida y una nueva posibilidad de producir una serie que hablará de algo muy íntimo y de muchos años”.

Nos comparte que disfruta con mucho entusiasmo el reencuentro con sus objetos preciados, esos que en cuyo arte une la representación y el utilitarismo para una nueva reconceptualización con la que busca, diría ella, que la calidad y la sorpresa del espectador sean compatibles en un mismo sistema de emociones. ¿Cómo es ese reencuentro ahora? ¿Dónde encuentra esos objetos? ¿Cómo llegan a ella en esta nueva etapa artística y personal? Todo se ha dado con mucha sorpresa, reconoce la también egresada de la licenciatura en artes visuales para la expresión plástica en la Universidad de Guadalajara. Antes ha dicho al respecto: “Estoy rodeada de arte-objeto. A través de ellos altero, como parte de mi oficio, su uso habitual y la perspectiva común”.

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Hoy día, Kali trabaja con los objetos que ha atesorado desde hace varios años en varias repisas; piezas que en algún momento le llamaron la atención y ahora cobran mucho sentido, según su sentir. Su mirada apunta hacia esos objetos, aunque con una nueva disposición de ánimo e intenciones. “¿Por qué había cortado esas alas?”, se pregunta al ver uno de los objetos en especial. Y se responde a sí misma: “¡Claro, pues son alas que no han volado! Me vi y según yo había volado, pero en realidad es que estoy encontrando apenas la posibilidad de sentirme libre, pero de adentro, no de afuera, que hay una gran diferencia en ello”.

El reencuentro

En su mesa de trabajo casi al fondo del estudio reposan algunos objetos, dispuestos con mucho orden y señalados cada uno con papelitos que guardan un mensaje muy personal para la diseñadora. Son nuevas piezas que se empiezan a delinear y resignificar, y Kali las trabaja reposadamente, sin prisas. La pregunta es inevitable: ¿qué historia están contando ahora esos objetos? “Hablan de un reencuentro”, responde de inmediato. “Hablan de la satisfacción de sentirme satisfecha conmigo y con el otro. Veo que siempre hay mayor profundidad de los temas”.

Una obra en proceso la sitúa metafóricamente en una cajita: es su propio personaje, una niña mirando en medio de la naturaleza y un ave pequeña afuera. “Es una escena que viví en un viaje con eventos muy místicos y mucho silencio como introspección. Así pude llegar a sentirme tan vulnerable y tan frágil como un pajarito”, asegura. La obra, entonces, ya la “entendió” ahora, añade, “basada en un texto de Víctor Hugo que habla de que a veces en la vida nos damos la oportunidad de sentirnos como el pajarito que se posa en una frágil rama que sabe que se va a romper, y que, sin embargo, sabe que tiene alas para volar. Yo en el fondo estaba viendo la inmensidad y conocía por dentro mi potencial, pero no era momento de estar a toda velocidad y con todo lo que se requiere para producir. Ahora la miro y digo: todas las veces que me pueda sentir vulnerable, claro, sí, ¿por qué no?”.

Por su trayectoria de hace más de tres décadas, a Kali Ferreira se la vincula con diferentes disciplinas, materiales y técnicas, además de que ha compartido su quehacer con personas dedicadas a la artesanía, el diseño industrial y gráfico, el arte multidisciplinario, la poesía, la arquitectura, la fotografía, la encuadernación, la impresión y la ebanistería.

Por ello, le encanta ver en su trabajo la matemática, la mezcla de disciplinas, la obsesión por la meticulosidad. Hoy se ve distinta a su etapa inicial, con un nuevo enfoque. “Pienso que estoy madurando. De hecho, por primera vez estoy asumiéndome como artista visual, reconciliándome con mi oficio y mi manera de hacer las cosas, creyendo en lo que hago. Pienso que por eso el trabajo que estoy haciendo se siente más personal, más íntimo, más ligado al pensamiento y a la observación; aquello [señala sus trabajos anteriores] es mucho diseño multidisciplinario, en que hay muchas cabezas y corazones”.

Y se refiere concretamente a Juan García Tapia, Luis Hernández, Carlos Nieves, Edmundo Rodríguez, Itzel Orozco, Rodrigo Pantoja, Ana Soler, Mario Vázquez, Rosana Quiroz, Jesús Galdámez, Juan Carlos Acevedo, Raúl Calderón, Carlos Villaseñor, Neftalí Coria, Mauricio Martínez, Celeste Jaime. La lista es larga: Fernando y Francisco González, Imprenta Tavera, Cinthia Martínez, Eduardo Ceballos, Hugo Soto, El Rayo, don Jorge Flores Suari, Isaac Vargas, Gerardo Ortiz y Marina Villalobos.

“A todas esas personas les estoy sumamente agradecida por lo que en un momento hicimos juntos”, apunta.

Pausa y tranquilidad

El trabajo actual de la artista y diseñadora se da con mucha pausa con mucha tranquilidad, producto de sus propias notas y de sus propias conclusiones. “Seguramente en algún momento integraré a algunas personas para resolver algunos temas como son las instalaciones, es decir, obras que se van a ampliar de tamaño. Estamos hablando de que puede llegar a ser una muy buena producción”.

Con esta nueva perspectiva, agrega, “estoy entendiendo muchas cosas y las estoy aceptando, sobre todo esa parte de la fragilidad, y me conmueve mucho verme”. A propósito de una obra en proceso en la que resignifica un collar de perlas en un capullo, Kali pugna por “la libertad de pensamiento, libertad de lo adoptado, de lo que no es mío. Se agradece todo, por supuesto, pero creo que en un momento dado hay que reinventarse y cuestionar lo que venimos cargando y no debe ser; hay que aligerar la carga, porque finalmente muy adentro está el ser que nació y lo hemos ido etiquetando, pero es uno solo y en el entorno”.

Le pedimos que nos muestre una de las frases que con un papel tiene seleccionados sus objetos a trabajar como una línea de ruta llena de reflexiones. Reaprender a mirarme, se lee en uno de ellos. “Es cómo me he mirado toda mi vida hasta este momento; me miraba de manera sesgada y hoy más bien veo un espejo que voy a hacer como un rompecabezas, porque cuesta mucho integrar la información para saber realmente por qué soy así. Ahora, en estos días, me dije: éste es el espejo para verme completa y satisfecha, con todo lo que soy, con todos mis lados oscuros, el lado gris, el lado azul, todo, pues”.

Es notorio que la carga significativa de lo que proyecta en la actualidad va más allá de una filosofía en particular. “Creo que es libertad”, dice Kali, “porque eso es lo que necesitamos: poder decir las cosas, soltarlas, porque de repente se vuelven una carga pesada”.

Precisamente, una vez pasado el vértigo de un proceso difícil y reencauzando su quehacer artístico, la diseñadora se permite una nueva reflexión sobre el arte-objeto: “No soy nada académica; si me voy por ahí mi mente se empieza a hacer muy técnica y quiero entenderla. Esta vez voy por lo que siento, con mi propia estética y mi experiencia. Me encanta el objeto encontrado, su recontextualización. Amo los procesos industriales, las mil maneras de diseños que puede haber, y yo tomo uno para saber para qué sirve, mirando con más detenimiento, volver a usar el objeto, pero con otra perspectiva. A mí me eso es lo que me encanta. No me voy a salir del ensamblaje y lo que para mí representa: el rompecabezas, las uniones, las conjunciones y los materiales que se integran, que se hablan entre sí, que se empatan eso es lo que amo”.

Su obra en ciernes es entonces una maquetación, literalmente, nos dice Kali. “Algunas obras van muy avanzadas, pero todavía les falta. Poco a poco he ido sacando más; ahora tengo mis apuntes y se está moviendo muy rápido, porque volví a sentir la pasión por darle continuidad a este trabajo, por el sueño de volver a exponer, aunque más que exponer es el sueño de comunicar y expresar”.

Para cerrar la entrevista le pedimos a Kali que defina en una sola expresión cómo vive este momento de su nuevo proceso. Se lo piensa algunos momentos. Luego, responde con firmeza: “Más profundo”. Y sonríe.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.