Tait, Tejiendo la palabra de las mujeres en Michoacán

Los diferentes maternajes visitados por Guadalupe Nettel

Foto: www.anagrama-ed.es

Adriana Sáenz Valadez

Con mi madre

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Ya que en mayo se festeja el día de la madre en muchos países, este texto reconoce a todas las que han labrado caminos que revitalizan críticamente las labores de cuidados. Por ello escribo sobre La hija única, ficción que narra, sin culpas y normas, varias formas de ejercer el maternaje. La novela, publicada por Anagrama años, es el texto por el que la autora es una de las semifinalistas del Premio Booker Internacional.

Cuando las mujeres se juntan para tejer, se narran historias. En esta polifonía, hay anécdotas, dolores, soluciones, recomendaciones. En conjunto, se abrazan historias, se acuerpan, se construyen relatos que, al contarse, se vuelven a vivir y, al revivirse, configuran horizontes. La novela consta de varias tardes de tejido. Las voces relatan vivencias narradas desde la pregunta y la reconfiguración, posibilidad que otorga la vejez, y el reaprender. Diversas versiones del maternaje, todas abiertas a la experiencia, sin dar interpretaciones prototípicas o finales.

La diégesis está ubicada en la actual CdMx. En el transcurrir de las calles, entre las manifestaciones y las casas, aparecen injusticias, feminicidios. Como claroscuros, está la presencia de los grupos feministas, horizontes de posibilidad que brindan espacios de convivencia, reconfiguraciones, acuerpamiento para recomenzar. Entre los árboles, los cafés, los departamentos contiguos, aparecen historias que la narradora va tejiendo. Entre agujas, el hilo de los hechos va formando el cuerpo narrativo, que aparece como un telar de colores, imagen que trasluce diferentes relatos sobre la vida y el maternaje.

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Las historias son las vidas de seis mujeres. Cinco, ejercen el maternaje en diferentes formatos. Se presentan personajes que, en la mayoría de los casos, divisan una influencia del pensamiento feminista. A través de Laura, conocemos las vidas de las otras. Ella estudia un doctorado en Literatura. Vive en un departamento pequeño, donde las paredes clarean, a través de los sonidos, la vida de su vecina Doris y su hijo. Desde este escuchar y actuar, Laura ejerce su labor de cuidados hacia el niño.

Alma, amiga de Laura, Inés, su hija, y Aurelio, su pareja, son el vínculo que enlaza las demás historias. En el octavo mes de embarazo, los padres reciben la noticia de que su hija está enferma y que no sobrevivirá al parto. Pero lo hace, aunque debe vivir rodeada de cuidados. A través de esta historia, conocemos la versión médica sobre estas vidas y la manera que estos padres eligen para vivir la experiencia. Asumiendo que las vidas de todos los integrantes de la familia son importantes, van presentándose seres con dudas, anhelos propios, preguntas y decisiones sobre su futuro y sus trabajos. Padres, sí, pero también seres con deseo, dadores de ternura y procuradores de cuidados, que se asumen en construcción; en ello, la reflexión, el perdón y el aprendizaje en el devenir.

Doris es una mujer viuda, víctima de un matrimonio violento que la lleva a dejar su carrera de cantante. Poco a poco va abandonando sus deseos y a su hijo, quien, réplica de la violencia que ha vivido de parte del padre, se comporta de forma agresiva con ella. Ante los gritos, golpes y agresiones de cada día, Doris se va diluyendo y vaciando. Al final del relato, la historia vira y delinea caminos más lúdicos.

Marlene es niñera de Inés. Como no puede vivir la maternidad, cuida niños. Así es como llega a la vida de Inés y a formar parte de la tribu que brinda cuidados a la bebé. Su vida es la de una mujer que siembra maternaje y cosecha una tribu de afecto, donde el cambio y el devenir serán parte medular.

Finalmente, la mamá de Laura. Una mujer madura a quien la hija le reclama el maternaje patriarcal que ejerció. Ella calla y asiste a la Colmena, espacio feminista donde encuentra lecturas que le permiten explicarse en el sistema. Así, puede ejercer una nueva experiencia: con la ruta desdibujada, pero coreada por las letras que describen otros horizontes (donde el devenir del perdón al sí mismo es parte del día a día), acomoda su silla para compartir la tarde con quienes asisten a la Colmena.

Es una lectura que dibuja perspectivas, cambios y encuentros.

Adriana Sáenz es doctora en Humanidades, trabaja en la Facultad de Filosofía de la UMSNH y usa toda trinchera para desestabilizar las opresiones: desde la academia, la calle, el pensamiento, el amor, la escritura, la irreverencia.