Limpian y cuidan casas ajenas, pero la mayoría de las 78 mil trabajadoras domésticas vive al día

Problemas de género, edad, culturales y étnicos enfrentan los trabajadores domésticos, un sector que sigue sin recibir los apoyos que se necesitan y cuya situación empeoró con la pandemia.

Foto: Tomada de Internet.

Maricruz Rios / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Cecilia es una señora con más de 55 años, la mayor parte de su vida la ha dedicado en labores de limpieza en casas ajenas, algunas veces incluso cocinando. Desde la pandemia ha dejado de trabajar por las mismas medidas de contingencia sanitaria, y aunque la persona a la cual apoyaba no ha dejado de ver por ella, señala que en su familia las cosas se han puesto muy complicadas con despidos y muchos gastos. Le urge regresar a trabajar y hacer horas extra para ir saliendo al paso.

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En Michoacán hay más de 78 mil trabajadores domésticos remunerados, de los cuales, el 97 por ciento corresponde a mujeres, como la señora Cecilia. Se trata de un sector laboral en una situación precaria, pues las tres cuartas partes de las personas ocupadas en esta labor carecen de prestaciones de algún tipo y buena parte de quienes las tienen es por arreglos con la misma familia o empleador a quien apoyan.

La estadística presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) refiere que casi la mitad de las y los trabajadores domésticos asegura no recibir más de un salario mínimo por su jornada, que puede ser de 4 y hasta 12 horas diarias. En muchísimos casos, el tema del aumento al sueldo mínimo, impulsado y presumido por la Federación como un logro de su administración, no se ha reflejado en su día a día, al ser un rubro sobre el cual se tiene poco o nulo control o la mínima estrategia de revisión para mejorar las condiciones sociales de quienes a esta labor se dedican.

Foto: Tomada de Internet.

A esto se le suma que buena parte de la población ocupada tiene una escolaridad mínima, por ejemplo, el 76.8 por ciento de las mujeres del ramo no estudió más allá de la secundaria, mientras que el 6.7 ni siquiera cursó la primaria. Es también un tema de sectores vulnerables, ya sea por género, edad y hasta grupos étnicos, pues miles de mujeres, hombres mayores de 60 años e indígenas se desempeñan como trabajadores domésticos sin prestaciones que velen por su salud o integridad.

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Sin prestaciones ni seguridad social

En pleno Día Internacional del Trabajo Doméstico, que se conmemora cada 22 de julio desde 1983, resalta que esta desprotección, para una labor ejercida mayoritariamente por mujeres y hombres ya en condiciones de vulnerabilidad, se mantiene como una problemática perenne que no se ha podido abatir de forma importante ni siquiera con los programas de afiliación para esta modalidad por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Las acciones que realizan, en este caso principalmente mujeres, tienen que ver con la limpieza de las viviendas, entre ellas lavado y planchado, así como el cuidado de niños, adultos mayores o pacientes en casa que padecen alguna enfermedad. También se incluyen aquí encargos de vigilancia y jardinería, aunque la proporción es menor.

El acceso a prestaciones laborales resulta un elemento importante en la formalización del trabajo doméstico remunerado, destaca el INEGI. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en su corte más reciente, refleja que el 73.8 por ciento de las personas que realiza trabajo doméstico remunerado no cuenta con prestaciones laborales, situación mayormente presente en las mujeres, pues 75 por ciento de ellas no tiene ninguna prestación, en tanto que para los hombres la estadística es del 64.9 por ciento.

Foto: Tomada de Internet.

En aquellos casos donde se tiene acceso a algún tipo de prestación laboral, en varios se trata de un acuerdo con la misma familia o empleador que contrata a las y los trabajadores domésticos, donde se les dan facilidades como vacaciones pagadas, aguinaldo y apoyos para problemas médicos.

El reporte del INEGI señala que “el no tener acceso a servicios de salud es una característica general del trabajo doméstico remunerado, acentuada en el caso de las mujeres ocupadas en esta labor”. Únicamente 2.1 por ciento de las mujeres que realizan labores domésticas de forma remunerada cuenta con acceso a servicios de salud como prestación laboral. Por su parte, 11.7 por ciento de los hombres declara contar con esta prestación.

Apoyos, poco visibles o mal diseñados

De acuerdo con una fuente al interior de la delegación del IMSS en Michoacán, la dependencia estatal no cuenta con una estadística precisa sobre el número de trabajadoras domésticas que se han acogido al programa de afiliación, pues el tabulador se lleva a nivel nacional; tampoco existe una plataforma pública de consulta, sin embargo, reconoce que “son muy pocas personas” y “no se han aprovechado los beneficios”.

“El problema es que falta como que mucha campaña”, dice la señora Cecilia sobre el tema. “Lanzan los apoyos, pero no los conocemos, hasta pareciera que no quieren que la gente se anote o no tienen dinero para los anuncios o qué sé yo”, comenta.

Otro problema que percibe, por ejemplo, es el préstamo que planteaba otorgar la administración del presidente López Obrador para las trabajadoras domésticas, “pero pues cómo vamos a pedir un préstamo si lo primero que no tenemos es dinero ni seguridad de volver a tenerlo”. La Federación diseñó un programa de Crédito a la Palabra a través del IMSS, donde se financiaba a los trabajadores domésticos 25 mil pesos, los cuales terminarían de pagar en tres años con una tasa de interés del 6 por ciento, es decir terminarían reponiendo al gobierno 30 mil pesos.

Foto: Archivo.

“Además tienes que estar en el IMSS, si están viendo que el problema es que no se afilian… le tocó a mi hija, no pudo conseguir el préstamo, igual yo le dije que no le convenía”, menciona la trabajadora. Esto se convierte en otro fenómeno sobre el cual ni siquiera el INEGI tiene un estudio preciso: el trabajo doméstico remunerado, y en muchos casos mal remunerado y sin prestaciones, se vuelve en miles familias un auténtico círculo vicioso ante la falta de oportunidades.

Madres, hijas, tías, primas, la problemática a veces incluso alcanza a la tercera generación, familias enteras que ante la carencia de condiciones laborales, educación y de desarrollo social encuentran en esta actividad la única plataforma para tener un ingreso relativamente seguro; “siempre hay quien necesita, aunque sea para lavar y planchar”, ataja doña Cecilia, “menos ahora, está difícil regresar a trabajar por el miedo al contagio, nosotros tenemos miedo y los patrones tienen miedo de que llevemos a sus casos el virus (de COVID-19)”.

Pandemia ‘contagió’ remuneración del sector

Si bien se habla siempre del sector turismo como uno de los más afectados por la pandemia, el trabajado doméstico remunerado, aunque con una cifra menor de personas ocupadas en el sector, fue también fuertemente golpeado por los vaivenes de las medidas de contingencia sanitaria y aislamiento obligatorio.

Sin contratos u obligaciones patronales, además de la ausencia casi total de prestaciones sociales para ellas, las trabajadoras domésticas tuvieron que regresar a sus hogares a resguardarse de una enfermedad sin un soporte laboral o económico. Si bien algunas familias han apoyado a las personas que durante meses o años les han ayudo en sus viviendas, al no ser un tema regulado, miles de mujeres salieron en la etapa de reapertura económica a buscar recuperar su antiguo trabajo, o tener uno nuevo, en medio de una incertidumbre importante y el riesgo de contagio que todavía persiste.

El problema cultural

Otra problemática es la migración laboral, centenares, si no es que miles de personas, viajan de sus pueblos a los centros urbanos para trabajar apoyando en la limpieza de otros hogares, esto genera un problema de movilidad, de desintegración familiar y, en muchos casos, de choques de valores tradicionales.

En municipios y comunidades con poblaciones más pequeñas y de corte indígena, como Cherán, está también el impacto cultural, el uso y costumbre muchas veces oprime a las mujeres al considerar que, por tradición, las mujeres son las mejor capacitadas para este tipo de labores y no se apuesta por otro tipo de enseñanza, valores o actividades que les permitan tener un mayor abanico de desarrollo, volviendo, no imposible, pero sí más difícil romper el círculo vicioso en el que se haya la actividad y las poblaciones vulnerables.