Nuevas masculinidades, reconstruyendo la forma de ser hombre

La dinámica de las sociedades actuales urge a un cambio cultural y a la necesidad de redefinir la hombría, con miras a construir una sociedad mucho más igualitaria y libre de violencia.

Imagen: Enrique Santiago / La Voz de Michoacán.

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. En sociedades altamente tradicionalistas como la mexicana, de manera cultural, tanto a hombres como mujeres se les asignan expectativas, valores de conducta y normas de acuerdo con el sexo, es decir que tanto a hombres como mujeres se les dice desde pequeños cómo actuar, pensar y sentir para encajar con roles prestablecidos.

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En el caso de los hombres, tales imposiciones van estrechamente ligadas con la masculinidad, entendida como una serie de atributos, valores y conductas “características” de su ser hombre en un entorno social y tiempo determinados. Por ende, según distintos autores, como Héctor Pizarro (“Porque soy hombre. Una nueva visión a la nueva masculinidad”, 2006), no existe una sola forma de ser hombre, pues aunque existen conductas generalizadas, cada individuo va adquiriendo su propias conductas, por lo que no se puede hablar de masculinidad, si no de masculinidades.

El modelo tradicional masculino

El modelo tradicional de masculinidad se basa esencialmente en cuatro elementos:

-Restricción emocional: tradicionalmente, un hombre no habla sobre sus sentimientos o afecciones emocionales, sobre todo frente a otros hombres, ya que eso significa debilidad, y la tradición dicta que el hombre debe permanecer incólume.

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-Obsesión por los logros y el éxito: la manera en que los hombres aprenden a relacionarse con otras personas se sustenta en el mito del ganador, lo cual implica que debe estar permanentemente en alerta y listo para la competencia, con un autocontrol que regula y reprime la exteriorización del dolor, la tristeza, el placer, el temor; es decir, de aquellos sentimientos generalmente asociados con la debilidad.

-“Fuerte como un roble”: bajo esta concepción, el hombre debe ser confiable durante una crisis, estoico y frío para solucionar los problemas. “Compórtate como hombre”, le ordena la educación tradicionalista impartida por la familia y el entorno social; de lo contrario, estará actuando “como mujer” o quienes lo rodean, educados bajo el mismo esquema, darán a su conducta una connotación homosexual.

-Ser atrevido: la tradición dice que el hombre debe ser atrevido, aventurero, un competidor agresivo, que toma riesgos y no le teme a vivir en la orilla del precipicio. De ahí que la carta “El valiente” en la lotería tenga la imagen de un hombre armado y con una botella de licor: listo para beber y pelear.

Estos cuatro rasgos básicos se reflejan en una forma de relacionarse con el entorno limitando su afectividad, restringiendo su sexualidad a ejercerla sólo con mujeres, aunque sus preferencias sean diversas; sus actitudes deben estar basadas en modelos de control, poder y competencia, así como en un menosprecio al cuidado de la salud.

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Para la filósofa Elisabeth Badinter, la identidad masculina se adquiere por oposición, negando el lado femenino, es decir, el hombre debe convencer a los demás de tres cosas: que no es una mujer, que no es un bebé y que no es homosexual.

Lo anterior va de la mano con la relación que hay entre la fragilidad masculina y la violencia, ya que, ante la necesidad que hay de demostrar la hombría, que, según la tradición, debe estar apoyada en ciertos rasgos que se han considerado fundamentales: demostrar la heterosexualidad, tener siempre éxito en actividades clave, como el trabajo, el deporte o los negocios, y poner en claro su autoridad en el hogar u otros lugares y, además, no ser femenino.

Si el hombre no encaja en estos aspectos, desde la visión tradicionalista se le ve como un fracaso, de ahí que, al depender de ello su masculinidad, ésta es sumamente débil, y dado que esta “fragilidad” en la masculinidad es sumamente atemorizante para muchos hombres, pueden llegar a reaccionar con violencia hacia sí mismos y otras personas, sobre todo mujeres.

Las nuevas masculinidades

El poeta y escritor estadounidense Robert Bly, en su obra aboga por que se rescaten características positivas de la masculinidad, aquellas que permitan al hombre mantener su autoconfianza pero hacia una personalidad más pacífica, abierta y receptiva pero sin renunciar a su condición masculina.

Por ello, el autor del libro “Iron John. A book about men”, dice que los nuevos modelos de masculinidad deberán basarse en estas premisas: aceptar que es vulnerable, aprender a expresar emociones y sentimientos, aprender que no es malo pedir ayuda o apoyo, saber resolver conflictos sin violentar a los demás y, sobre todo, aceptar actitudes y comportamientos tradicionalmente etiquetados como femeninos, como elementos necesarios para un desarrollo humano integral.

Estos modelos de masculinidad se basan en una concepción igualitaria, no jerárquica, y para ello el hombre no necesita medirse con base en sus éxitos personales, sino en la forma en que su labor y comportamientos impactan en la mejora de la sociedad y el entorno con los que se sienta responsablemente vinculado. Se trata, pues, de masculinidades replanteadas, antisexistas, antirracistas, antihomofóbicas y que busquen vivir su ser masculino desde la pluralidad y la apertura.

En este sentido, la catedrática española Ángeles Carabí dice que las cualidades de las nuevas masculinidades implican que el hombre sea copartícipe de los cambios sociales a la par con las mujeres, no usar su poder para imponerse sobre los demás, aprender a disfrutar el trabajo y el entorno del hogar por igual, compartir labores domésticas y el cuidado de los hijos e hijas con su pareja, incitar a otros hombres a cambiar sus concepciones tradicionales, ser promotor de la no violencia desde la educación a los hijos, oponerse a las prácticas machistas y misóginas reconociendo las consecuencias negativas que esto ha traído, no sentir comprometida su masculinidad si dialoga de igual a igual con las mujeres, no ver amenazada su masculinidad por el trato y convivencia con personas de la comunidad LGBT+, erradicar los prejuicios sexistas u homofóbicos en la educación de los hijos.

Lo anterior se resume en ser consciente de las limitaciones y peligros del modelo tradicional de masculinidad para entender la urgencia del cambio cultural y la necesidad de redefinir la hombría, con miras a construir una sociedad mucho más igualitaria y libre de violencia contra las mujeres.

Foto: Pixabay.

Entre las controversias que han salido a la luz a partir de los planteamientos feministas, especialmente del feminismo que aboga por la diversidad de identidades, ha surgido la propuesta de las nuevas masculinidades.

Esta línea de análisis ha permitido replantear prácticas relacionadas con el género y comprender las formas de masculinidad que se han consolidado como hegemónicas y en muchas ocasiones violentas.

Aunque es algo que está siempre en desarrollo, se pueden trazar algunos antecedentes y propuestas que han emergido, así como campos de acción importantes.

Los enfoques de género suelen provocar malestar entre los conservadores, e incomodan porque cuestionan el lugar de cada quien en el mundo, obligan a reacomodar posiciones subjetivas, es decir, identidades y relaciones entre unas y otros. En este sentido, son malestares que generan una “incomodidad productiva”.

Si se analizan las transformaciones sociales de los últimos años y se mira hacia las prácticas violentas con las que muchos hombres han tratado de reafirmar su propia virilidad, es posible notar que la masculinidad tradicional está en una crisis.

Esta crisis se hace visible en la violencia hacia las mujeres, pero se relaciona también con distintos malestares de género experimentados por los propios hombres. Los enfoques de género han permitido poner atención en esto. Hacen posible comprender algunas cuestiones específicas sobre las relaciones, las subjetividades y los malestares que se han construido a través del binarismo de género.

Hasta hace poco, el foco de atención en las perspectivas de género había estado centrado únicamente en las mujeres y en la feminidad. La masculinidad y sus valores habían permanecido como algo intocado, por lo que se hizo necesario crear modelos que ofrecieran nuevos lugares y roles (más equitativos y más libres de violencia) que no sólo se enfocaran en la experiencia de la mujer.

Así, las nuevas masculinidades surgen como una alternativa a la masculinidad hegemónica. El término de “masculinidad hegemónica” se refiere a las conductas de masculinidad dominantes, lo que incluye los modelos más tradicionales de dominación por género; basados, por ejemplo, en mandatos como “los hombres no lloran”, “siempre son valientes”, “nada femeninos” o “incuestionablemente heterosexuales”.

Se trata de los valores, las creencias, las actitudes, mitos, estereotipos o conductas que legitiman el poder y la autoridad de los hombres sobre las mujeres y sobre los hombres no heterosexuales.

Esta masculinidad hegemónica ha dado origen a toda una forma de organización política y social basada en la idea del liderazgo del varón. No obstante, esta hegemonía también puede reproducirse en modelos alternativos y nuevos, por lo que el propio concepto de nuevas masculinidades se revisa constantemente desde la academia. Así, una de las bases para el replanteamiento de la masculinidad es su capacidad auto reflexiva y crítica hacia los distintos modelos, valores, prácticas y experiencias de la masculinidad.

El perfil masculino actual

La coach empresarial para mujeres, Ana Romero, señala que el nuevo perfil masculino “es el de un hombre comprometido de manera activa con el cambio, rompiendo con el modelo tradicional, construyendo nuevos valores y referentes de masculinidad positivos, tolerantes, respetuosos y equitativos”.

En tanto que Rafael Montesinos, sociólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), escribe en su ensayo “La masculinidad: la cultura y las tendencias genéricas en el México contemporáneo” que los últimos años están marcados por cambios tan dinámicos, que coexistimos en un mundo diferente al que vivieron las generaciones adultas de los años 60 y 70. Por eso el comportamiento social nunca es el mismo, pues el paso del tiempo va desvaneciendo aprendizajes establecidos por la sociedad y los va transformando, y sentencia: “La adaptabilidad es la moda que perdurará por siempre”.

Salvador Mendiola, catedrático de sociología en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM, comenta que no existe una figura dominante de lo masculino, que nunca la ha habido; sin embargo, destaca que cada periodo histórico ha tenido un perfil varonil determinado: mientras en los años 60 el hombre tenía el deber de proteger a la mujer, en la actualidad la imagen que domina es la del millennial, alguien que, según el también periodista, es 40 por ciento femenino

Y ejemplifica: el actor británico Daniel Craig fue criticado por un conductor de televisión por usar un portabebés en el pecho mientras paseaba por Nueva York. Muchos usuarios en redes sociales atacaron al anfitrión de “Good Morning Britan”, Piers Morgan, y por el contrario, felicitaron al protagonista de “007”.

Este escándalo televisivo puso en la mirada de la sociedad el nuevo perfil masculino: una persona que no teme usar productos inicialmente sólo para mujeres, varones que participan en las tareas domésticas y de educación de los hijos a la par con la pareja.

Esta transformación ideológica masculina se debe en gran medida al desarrollo de la mujer.

Gerardo Estrada, doctor en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la UNAM, aseguró en una entrevista que entre las mujeres hubo un cambio de hilos demasiado rápido, sobre todo las jóvenes, ya que ahora son libres y autónomas, lo que marca una brecha entre las nuevas generaciones y las mujeres de los años 60, aunque a los hombres, admite el investigador, les ha costado un poco más de trabajo vivir ese cambio.

Antes de los años 70, la presencia de las mujeres en las escuelas era escasa, independientemente del nivel, ya que la concepción de la sociedad era que las mujeres debían convertirse en esposas y madres, y que tenían que educar a sus hijas para que a su vez fueran buenas amas de casa, una ideología que fue establecida en los menores de edad, haciendo que crecieran con esas normas.

Con el paso del tiempo, las nuevas formas de identidad femenina emergieron poco a poco en la sociedad, y conforme iban adquiriendo materialidad fueron transformando las ideas sociales. De acuerdo con Montesinos, las mujeres se emparejaron a nivel público y privado con los hombres, una acción que hizo cambiar las ideologías para ambos géneros.

Salvador Mendiola dice que hay muchas variantes de por qué han ido cambiando los comportamientos masculinos. “Algunas feministas plantean que las dos guerras mundiales dañaron profundamente la imagen del varón. Katia Cyberman señaló que estos sucesos históricos volvieron a los hombres más afeminados, menos violentos”, recalca.

Otra de las posibles razones de este cambio, de acuerdo con los especialistas, fue que las mujeres decidieron levantarse y luchar por sus derechos, por una vida equitativa, y Mendiola recalca que los comportamientos del hombre, como la violencia hacia la mujer, se evidencian más porque se ha trabajado en la creación de leyes que las respalden y castiguen los abusos y agresiones, aunque eso es sólo una parte del camino a seguir.

“Las mujeres como feministas se volvieron políticas muy brillantes, fueron el único movimiento utópico del siglo XX que realmente cambió la historia, realmente modificaron las leyes sobre aborto, matrimonio, y cambió la humanidad, actos que comunistas o los anarquistas nunca lograron. Ese es el gran triunfo del feminismo, que en la mayoría de los países del mundo hay igualdad de género”, agrega el también poeta.

Montesinos recalca que, aunque muchos varones ahora tienen que compartir posiciones de mando y a veces hasta perder el poder, en el fondo no aceptan que las mujeres participen económicamente en el sustento familiar en igualdad de circunstancias, lo que revela la persistencia de una identidad masculina que corresponde al pasado.

“El macho se hace” … y se deconstruye

María Isabel Jociles Rubio, del Departamento de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid, escribe en su trabajo “El estudio sobre las masculinidades” que la sociedad no cuenta con un ritual bien estructurado para indicar el grado de masculinidad en un varón, sino que en lugar de eso, por consenso se determinó que mientras que “la mujer es”, “el hombre se hace”: al varón se le desafía constantemente y desde la infancia con un “demuéstrame que eres macho”, esto a través de actividades como los deportes, en especial los de riesgo o que requieren gran resistencia o fuerza física, las borracheras, las “conquistas” amorosas y sexuales o algunas actividades lúdicas.

Pero ante la prevalencia de esos códigos de conducta y pensamiento, los especialistas sostienen que la actitud varonil, y de igual manera la femenina, seguirán cambiando conforme pase el tiempo, adaptándose a los estándares sociales que se vayan implementando a medida que la concientización avance, pero coinciden en que, aunque de forma insuficiente, el nivel actual de “machos” que existen en el mundo está descendiendo, mientras que los actos en pro de los derechos de la mujer van en ascenso a la par de las nuevas masculinidades.