IMÁGENES NUESTRAS | Antojitos en San Agustín, desde hace más de un siglo dando sabor

se le conoció popularmente como el ‘Mercado de los Agachados’, por la icónica posición de cuclillas en la que despachaban los antiguos vendedores

Fotos: Samuel Herrera

Texto: Arturo Molina
Imágenes: Samuel Herrera

Morelia, Michoacán.- Cómo heredero de la tradición, la cultura y la antigua sede del convento de los agustinos, el llamado Mercado de Antojitos ubicado en el Centro Histórico de Morelia se mantiene como uno de los referentes de la gastronomía local.

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Han pasado más de 100 años desde que se le conoció popularmente como el ‘Mercado de los Agachados’, por la icónica posición de cuclillas en la que despachaban los antiguos vendedores de alimentos en aquella zona de la entonces creciente ciudad de Morelia. No obstante, aún se conservan los principales platillos que desde aquel tiempo se ofrecían, como las enchiladas placeras, pozole, tamales, uchepos, menudo e incluso las tradicionales corundas.

Prácticamente todos los días del año, los platillos típicos de la Ciudad de la Cantera Rosa y sus alrededores se ofrecen a locales, turistas y visitantes ansiosos por conocer los colores, olores y sabores tanto de Morelia como del interior del estado.

El portal en el que se encuentran ubicados los más de 10 puestos del actual Mercado de Antojitos encuentra su pasado más remoto a la llegada de la orden de los agustinos a la entonces Valladolid, entre los años de 1550 y 1626. La orden, fue la más antigua en prácticamente toda la colonia española y consolidó con el tiempo, al grado de edificar en la ciudad un importante convento en donde aglomeraron bienes y, sobre todo, el respeto y cariño de los vallisoletanos.

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Para mala fortuna de los agustinos, tras el proceso de independencia de México y las leyes de desamortización de los bienes del clero secular y regular, el exconvento pasó a las manos de la nación.

Al igual que gran parte de los antiguos inmuebles morelianos, este templo tuvo su primera sacudida histórica cuando debido a la nacionalización de los bienes de la iglesia, alrededor de 1863, lo cual produjo que parte de los terrenos el exconvento se convirtiera en el Mercado Ignacio Comonfort, donde la población de la época adquiría productos de primera necesidad y ya comenzaba la venta de platillos preparados. En el año de 1863 finalmente los agustinos fueron completamente desalojados, con lo que el conjunto arquitectónico fue fraccionado y destinado a distintos usos.

En el año de 1863 finalmente los agustinos fueron completamente desalojados, con lo que el conjunto arquitectónico fue fraccionado y destinado a distintos usos.

Uno de los principales usos fue el de la instalación de un mercado que pasó a llamarse el Mercado de San Agustín, el cual se caracterizó por los coloridos tejados de tejamanil, las mercancías en petates y la venta de productos de primera necesidad.

Durante décadas, el Mercado San Agustín fue el corazón económico de Morelia. Las decenas de miles de personas aprovecharon el espacio relativamente cercano al primer cuadro y especialmente a las periferias del sur en dónde se fueron ubicando las primeras colonias.

La variedad de alimentos preparados e ingredientes formaron auténticos tapices de colores que evidenciaron la riqueza gastronómica de Morelia y de sus alrededores. Comerciantes y productos de las tenencias de Santa María y poblaciones como Charo poco a poco encontraron un escaparate en el conocido mercado.

La ubicación de los petates en el suelo, forzó a los comerciantes a permanecer en cuclillas, aspecto que les diferenció de otros mercados de la zona urbana. Poco a poco el nombre del Mercado de los Agachados se consolidó en la memoria colectiva de los ciudadanos de la primera mitad del siglo XX.

Fue para los años 70, cuando los gobiernos municipal y estatal acordaron la reubicación del mercado y sus comerciantes para dar lucir a la actividad turística la pileta y la infraestructura del exconvento de los agustinos.

Debido a la importancia gastronómica, los oferentes de alimentos fueron ubicados en el portal con salida a la Calle Abasolo, en dónde hasta el día de hoy se conservan los puestos de antojitos que han pasado de generación en Generación como fuente de empleo familiar. Primero fue principalmente una cenaduría, pero actualmente despachan platillos desde temprano.

Ante la necesidad de mejorar las condiciones de servicios, en 2014 el portal fue intervenido y los puestos de madera fueron cambiados por estructuras de aluminio que además de ayudar a las condiciones higiénicas de los productos, lograron mejorar el servicio y la vista ante la llegada de los turistas.