A la intemperie, en la noche oscura y bajo el acecho de drogadictos, así es tener un paciente en el Infantil

Noches enteras en vela, días sin comer, la incertidumbre de no saber qué pasará y la presión del gasto económico son algunas de las batallas de los padres que tienen a sus hijos en el Hospital Infantil de Morelia.

Foto: Christian Hernández.

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Tener un hijo internado siempre es un desgaste para la familia, no sólo por el impacto de ver a un niño o una niña en una cama de hospital o luchando por su vida en la sala de urgencias, sino por el desgaste físico que ello implica por pasar noches enteras en vela, días sin comer, además de atestiguar el abatimiento de los padres cuyo hijo ya falleció, la incertidumbre de no saber qué pasará, estar al pendiente por si hay alguna información, la presión del gasto económico que un paciente hospitalizado implica para las familias, muchas de ellas de escasos recursos; estar lejos de casa, lejos de los hijos que allá se quedan, aunque hay padres de familia que tienen que cargar con los más pequeños al no tener con quién dejarlos.

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En el Hospital Infantil de Morelia, los padres de familia tienen que enfrentarse a todo ello, además de estar a la intemperie, padeciendo los efectos del clima frío que ya se siente en las madrugadas, sin un lugar adecuado ni para hacer sus necesidades fisiológicas y, encima de ello, expuestos a personas sin hogar y con problemas de adicciones que durante las tardes y noches llegan al Bosque Cuauhtémoc a mezclarse entre los papás de los niños internados. Todo ello ante la indolencia e indiferencia de las autoridades.

El 11 de noviembre llegó personal de la Comisión Estatal de Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris) y del área jurídica de la Secretaría de Salud de Michoacán con la orden de desalojar el albergue del Hospital infantil.

Foto: Christian Hernández.

El desalojo se llevó a cabo bajo el argumento de que en el inmueble no se acataban las medidas sanitarias por el COVID-19, como tapete sanitizante y filtro sanitario, además de que, dijo la autoridad en un boletín, había infesta de chinches, “lo que ya estaba afectado las instalaciones del mismo nosocomio”. La SSM señaló que también se había detectado mal manejo de los alimentos.

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Como era de esperarse, los padres de familia se inconformaron, incluso hubo connato de bronca, pero el personal de salud fue apoyado por policías y la Guardia Nacional, y entonces, con lo poco que llevan, fueron echados al bosque.

Foto: Christian Hernández.

Aunque la autoridad aseguró que los habían reubicado en los albergues de AMANC y Emaús, lo cierto es que para los padres de familia es inconveniente pues, por un lado, necesitan estar cerca del hospital en espera de cualquier noticia o requerimiento, como medicamentos, plasma o demás artículos con que el hospital no cuente en ese momento. Pero también porque, como nos explicó la mamá de un niño hospitalizado, en esos albergues tienen horarios, por ejemplo, la hora de comer es a las 14:30 horas, pero si a esa hora tiene que atender algo relacionado con su hijo, como cambiarlo, escuchar la explicación de un doctor o hacerle estudios, ese día ya no pudo comer en el albergue.

El desalojo

En entrevista con La Voz de Michoacán, una madre de familia, quien pidió mantener el anonimato, comentó que el día del desalojo “vinieron unos licenciados y dijeron que nos teníamos que salir, desalojar el albergue. Al principio se negaron, incluso un señor se puso medio agresivo para que no nos sacaran, después ya ellos se pusieron agresivos. Al otro día llegó un montón de gente que iban a sanitizar, entonces nos dijeron que teníamos que salirnos porque eran químicos muy fuertes los que usaban”.

La autoridad les dijo que el desalojo iba a ser sólo por 48 horas “para que ellos pudieran hacer su trabajo libremente”, pero, comenta la madre de familia, ellos nunca vieron que el personal entrara con sanitizante o con artículos de limpieza, “sólo entraron policías y Guardia Nacional, llegaron periodistas, se hizo grande el asunto”.


Al otro día, grande fue la sorpresa al ver las notas, muchas de ellas producto del boletín enviado por la SSM a los medios, en las que se decía que el lugar estaba infestado de chinches y sucio, y por ello los papás son enfáticos al decir que eso no es verdad, “porque a nosotros nos dijeron que era para sanitizar , nunca nos dijeron que iban a entrar con repelentes o cosas de esas, nunca entraron con nada, incluso andaban los guardias allá adentro, prendían las luces pero nunca sanitizaron, nunca entraron con químicos ni nada. Solamente entraron, se quedaron las 48 horas, ya se cumplieron hoy a las 11:00 y hasta ahorita no han salido ni han dicho nada, yo creo que nada más fue para sacarnos con engaños”.

Así se quedaron a la intemperie, no los dejaron sacar cobijas ni nada, sólo con unas lonas que les facilitaron, sin trastes para preparar alimentos, incluso la luz solamente se las pusieron la primera noche, pero a la segunda, nada, oscuridad en una parte del bosque donde el alumbrado público no funciona. “El día de ayer ya nos empezaron a llegar ayudas de casitas de campaña, ya fue cuando empezaron a poner casas de campaña, pero ellos ya no nos quisieron pasar la luz, nos la pasamos a oscuras y ya en la noche, unos señores que nos ayudan arreglaron para que hubiera un poco de luz pero hasta la fecha así está”.

Las ventajas del albergue

Cuestionados sobre cómo era el día a día en el albergue, los papás de niños internados en el Infantil explican que estaban bien organizados para que el inmueble funcionara adecuadamente. “Se paraban a las 6:00 de la mañana a hacer aseo todas las señoras y ponían a los señores a hacer su aseo. Cada quien compraba su comida y la hacía, tenía que dejar limpio donde hiciera de comer, dejar los trastes lavados. Se repartían el trabajo, trapear, barrer y todo eso se repartían las señoras y señores para mantener limpio. Los baños, tenías que lavar el baño cuando terminaras de bañarte, tenían que estar limpios. Las donaciones y todo lo que llegaba se repartía en la noche, cuando estuvieran todos”.

Foto: Christian Hernández.

Aunque la SSM señala que les ofreció darles alojo en los albergues de AMANC y Hogar Emaús, para los padres de familia resulta inconveniente puesto que un paciente hospitalizado no tiene horarios fijos. Por ello los papás “no se querían ir al otro albergue, porque allá hay horarios específicos. En este albergue (el del hospital) no había horarios, lo que nos felicitaba a los padres ir y venir con los niños, porque en el otro albergue tienen horario de comida a las 2 y media, y si tú tienes cita con tu niño a las 2 de la tarde ya no alcanzas comida. Aquí era un apoyo muy grande el que nos daban para dejarnos hacer de comer y esas cosas”.

Entre drogadictos e indigentes

Desde hace tiempo, la presencia de indigentes y drogadictos en las inmediaciones de los hospitales infantil y civil ha sido una constante que cada vez de agrava más. Por eso es que desde la tarde, poco antes del anochecer, se ve que decenas de personas empiezan a merodear en los alrededores del Infantil.

Según los padres de los niños internados, estas personas, si su estado se los permite, roban las pertenencias de aquellos que se descuidan, desde unos zapatos hasta una hamaca; incluso se ha dado la apertura de carros para robarse los estéreos o pertenencias que sus dueños hayan dejado ahí.

Foto: Christian Hernández.

Por eso es que las personas que pernoctan en los alrededores del hospital piden a las autoridades que se dé más vigilancia en la zona, pues se sienten sumamente expuestos y vulnerables. Al respecto, el papá de un niño internado nos comentó que “los drogadictos siguen en las mismas, la Policía mejor debería correr a los marihuanos, a los drogadictos, que nomas andan haciendo sus mañas. Las mujeres ya no quieren salir porque en la noche, sin luz ni nada, ahí andan. Allá se la pasan, en un árbol, cuando empieza a oscurecer allá se la pasa la manadita, y eso está mal”.

Cabe señalar que durante el recorrido que el equipo de La Voz hizo por el lugar, se encontró con árboles rodeados de excremento y papel higiénico, pero también encontramos jeringas usadas y botellas de licor de bajo costo, todo ello justo en la zona que los vecinos nos marcaron como la más insegura, a espaldas del hospital, que, según comentaron, por las noches está completamente a oscuras.

Foto: Christian Hernández.

“Le pidieron al Ayuntamiento que si nos podían arreglar las lámparas en lo que estamos aquí pero nunca llegó nada, nunca las arreglaron. Todas esas lámparas, ninguna sirve. Es una oportunidad que les dan a los drogadictos para que hagan sus cosas: pasan niños y los ven, pasan mujeres y les faltan al respecto. A una señora que tiene su hijo aquí le arrebataron el teléfono en la noche, es a los que deberían desalojar. Aparte, hay muchos niños que vienen a jugar y están esos hombres inyectándose y haciendo cosas que no deberían. Por eso, que nos echen la mano para sentirnos más seguros”.

Señora Blanca, ayuda desinteresada

En el campamento de los padres de familia nos encontramos a la señora María Blanca Sandoval, vecina de Morelia.

La señora Blanca cuenta que cuando se enteró del desalojo, se organizó con su esposo y algunos conocidos y reunió casas de campaña y víveres para entregarlos a los papás de los pacientes del Infantil.

Foto: Christian Hernández.

Nos cuenta que a ella no le gusta ver la situación en que están estas personas porque ella y su familia ya pasaron por eso, puesto que hace más de dos años perdió a su hija, quien enfermó de cáncer.

Acusa que mientras el gobernador Silvano Aureoles “se para el cuello”, a las personas que están afuera del hospital se les ignora, se les deja a su suerte. “Yo vengo a apoyarlos, yo ya pasé por eso, yo no quiero ver niños en el hospital. Silvano se para el cuello de que ‘yo hice’ y todo, pero aquí hay un montón de drogadictos y nadie hace nada”.

Foto: Christian Hernández.

Además de hacer colectas de alimentos y apoyar con lo que puede adquirir, también se dedica a fabricar pelucas oncológicas. Para esto consigue donativos de cabello para luego elaborar pelucas que entrega a niñas que luchan contra el cáncer. Sobre la razón que la llevó a emprender esta labor, la señora Blanca señala que una peluca de cabello natural puede costar hasta 40 mil pesos, y una de cabello sintético, aunque más barata (alrededor de 800 pesos), no durará mucho, algunos días antes de maltratarse.

Finalmente, mientras confeccionaba una peluca, aprovechó para invitar a quienes quieran donar cabello, a que se acerquen al puesto de gazpachos ubicado atrás del hospital, pregunten por La Güera, y ahí se los reciben. Sólo se pide que el cabello esté limpio y sin tintes.