Realizan en Pátzcuaro acto luctuoso en honor a Tangáxoan II, último rey purépecha

La ceremonia se llevó a cabo en la glorieta en la que se ubica la efigie en su honor, ante representantes de las cuatro regiones purépechas

Foto, Angélica Ayala.

Angélica Ayala / La Voz de Michoacán

Pátzcuaro, Mich.- Con la presencia de los pueblos indígenas de las cuatro regiones purépechas, autoridades civiles, comunales, instituciones educativas indígenas y municipales, se realizó el acto luctuoso de Tangáxoan II, en la glorieta donde se ubica la efigie en honor al último rey purépecha que fue asesinado por Nuño de Guzmán en 1530, en Conguripo, cerca del río Lerma en el municipio de Angamacutiro.

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Los médicos tradicionales de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM) fueron quienes iniciaron con el acto solemne, al colocar una ofrenda en honor del Rey Purépecha a los pies de su efigie, ahí, con copal encendido y al sonar de los caracoles se purificó el lugar, mientras los demás asistentes rodeaban el lugar, se mostraban atentos a la ceremonia, donde también se pidió permiso a los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos para poder rendirle tributo a Tangáxoan II.

Al concluir el ritual purépecha, se continuó con los honores al Lábaro Patrio, para dar paso a la Bandera Purépecha que portaron cuatro niñas, cada una sosteniéndola de una punta, así con un son entraron, todos los presentes levantaron y empuñaron la mano izquierda, es el saludo a la Bandera que fue creada en Santa Fe de la Laguna, cada color representa una región purépecha: Ciénega de Zacapu, Cañada de los 11 Pueblos, Región Lacustre y Meseta Purépecha.

El responsable de emitir el discurso oficial fue el maestro César Flores Estrada, quien expresó: “Justicia para Tangáxoan II”, reunidos al pie de este emblemático monumento dedicado al último rey purépecha honramos su memoria en justa remembranza por el cuadringentésimo nonagésimo tercero aniversario de su ejecución a manos del sanguinario conquistador español Beltrán Nuño de Guzmán.

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“Tangáxoan II no solo fue testigo de la llegada a Michoacán de los europeos que avanzaban aplastando y liquidando a quienes se oponían en su campaña de conquista. Así lo hicieron previamente con los tlaxcaltecas y los aztecas”.

Continuó: “Sin mayores alternativas y con las peores repulsiones aceptó conversar en México con Hernán Cortés donde fue testigo cómo los españoles y sus aliados habían subyugado al entonces poderoso señorío mexica, los templos y sus dioses habían sido arrasados y su rey estaba preso y tratado como delincuente.

“El Irecha Tangáxoan no quería eso para su gente y negoció con Cortés que el Señorío Purépecha se incorporaría al imperio español a cambio de que Michoacán no fuese atacado. Nada fácil fueron los años de la década de los 20´s del siglo XVI para Tangáxoan ya que vio como repartían su señorío y tomaban como esclavos a los que habían sido sus vasallos”.

Ante estos hechos, dijo el orador oficial, que a Tangáxoan lo acusaron de organizar una rebelión en contra de Nuño de Guzmán, plan que el propio españolo había maquinado, “dio voz a algunos embusteros encomenderos y otras gentes que acusaron al Tangáxoan Tzítzincha de planear una rebelión por lo que decidió organizar un siniestro juicio sumario, en el que la injusticia y la mentira se vieron favorecidas por testimonios arrancados a fuerza y mediante la tortura.

“El juicio comenzó un 26 de enero de 1530 en la Ciudad de Michoacán (Tzintzuntzan) bajo los cargos de impedir el cobro de tributos, asesinar españoles, sodomía y por seguir practicando su antigua religión, entre otras cosas”.

Traicionado por los españoles, tomado preso, humillado y torturado acepto moribundo los cargos que injustamente le hacían. De esta forma, el 14 de febrero de 1530, el último rey de Michoacán fue condenado a muerte por Nuño de Guzmán, amarrándolo a un tronco y pasándole una cuerda por el cuello, apretándola mediante un torniquete hasta que muriese, detalló, César Flores.

Por todo lo ocurrido, el grito fue de justicia para Tangáxoan II “y justicia para los hombres, madres, hermanas e hijas de nuestros pueblos originarios mancilladas y que murieron presas de la rapacidad de los conquistadores”. Al concluir todos los asistentes nuevamente alzaron y empuñaron la mano izquierda y gritaron ¡Juchari Uinapekua! (nuestra fuerza).