Se cumplen 10 años del tsunami en Japón y la huella de la tragedia aún persiste

El terremoto, tsunami y desastre nuclear de Japón no sólo provocó grandes daños materiales en diversas zonas del país, sino también la muerte de miles de personas, el abandono de sus hogares y secuelas psicológicas a 10 años de lo ocurrido

Agencias / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. La mayor coincidencia entre Japón y gran parte de América Latina es que conocen los impactos de un terremoto, en especial los que superan la magnitud 7.0, ya que no sólo traen destrucción de casas y edificios, sino que puede aumentar el oleaje y generar inundaciones en las costas para provocar daños incalculables.

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El terremoto del 11 de marzo de 2011 de magnitud 9.1 sobre las costas de Japón no sólo fue uno de los más intensos que hayan sido reportados en la historia de la sismología, sino que su posterior tsunami y desastre nuclear causaron una de las mayores tragedias humanitarias en lo que va del siglo XXI.

Hoy, a 10 años del terremoto, tsunami y desastre nuclear en Japón el 11 de marzo de 2011, aún los daños son visibles a pesar de haber transcurrido el tiempo, visible en las personas que tras haber pasado una década, sus vidas se mantienen en suspenso sobre sus propios hogares.

Los habitantes de la prefectura no sólo recuerdan el daño que causó el terremoto, sino que ha definido completamente sus vidas. Entre el miedo y la memoria, todos recordaron cómo fue su vida antes del incidente y con la incertidumbre de poder regresar a lo que alguna vez fue su normalidad.

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La "generación del sismo"

Yuto Naganuma mira ensimismado mientras la helada brisa del mar sopla por encima de las paredes destruidas del colegio donde perdió a su hermano pequeño en el devastador tsunami del 2011. Otros como él son parte de una generación, cuyas cortas vidas fueron forjadas por lo que se conoce en Japón como "el triple desastre".

Los niños del tsunami perdieron familias, casas, escuelas y comunidades enteras. La experiencia llevó a algunos a trabajar en la sensibilización sobre desastres o a ayudar a niños como ellos que han vivido con la tragedia. Una década después la tragedia que sufrió Naganuma está muy presente.

"Perdí a mi familia, a mi comunidad. Cosas que construyeron quién soy. Sentí que el tsunami se llevó la mitad de mi cuerpo", dijo afuera del colegio de enseñanza primaria Okawa, donde murió su hermano de ocho años.

Fue uno de los 74 niños y 10 profesores que perdieron la vida barridos porque el personal del colegio no logró evacuarlos a pisos superiores. Naganuma tenía 16 años en la época, pero se echó la culpa de la pérdida. Su abuela y su bisabuela también murieron en el tsunami, cuando esperaban el autobús del colegio de su hermano.

"Siento que quizá mi hermano no hubiera muerto. Si hubiese advertido a la gente de la comunidad, quizá nadie hubiera muerto", dice mientras mira las aulas destrozadas. Estoy lleno de remordimientos. Dejé que llegara el día sin hacer nada".

Después de la tragedia, Naganuma trató de hacer una vida normal, pero luchaba con la culpa del superviviente, preguntándose por qué se había salvado. Se inscribió en un curso para ser profesor en una universidad de otra región, pero se trasladó a un centro más cerca de su casa para estudiar gestión de desastres, y ahora hace visitas guiadas al colegio y conferencias sobre la preparación para los desastres.

En Japón y en otros lugares, "todos vivimos entre desastres. "La probabilidad de sobrevivir cuando nos enfrentamos al desastre siguiente cambia significativamente en función de cómo utilizamos ese tiempo".

Nayuta Ganbe, de 21 años, se ha ido abriendo poco a poco a hablar de la experiencia del tsunami.

Se refugió en su escuela con su madre y una hermana después de la alarma de tsunami tras el terremoto. Tenían que ir a la tercera planta, pero fue a recoger los zapatos que había dejado a la entrada.

Cuando sujetaba la puerta para que entrasen cinco personas que venían al colegio, un torrente de agua mezclada con lodo viscoso lleno de escombros y vehículos, los golpeó.

Ganbe estaba en un piso un poco más arriba pero el agua, "espesa como la mayonesa", se abalanzó sobre él: "Fue como si el agua hubiera agarrado mis tobillos".

Un hombre al que arrastraba la corriente gritaba y estiraba el brazo hacia Ganbe, que se quedó paralizado con la masa de agua. "Cuando la punta de los dedos desapareció, reaccioné".

El después del desastre fue apenas menos traumático. Recordó que encontró un cuerpo días después, y una extremidad de otro cuando caminaba al colegio, una experiencia frecuente para los niños en esa zona en aquella época.

La cobertura mediática hacía hincapié en el civismo de los evacuados y la solidaridad nacional, pero Ganbe vio a algunos adultos saltarse las filas en busca de alimentos, o empujar a los niños. Durante varios días después del tsunami no comió nada. A los alumnos se les aconsejaba que no hablaran de los amigos "desaparecidos" y algunos tuvieron ataques de pánico.

"Antes de darte siquiera cuenta, se volvió normal no hablar de ello", dice.

Pero tres años después del desastre, le pidieron que hiciera una disertación y empezó a procesar sus memorias, reviviendo aquellas escenas y pasando noches sin dormir.

Hazuki Shimizu vivía en Namie, a pocos kilómetros de los reactores que se fundieron cuando el tsunami colapsó el sistema de enfriamiento de la planta. Huyó de su casa con su madre y su hermana el 12 de marzo, y acabó en Chiba, en las afueras de Tokio.

Ahora estudia sociología del desastre, investiga lo que hace que la gente suela tomar los pasos adecuados para salvarse cuando golpea la crisis, y habla a grupos en todo el país, en parte para preservar la memoria que teme que se vaya desvaneciendo.

"En 20 años más quizá veamos a gente de 20 años, que nació después del desastre, irse de esta ciudad sin saber nada del mismo", afirma. "Estaba literalmente desgarrada", recordó mientras veía cómo se preparaba el desastre en la distancia. "No podía hacer nada".

En el ayuntamiento local, su familia tuvo que permanecer en el aparcamiento y ser controlada con los contadores Geiger que miden la radiactividad cuando fueron a inscribirla en su nuevo colegio. Y sus nuevos compañeros de clase no hablaban del desastre.

"No sabía por qué la gente no hablaba de ello... ¿Por qué no les importaba? Me sentí muy aislada".

Ya de adulta, volvió a la región costera y ahora trabaja para un grupo que ayuda a mantener la memoria del tsunami.

"Cuando me convertí en víctima del desastre, aprendí que era muy duro", añade Shimizu, quien también ha trabajado con grupos que ofrecen apoyo escolar. "¡Hay tanta gente que sufre dolor y lucha!", exclama. "Necesitamos oír sus voces y apoyarlos".

Perdieron todo por "el triple desastre"

El tsunami no solo marcó a los niños que atrapó en su camino, sino también a los afectados por el desastre de Fukushima Daiichi, que además de perder amigos y familiares, tardaron en regresar a sus casas en el mejor de los casos.

Yasuo Takamatsu, de 64 años, perdió a su esposa, Yuko, cuando el tsunami azotó Onagawa, en la prefectura de Miyagi.

“Siempre pienso que pudiera estar en algún sitio cerca”, afirma Yasuo tras haber estado buscándola desde entonces. Incluso obtuvo su licencia de buzo para buscar sus restos y durante siete años se ha ido semanalmente en buceos.

Aparte de sus buceos solitarios, que suma 470 búsquedas y contando, una vez al mes se suma a autoridades locales en búsquedas de unas 2 mil 500 personas cuyos restos siguen sin ser hallados en la región.

Takamatsu dijo que las cicatrices de la ciudad mayormente han sanado, “pero la recuperación de los corazones de la gente... tomará tiempo”.

Hasta ahora, ha encontrado albuumes, ropas y otros objetos, pero nada perteneciente a su esposa. Dice que seguirá buscando a su esposa “mientras mi cuerpo se mueva”.

“En el último mensaje de texto que ella me mandó, dijo: ’¿Estás bien? Quiero irme a casa”, dice. “Estoy seguro de que aún quiere volver a casa”.

Apenas un mes después de que el tsunami se estrelló contra la ciudad, Michihiro Kono asumió las riendas del negocio de salsa de soya de su familia. El hecho de que pudo continuar el negocio de dos siglos es un milagro, dice. La preciada levadura de soya se salvó solamente porque él le había donado parte del laboratorio de una universidad.

En la última década, Kono ha trabajado para reconstruir el negocio en la prefectura de Iwate y este año va a terminar la construcción de una nueva fábrica, remplazando la que fue destruida, en el mismo terreno en el que su familia comenzó a producir salsa de soya en 1807. Incluso lanzó una salsa llamada “Milagro” (Kiseki) en honor a la levadura salvada.

“Es un momento crítico para ver si puedo hacer algo significativo en los próximos 10 años”, dijo el dueño de Yagisawa Shoten Co. “Yo nací aquí ahora estoy de nuevo en la arrancada”.

Pero persisten los retos: La población de la ciudad se ha desplomado y él está tratando de crear redes de negocios más allá de la ciudad. Kono a menudo piensa en las personas muertas por el tsunami, con muchas de las cuales solía discutir planes de revitalización de la ciudad.

“Esas personas querían construir una gran ciudad y yo quiero hacer algo que les haga decir: ‘Bien hecho, lo lograste’, cuando los vea de nuevo en la otra vida”. Dijo.

A unos 10 kilómetros al sur de la destruida planta nuclear, el arrocero Naoto Matsumura desafió la orden de evacuación del gobierno hace una década y se quedó en su granja para proteger su tierra y el ganado abandonado por sus vecinos. Aún sigue ahí.

La mayor parte del pueblo de Tomioka reabrió en el 2017. Pero decenas de casas vecinas alrededor de Matsumura siguen vacías, dejando el área en una profunda oscuridad por la noche. En la ciudad, los desechos radiactivos de las labores de descontaminación en la ciudad siguen almacenados en el área vedada.

La estación ferroviaria central en el pueblo en la prefectura de Fukushima fue remodelada. Se construyó un nuevo centro comercial, por ciento de los 16 mil habitantes de Tomioka regresaron luego que enormes niveles de radiación escaparon de la planta y forzaron a evacuar el pueblo y áreas contiguas. Partes de a ciudad siguen selladas; casas y negocios abandonados.

“Tomó centenares de años de historia y esfuerzos construir esta ciudad y fue destruida instantáneamente. Yo me crié aquí, pero no es más mi hogar”.

Tomó seis años para el levantamiento de la orden de evacuación, pero muchas personas de la ciudad ya encontraron empleo y vivienda en otras partes. La mitad de ellos dicen que han decidido no volver, de acuerdo con un sondeo municipal. Eso ha sido lo mismo en la región.

“¿Quién quiere venir a un lugar así?”, pregunta Matsumura “No veo mucho futuro para esta ciudad”.

Como compañía, Matsumura tiene varias vacas, un pony y perros cazadores de la familia que le ayudan a mantener a raya a los jabalíes. Las vacas son descendientes de aquellas de las de granjas vecinas que él ha retenido, como protesta, luego que el gobierno emitió la orden de sacrificar a miles debido a temores de radiación.

Esta primavera, por primera vez desde el desastre, el granjero de 62 años planea un cultivo experimental de arroz, además de expandir sus esfuerzos de apicultura. “Me quedaré aquí hasta el fin de mi vida”, añade.

"Si estuviera sola, volvería", asegura Megumi Okada, una madre que se fue de Fukushima después de la catástrofe aunque no vivía en una zona de evacuación. "Pero como madre, siento que quiero evitar riesgos para mis hijos", añade desde su nueva residencia en Tokio.

Enseñanzas del terremoto

Las investigaciones japonesas buscan "poder responder a las preocupaciones de la gente" sobre el asunto, dijo en una rueda de prensa el vocero del gobierno japonés, Katsunobu Kato, quien aseguró que "garantizar la salud de los residentes es una de las prioridades de la reconstrucción y recuperación" de la damnificada área.

Así, señala que entre quienes fueron evacuados tras el accidente, hay datos de aumentos de la obesidad, problemas renales, diabetes mellitus o presión alta, entre otros trastornos, algo que se asocia al estrés y al cambio de vida antes que a la radiación, así como un aumento la mortalidad entre las personas mayores de edad.

"Los efectos psicológicos fueron especialmente evidentes entre los evacuados, e incluyeron estrés, ansiedad, depresión, problemas con la bebida y adversos efectos en la salud psicológica entre hijos y sus madres", enumera la Unscear, y señala que esos diagnósticos han ido decreciendo con el tiempo.

La reconstrucción de las áreas dañadas a partir de 2011 produjo un auge en los trabajos de construcción y los negocios en el área. Como resultado, ciudades como Sendai se beneficiaron de un aumento de residentes y los salarios en los trabajos relacionados con la construcción aumentaron.

Muchas comunidades costeras de Japón han reexaminado sus defensas contra tsunamis y sus planes de reacción en respuesta al desastre. Aunque ya se ha recuperado gran parte de la economía japonesa tras el sismo, existe aún diversos pendientes en el tema de la respuesta gubernamental al inicio del incidente.

Tras la crisis de víveres originada tras el terremoto, el gobierno de Tokio aprobó medidas protocolarias en caso de emergencia, como la exigencia a las empresas de almacenar alimentos, agua y suministros de emergencia en sus lugares de trabajo.

El incidente también provocó un aumento en el rechazo a la energía nuclear para alimentar la red eléctrica debido a que generó grades niveles de radiación y contaminación ambiental tras el incidente, principalmente en organizaciones ecologistas.

El saldo y la reconstrucción

Más de 30 billones de yenes (280 mil millones de dólares) han sido gastados hasta ahora en la reedificación, pero incluso el ministro de Reconstrucción, Katsuei Hirasawa, admitió recientemente aún cuando el gobierno ha procedido con nuevos edificios, ha invertido menos en ayudar a las personas a reconstruir sus vidas, por ejemplo, ofreciendo servicios de salud mental por estrés postraumático.

La pandemia también ha tenido un coste económico devastador para muchas víctimas del desastre nuclear, según asociaciones civiles, que han agravado las penurias de los aproximadamente 36 mil evacuados de la zona, según la Agencia de Reconstrucción de Japón.

Sin embargo, los críticos dicen que el número real es mucho mayor, ya que el gobierno no ha analizado las condiciones de vida de los evacuados que se vieron obligados a dispersarse por todo el país, a pesar de las reiteradas solicitudes.

Aunque el gobierno central ha levantado las órdenes de evacuación en muchas de las áreas afectadas, una gran mayoría de sus residentes no ha retornado por las pocas oportunidades de trabajo y las preocupaciones sobre la contaminación radiactiva. Afirman que el lugar está ya limpio de toda radiación. Los residentes no están tan convencidos.

Por el momento solo se ha limpiado el 15 por ciento de la zona de descontaminación delimitada por el gobierno, denunció la organización ecologista Greenpeace en un informe publicado en últimos días, basándose en sus propias mediciones de la radiación.

Muchos de los residentes que estaban en la región no regresaron a sus casas ante el temor de la radiación, e incluso, varios no volvieron a regresar a sus lugares de origen porque encontraron otras oportunidades laborales, principalmente en Tokio. Algunas de las ciudades cercanas a la planta nuclear siguen estando deshabitadas

Un informe publicado el 9 de marzo por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó que no es posible "demostrar un aumento de la incidencia de una enfermedad por la radiación" en la población, si bien menciona la subida de los casos de cáncer de tiroides entre jóvenes, que sin embargo achaca a otros factores.

"No se ha documentado ningún efecto adverso de salud entre los residentes de Fukushima que sea directamente atribuible a la exposición a la radiación del accidente de la planta nuclear de Fukushima Daiichi", sentencia el Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación Atómica (Unscear).

Según los expertos de Unscear, no ha sido posible "demostrar un aumento de la incidencia de una enfermedad por la radiación" a causa del accidente sucedido el 11 de marzo de 2011 en Japón.

El informe de unas 250 páginas habla de una subida de los casos de cáncer de tiroides entre niños y jóvenes, que atribuye al uso masivo de modernos métodos de diagnóstico para detectar problemas en esa glándula.

Respecto a la vida animal, siguen considerando "improbable" que haya habido impactos regionales debido a una relación directa con la radiactividad emitida durante el accidente, aunque sí considera posible que "organismos individuales" se hayan visto afectados.

"Algunos estudios han indicado unos impactos sustanciales en determinados grupos de fauna salvaje, pero esos estudios siguen sometidos a cierta duda", concluye el reporte.