CUARTO PODER | Dos días después

Ningún actor político, ni el presidente de la República, el hombre más y mejor informado del país, ¡vamos! Ninguno de los 5 mejor y más informados en el país puede afirmar con certeza quiénes ganaron.

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Etelberto Cruz Loeza

En democracia la mayoría decide. Es un principio fundamental. Pero en materia electoral, para elegir gobernantes y legisladores, la mayoría manda

José Woldenberg

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Estamos a poco más de un día del cierre de casillas del día electoral.

Aún no se está en confiables condiciones de afirmar qué fue lo que pasó y quiénes ganaron.

Ningún actor político, ni el presidente de la República, el hombre más y mejor informado del país, ¡vamos! Ninguno de los 5 mejor y más informados en el país puede afirmar con certeza quiénes ganaron.

Igualmente, ningún candidato político, ningún partido político, puede afirmar veraz y certeramente que triunfó, que ganó la contienda por la representación popular o la titularidad del Ejecutivo –estatal o municipal–. Nadie.

Quien lo haga, si bien no comete delito, sí está totalmente equivocado y jugando con sus aspiraciones y sueños de mucha gente.

Lo que sí se puede decir es que la mayoría manda y mandará. 

Que un voto hace la diferencia, aunque se vaya a los tribunales.

Muy posible y probablemente el 50 por ciento de toda la contienda se definirá en los tribunales. Hemos llegado a la etapa de la judicialización: nuestras procesos y prácticas político-democráticas se definen en los tribunales y, acaso, triunfe el que haga mejor las cosas o el que haya tenido más y mejor cuidado en sus acciones político electorales e intachablemente, cubrir todo el aparato legal.

Que habló el pueblo, fuente natural del poder.

Que el pueblo, con su voto, entregó premios y aplicó castigos y decidió o reestablecer los mecanismos de contrapesos republicanos constitucionales y equilibrio de poderes o la sobrerrepresentación y las facultades metaconstitucionales.

Actuaron las instituciones: la ciudadanización del proceso electoral y lo harán los tribunales.

Aunque se diga lo contrario, salvo que se acepte por decisión propia, nadie puede obligar a otra persona a votar en determinado sentido. El voto es libre, secreto e intransferible.

El fraude, es probabilísticamente imposible realizarlo, salvo que los ciudadanos que estuvieron en las casillas lo hayan querido y operado. Únicamente así. 

Mayoritariamente, se tuvo tranquilidad y se votó en paz, pese al ambiente social, de algunos puntos focalizados, erizados de violencia, sangre, balas: miedo.

Pese a los deseos de muchos protagonistas políticos –físicos y morales– la sociedad nacional mostró que desde la reforma y gran reforma electoral y posterior verdadera ciudadanización del ahora Instituto Nacional Electoral, la elección la organizan y realizan los ciudadanos, no el gobierno –Federal, estatal y municipal–, ni los partidos políticos. 

México mostró, una ocasión más, que decide su destino político en las urnas, no en las calles; que el voto es el arma del pueblo para decidir su destino político definiendo qué forma de gobierno quiso y deseó que lo gobierne, represente y depositó en ellos su poder, que es finito.

México mostró que somos sociedad que vive en Estado de Derecho y de leyes.

Mostró, además, que nuestras instituciones están fuertes, sujetas a normas, a leyes y que, pacíficamente, en tiempo y forma, habrá relevo de poderes, alternancia y transición en los nuevos depositarios del poder, que reside en el pueblo.

Será un hecho cierto que el país amaneció el día 7, ayer, con nuevo rostro y esqueleto políticos. Otro mosaico cromático será el distintivo de la sociedad nacional por tres años: pluralidad política, minorías, diversidad ideológica. No mayoría aplastante y sí juego democrático.

Si bien no estamos en condiciones confiables y responsables de señalar qué pasó, sí podemos afirmar lo que se superó.

La sociedad superó el ambiente social de inquietud e intranquilidad.

La sociedad nacional dejó atrás la visión y percepción ciertas de que el titular del ejecutivo Federal, impunemente, abusó de los órganos de gobierno que se suponen autónomas,

La sociedad nacional superó –y es deseable que no se repita– el intervencionismo perverso, mal intencionado del titular del Ejecutivo Federal que, dado que no existe en la legislación pena a su ilegal, desmedida y abusiva actuación, metió la cuchara pozolera en todo el periodo de la campaña política para intentar destruir moral y políticamente a oponentes protagonistas políticos. Las sanciones, tanto del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación como del INE, se desconoce si las recibió, si lo castigaron, ni en qué consistió el castigo…total… ¡Ni caso les hizo! Y todo lo que hizo fue delito. No vivimos en Brasil: el estado de Maranháo multó al presidente Jair Bolsonaro por conducta irresponsable al no usar cubrebocas.

La sociedad superó periodo de campañas vacías, sin mensajes, sin ideas fuerza, de política sin fuerza. La sociedad fue y votó porque era necesario.