CUARTO PODER | ¿O autoritarismo o democracia?

AMLO está gobernando un país de manera ineficiente, pues la forma simplista en la que entiende la historia y su incapacidad para hacer frente a la complejidad, son evidentes, haciendo que el sistema democrático se caiga en pedazos.

ETELBERTO CRUZ LOEZA

“Las fuerzas políticas fueron capaces de construir un espacio a la diversidad, pero los gobiernos que emergieron del nuevo arreglo fueron incapaces de hacerse cargo de la mayor fractura estructural del país: su oceánica desigualdad”. José Woldenberg

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Leí con interés colaboración del politólogo José Woldenberg K., ex consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, publicada en sección cultural del diario de circulación nacional, LA RAZÓN, en edición del sábado 22 del pasado enero.

En ella realiza revisión, análisis y crítica a libro de Jesús Silva–Herzog Márquez, La Casa de la Contradicción, editado por Grijalbo. Su autor critica con severidad al régimen de Andrés Manuel López Obrador y de los gobernantes de la alternancia en nuestro país.

Tomo juicios de ambos:

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El presidente, Andrés Manuel López Obrador, está decidido a demoler todo o mucho de lo construido en términos democráticos en nuestro país.

Los resortes que mueven a AMLO: la forma maniquea, simplista en la que entiende la Historia; su arrogancia, que en el fondo es ignorancia, su incapacidad para hacer frente a la complejidad de la vida, sus simplificaciones que incluso lo llevaron a afirmar que gobernar es fácil, su uso de personajes de la historia con los que, paradójicamente, no tiene afinidad (Juárez, Madero, Cárdenas), o con las grandes corrientes del pensamiento, el Liberalismo o la Izquierda, que explota discursivamente, pero niega en la práctica. Su voluntarismo ilustrado, su militarismo, para nada disfrazado, su incontinencia verbal, su capacidad de ocupar el espacio público con un lenguaje elemental, su irrespeto a la ley, a la que entiende solamente como un marco de prohibiciones, contra su voluntad, su reiterada gana de atentar contra las normas e instituciones que soportan la democracia, su aversión al conocimiento científico. La criminal gestión de la pandemia, la construcción de un ejército de leales en el cual las capacidades no importan, su pretensión de ser dueño de la verdad, su mirada tradicionalista, conservadora, frente al potente movimiento feminista, su alejamiento de la racionalidad…y que en la obra de Silva-Herzog están desarrollados están detallados para tratar de comprender la actuación del presidente Andrés Manuel López Obrador.

José Woldenberg expresa varias discrepancias:

1° No existe el votante mexicano. Son votantes mexicanos, que tienen diversas lógicas y motivaciones. Al convertir el plural en singular niega el pluralismo.

2° Los partidos tradicionales quedaron hechos polvo…pero, observando los resultados eso no sucedió y no es la verdad numérica: casi la mitad de los mexicanos, que emitieron su voto, lo hicieron por AMLO y la otra mitad – 47%, por otros candidatos. En el caso del Congreso, la coalición que apoyó al actual presidente obtuvo menos votos que el resto de los partidos, pero, gracias, sobre todo a una violación flagrante de la ley, logró su mayoría constitucional en la Cámara de Diputados. Este hecho, la coalición en el poder, en nada ayudó a nuestra vida política esos resultados.

3° Los partidos opositores, no quedaron hechos polvo, pero sí, profundamente, debilitados.

4° La pluralidad continúa viva en México.

Afirma Woldenberg: Silva- Herzog Márquez…tiene toda la razón al alertarnos sobre los resortes que guían el desmantelamiento de la complejidad democrática y de la profesionalización de los funcionarios estatales, su forma de arrasar con la deliberación, su atropello consistente al pluralismo, su soberanía del capricho, la amputación de órganos del Estado, son eslabones de un modelo que debe ser llamado por su nombre: autocratismo.

José Woldenberg afirma – y con bastante razón-: 1°. -Lo construido en los últimos años es lo que puede, y en algunos casos lo está demostrando, resistir esos impulsos (autocráticos). Los partidos, disminuidos, con brújula errática y lo que se quiera, siguen ahí y son un dique: no desaparecieron. Tampoco perdimos los contrapesos, las reglas. Sin duda hay intentos reiterados por alinear a los otros poderes constitucionales, pero la Suprema Corte, con todos sus zigzagueos y grillas, en ocasiones ha bloqueado iniciativas extremas. La Cámara de Diputados hoy tiene una composición más equilibrada que hace tres años y la coalición gobernante no reúne los votos necesarios para cambiar la Constitución. Algunos medios y plataforma digitales siguen informando y documentando la vida pública.  Algunos órganos autónomos del Estado han resistido e incluso han sido ejemplo de lo que debe ser la vida republicana. Las agrupaciones civiles, mal vistas y anatemizadas no han sido borradas del mapa. 6°. Es una exageración afirmar que frente al motor de la presidencia de la República no hay nada.

Señala Woldenberg: Es eso precisamente lo que se encuentra en juego: o autoritarismo o democracia. O el proyecto del presidente o la fortaleza y resistencia de lo mucho o poco que el país ha construido en términos democráticos, normas, instituciones, procedimientos y valores que siguen actuando con obstinación para ofrecer un mejor marco de coexistencia y competencia de nuestra pluralidad política.

Continúa Woldenberg: la fuerza y debilidad de la democracia es que permite la competencia, la convivencia de la diversidad política, el cambio de los gobiernos sin el costoso expediente de la sangre – tomado de Popper-, pero en sí misma no pretende ni puede ofrecer un tipo de sociedad específica. En su seno florecen políticas de Izquierda, de Derecha conservadoras o progresistas, devastadoras o amigables con el m4edio ambiente, oscurantistas o ilustradas. Distinguir esas dos dimensiones fue quizá lo que no hicimos como país: apreciar las normas, instituciones, procedimientos, fórmulas de convivencia y rutinas de los gobiernos democráticos. A pesar de sus muy malos resultados.

El maestro Fidel Ambriz Ordaz es preciso:  Las democracias no garantizan gobiernos eficientes, sólo gobiernos populares.