Free Jazz

El grito de “¡Free Jazz!” de músicos afroamericanos en Estados Unidos, en los años sesenta del siglo pasado, se dirigía contra la “prisión de la mediocridad americana”.

Gustavo Ogarrio

El grito de “¡Free Jazz!” de músicos afroamericanos en Estados Unidos, en los años sesenta del siglo pasado, se dirigía contra la “prisión de la mediocridad americana” que en ese momento basureaba al blues como una música de “mal gusto” y que quería envolverlo todo con su estética de la nueva esclavitud cultural: la naciente música pop como la matriz que todo lo volvía homogéneo, que “modernizaba” y blanqueaba las otras músicas “manchadas por el color” para hacerlas asimilables a la re-funcionalización del capitalismo puritano que tendría su momento más violento en la era que inauguraba las presidencias de Ronald Reagan (1981-1989).  “¡Free Jazz!” era también el título de un disco de Ornette Coleman de 1961 y que reestablecería el dominio de la improvisación en el jazz. Así lo expresaría el periodista y músico Amiri Baraka en 2009, al poner en perspectiva histórica su propia militancia narrativa y la posible emergencia de una “nueva ola” de la música no hegemónica en el nuevo siglo en Estados Unidos, similar a la de los años sesenta. El signo bajo el cual Baraka escribe sus trabajos periodísticos proviene necesariamente de su experiencia como músico y periodista, de una idea comunitaria de la música afroamericana, de vincular sus propias raíces musicales, es decir, el uso del jazz, del blues (primera música afroamericana) y del bebop (“nuevo énfasis en la tradición no occidental”), raíces y recomienzo silenciados por los violentos procesos de imposición de lo moderno y de la “cultura media norteamericana”, con técnicas e ideas que llevaron esa emoción propia a un modo artístico y político en su manejo y expresión; un modo absolutamente vivo de las raíces afroamericanas en su antagonismo con la rigidez de la música moderna.

PUBLICIDAD