La radio y el sueño

La música que salía de la grabadora se metió esa mañana en el ensueño y acompañó lo que soñaba en ese estar somnoliento…

La música que salía de la grabadora se metió esa mañana en el ensueño y acompañó lo que soñaba en ese estar somnoliento...

Gustavo Ogarrio

Sonó el despertador para levantarme, vestirme e irme a la preparatoria. Me quedé sin despertar del todo, en un ensueño en el que únicamente alcancé a escuchar la radio que había dejado prendida toda la noche y que seguí ahí, balbuceando canciones que se metían directamente en el submarino de mi conciencia aletargada. Tenía una grabadora: un aparato de música que era como una balsa cuadrada de color aluminio que dormía junto a mí. Habrá sido el año de 1986 cuando esto ocurrió: la música que salía de la grabadora se metió esa mañana en el ensueño y acompañó lo que soñaba en ese estar somnoliento. Durante muchos años he intentado retener la trama de ese soñar que duró justo (eso creo yo) lo que duraba una canción en la radio. No he podido. Se ha dispersado lo que soñé, pero ha permanecido el recuerdo de la canción. Queda la huella de ese estar soñando al filo de dos mundos que se fundieron en el mismo caudal de sonido. La canción era “Arizona Sky”, del grupo China Crisis. Lo soñado se quedó en la erosión de lo soñado. También tuve pesadillas con la voz de Elvis Presley. Alguna vez me quedé dormido con una de sus canciones y lejos de caer lentamente en sus redes hipnóticas, el sueño me iba llevando a una de esas orillas que fracturaban cualquier imagen o sensación confortables. Ahí estaba la voz de Elvis saliendo de la radio para acompañarme en una ensoñación de tormenta; en un infierno suavizado por su canto de amor conmovido. Ciertas noches, mis tragedias adolescentes también se consolaban con esos metros cuadrados de voz con trompeta que al mismo tiempo me indicaban que no había caminos trazados para seguir: era Billie Holiday y su “Blue Moon”. Quizás otra voz nos decía: “en sus cabezas está naciendo un monstruo”. Y quizás yo pensaba: “sí, un monstruo que escucha voces y canciones todo el día, el rumor eterno de esa bocina que nos empujaba fuera del mundo”.

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