SANTIAGO DE CHILE

Es Santiago también el lugar de un terror de dictadura desde 1973 que sigue ocurriendo en la memoria del año 1986.

Gustavo Ogarrio

Santiago de Chile es una ciudad enmarcada al menos desde 1956 en un hartazgo del mundo moderno, expresado por la poesía de Nicanor Parra: “La policía atemorizada huye de estos monstruos / En dirección del centro de la ciudad / En donde estallan los grandes incendios de fines de año / Y un valiente encapuchado pone manos arriba a dos madres de la caridad”. Es Santiago también el lugar de un terror de dictadura desde 1973 que sigue ocurriendo en la memoria del año 1986. En la ciudad capital de Chile es donde se va a escenificar el asalto final al gobierno de la Unidad Popular y esa “batalla” de un “pueblo sin armas”, documentada en el cine por Patricio Guzmán; espacio social del bombardeo y de la represión del terror ejemplificador. Después vendrán otras expresiones culturales que darán cuenta de ese campo de batalla material y simbólico, desde las canciones escritas desde afuera por cantautores de otras regiones de América Latina, por ejemplo: “Santiago de Chile”, de Silvio Rodríguez, o el Santiago ensangrentado de Pablo Milanés en “Yo pisaré las calles nuevamente”, hasta novelas posteriores, in situ,  como “Tengo miedo torero”, de Pedro Lemebel y en la que un Santiago de “neumáticos humeando” por sus calles va despertando también de los “relámpagos del apagón”. Es otro Santiago el de 1986 de la novela de Lemebel: “¡Y va a caer!” es el canto popular que se moviliza para derribar a la dictadura de Augusto Pinochet. Todavía se verbalizan las formas autoritarias de la corrección política que censuran la manera de referirse al horror: “Gobierno cívico militar” es el eufemismo para impedir que se le nombre dictadura. La poética de la prosa de Lemebel amplía los márgenes de la poesía misma: la lleva al terreno de la novela y con ello se pueden apreciar en perspectiva histórica y estética las otras poéticas.

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