CIUDAD POSIBLE |Cada vida perdida cuenta

Es el caso de esta semana. Un aparatoso accidente en la autopista Siglo XXI cobró varias vidas, incluyendo las de menores de edad.

Inés Alveano Aguerrebere

Justo hace dos semanas escribí sobre la pandemia que son las muertes y lesiones por accidentes viales. Para mí y las personas que estamos desde hace varios años en el tema, cada vida perdida por un choque o un atropellamiento, es una tragedia. Cada persona duele, y cuenta. No son números: son familias enteras devastadas. Pero a la sociedad y a la prensa sólo parecen interesarles las muertes cuando son numerosas.

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Es el caso de esta semana. Un aparatoso accidente en la autopista Siglo XXI cobró varias vidas, incluyendo las de menores de edad. Todo parece indicar que un tráiler impactó por detrás a varios vehículos que estaban detenidos en una fila, o que iban a una velocidad mucho menor. Algunas notas señalan que esa carretera es una de las que más accidentes tienen. Y ese es un punto muy bueno para tener la conversación que hace falta: si los accidentes suceden frecuentemente, entonces hay algo que no está funcionando bien. Desde la perspectiva sistémica, hay que evaluar por lo menos cuatro pilares de la seguridad vial propuestos por la Organización Mundial de la Salud.

El primero se refiere al Gestor (es decir, el gobierno y/o la empresa responsable de las vías de tránsito y/o la institución encargada de mantener orden en la carretera). Aquí participa tanto la administración de la autopista que, por cierto, es concesionada, como la guardia nacional. Fuentes extraoficiales señalan que la causa de que hubiera fila en la carretera, era que otro vehículo se había accidentado unos kilómetros adelante, por lo que había grúas maniobrando para retirarlo, y deteniendo el tráfico. No se tomaron las precauciones necesarias para advertir a los demás usuarios de estas obras, fundamental en una zona de curvas.

El segundo pilar es la infraestructura. Ello incluye no sólo el mantenimiento de la carretera, sino también su diseño. En teoría, no deberían existir vías con velocidades permitidas mayores a 70 km por hora sin protección central. Lo anterior es debido a que el ser humano no está preparado para resistir físicamente choques frontales mayores a esta velocidad. La carretera siglo XXI maneja velocidades permitidas de entre 80 y 110. La infraestructura debe ser segura y también autoexplicable. Si frecuentemente suceden accidentes es señal de que hay fallas en ella.

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El tercer pilar son los vehículos. Los autos involucrados en la carambola que mayor daño sufrieron, son los que físicamente son más inseguros. El Tsuru, en particular, fue sacado del mercado porque a pesar de ser uno de los más vendidos en México, en colisiones no protegía a sus tripulantes ni a un nivel básico. Los vehículos más grandes siempre son los que pueden causar mayor daño a los demás, a menos que tengan dispositivos tales como sistemas de frenado autónomo.

El cuarto pilar son los usuarios. Se refiere en este caso a los conductores de los vehículos. Mientras mayor es el automotor, mayor responsabilidad (y cuidado al manejar) deben tener. Aquí cabría identificar si el chofer del tráiler iba a una velocidad mayor a la permitida, y si ignoró otros señalamientos. Resalto “cuarto” en mayúsculas porque es importante entender los accidentes desde un enfoque integral con responsabilidades compartidas. En este caso, si los vehículos no hubieran estado detenidos por las maniobras de extracción del otro siniestro, si hubiera habido operativos para alertar de las obras en la carretera, el tráiler no se habría impactado contra ellos, o bien el choque habría sido de menor gravedad.

¿Por qué me detengo en cada pilar? Porque: 1. Sería inexacto e injusto determinar un solo responsable del choque y las pérdidas humanas y materiales, porque en realidad hay varios responsables. 2. Es fundamental la visión integral para evitar posteriores accidentes fatales y 3. Porque cada vida salvada cuenta, no sólo las aparatosas.