El desafío del gasto

El gasto es la figura clave en este momento, porque el futuro del estado depende de dónde, cuándo y cuánto se gaste.

Jaime Darío Oseguera Méndez

Ha iniciado un nuevo sexenio en Michoacán y con ese acto, se renuevan las expectativas sobre el futuro del estado. Siempre que arranca un ciclo, se revive esta sensación de que surjan cosas positivas. También renacen las necesidades y la petición de satisfactores.

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Cierto es que la mejor manera de no desencantarse o, en sentido positivo, de medir mejor el avance de los fenómenos sociales, es una correcta lectura de la realidad. El diagnóstico es central, de otra manera se pierde el tiempo y las energías.

Hay muchos rubros para concentrarse en los desafíos.

El primer gran ámbito es el económico financiero. Tendrá que haber una serie de definiciones en materia del gasto, para visualizar la continuidad de algunos programas, dependencias, actividades económicas o sectores; en resumen para conocer la viabilidad de Michoacán.

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Es evidente que todo depende de los ingresos y si hubiera más tal vez se puede planear mejor, pero no será así. El gasto es la figura clave en este momento, porque el futuro del estado depende de dónde, cuándo y cuánto se gaste.

No se trata solamente de los pagos pendientes, que sin duda son el tema más urgente para la estabilidad del nuevo gobierno, particularmente a los trabajadores de la educación.

Nuestro problema no es de deuda, sino de déficit. Suponiendo que mañana se pagaran todos los pendientes, al día siguiente seguiríamos teniendo deuda, porque se gasta más de lo que se tiene y este es un problema estructural por atender.

Es un asunto de definiciones de fondo. Cualquiera que gasta más de lo que tiene, entra en crisis tarde o temprano.

Habrá que ver a quién y cuánto se está pagando en el sector educativo. No me refiero a los maestros que hacen su tarea, los que van a trabajar; los que están comprometidos con el sector educativo o inclusive a quienes ya se han jubilado e injustamente no reciben sus prestaciones. El problema es con el resto: quienes cobren sin trabajar, los que disfrutan de prebendas sindicales, quienes no han trabajado nunca y cobran siempre, los que están adscritos a espacios que no pueden desempeñar y muchos etcéteras.

Prácticamente todas las instituciones educativas públicas están en la misma condición de apremio, incluyendo por supuesto a la Universidad Michoacana. Ninguna puede transitar mucho tiempo más si no hay una reforma de fondo. Se está acabando la gallina de los huevos de oro.

El desafío del gasto corriente, pone en evidencia la necesidad de cambiar la estructura burocrática, es decir los sueldos y salarios de gobierno en todas sus vertientes.

Desde los municipios que deben liberar recursos si quieren hacer obra, hasta el Gobierno Estatal que tiene particularmente en la Secretaría de Educación y en el gobierno central un peso insoportable. También la gran burocracia deberá ajustarse el cinturón.

Recortar o ajustar el gasto es una tarea ingrata porque es políticamente desgastante. A nadie le gusta. Seguramente no se va a plantear como tal, pero es un problema a enfrentar. Sueldos, salarios, prestaciones, nuevas contrataciones, seguramente deberán ser parte de una reflexión para un Plan de Austeridad. Vamos a ver.

Del gasto depende el crecimiento económico en varios sentidos. De una reestructura del gasto público, esperaríamos incremento sustantivo en materia de infraestructura que en Michoacán se requiere de manera urgente. Gran parte del ofrecimiento fue que el gobierno federal apoyaría los proyectos de un gobierno afín, así que las obras nuevas, la terminación de las que están en construcción y el mantenimiento de las existentes deberían ser la cara de la  nueva administración.

La obra pública tiene un efecto multiplicador y, generalmente puede ser un detonador del gasto privado. Todo depende justamente de que si haya obra y que se distribuya entre los constructores locales y a las diferentes regiones.

El pago a proveedores es un elemento aparte que, sin ser tan significativo como en otros momentos, seguramente tendrá un peso importante en el manejo inicial de los programas de finanzas.

Lo mismo sucede con la deuda que deberá seguramente refinanciarse aunque para ello hay que saber con exactitud cuanto y a quien se debe.

Decía el sociólogo André Belanguer que el llamado a la solidaridad funda la acción política. La forma como el nuevo gobierno plantee su relación con los diferentes sectores de la sociedad michoacana, va a definir el tipo de respaldo que pueda tener en los siguientes años; o rechazo.

Tenemos así también el desafío del gasto en programas y grupos sociales diversos. Los que ya son beneficiados y quienes esperan serlo en función de su vínculo electoral con la nueva administración.

En términos antropológicos se le presenta al nuevo gobierno un problema de fondo: la disputa por el reconocimiento, promoción, respeto y enlace real entre los derechos colectivos de los grupos sociales que hoy reclaman su pago, sus garantías como entidades grupales, los programas, plazas y muchas otras prebendas justas o no, y los derechos individuales de quienes quieren vivir en paz, sin que les cierren vialidades; sin tomas, pintas, incendios o marchan que afecten su libertad de tránsito, expresión y sus propiedades.

Subyacen en el fondo las preguntas: si hay más dinero que repartir, a quiénes, cuánto. Qué tipo de comunidad política vamos a observar en el Michoacán que viene, porque la tragedia sería que pase el tiempo sin definiciones. Los gobiernos funcionan, como quiera que sea, pero no todos transforman. En todo caso, este es un planteamiento que se hace al inicio; para reflexionar sobre las decisiones primeras y distinguir los matices.

Siempre hay una nueva esperanza y ésta, necesariamente, se construye sobre hechos, más allá de la buena voluntad. Deseamos que al gobierno le vaya bien. Es la única manera de que Michoacán avance.