La casa del jabonero

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¿Con esto nos debemos conformar?

Jorge A. Amaral

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En el único estado que le queda como bastión, el PRD cambió de dirigente, es así que Antonio Soto retoma su curul en el Congreso local y Juan Bernardo Corona asume la dirigencia de un partido que tiene una tarea titánica enfrente si es que quiere recuperar algo del esplendor que alguna vez tuvo.
Juan Bernardo Corona recibe un PRD sumamente disminuido, que si no fuera por la figura de Silvano Aureoles, ya representaría aún menos que el PT o cualquier otro de la chiquillada satelital, porque los comicios de 2018 dejaron sumamente diezmado un partido que ya desde antes estaba fracturado por las pugnas internas, por el exceso de corrientes a su interior, por llenarse de gente que sólo vio en el partido una forma de alcanzar buenos cargos con jugosas ganancias, gente que con tal de ganar elecciones era capaz de hacer cualquier pacto con el diablo. Ese fue el tipo de militancia que hizo que de ser tercera y a veces segunda fuerza política, pasara a ser un lastimoso caso.
Los perredistas que quedan ya no saben ni dónde están parados, políticamente hablando, porque aunque digan que son de izquierda, eso no se refleja mucho que digamos, y no es que eso sea malo, lo malo es empeñarse en decirles a sus bases, los campesinos y amas de casa, los obreros y estudiantes, que siguen siendo un partido que hace mucho tiempo dejaron de ser, que siguen luchando por los mismos valores que les dieron sustento y que hicieron que el PRD fuera un partido necesario en la vida democrática de este país en las últimas décadas. Pero hoy, de eso nada queda.
Hubo un tiempo en que sus líderes actuaron como meros mercaderes, negociando posiciones y candidaturas a conveniencia; hoy ni siquiera figuran, han perdido peso, y aunque hay quienes se han empeñado en recuperar un poco de la gloria pasada, el daño en el PRD ya es estructural, los cimientos están demasiado sensibles y debilitados como para ser un organismo que dure mucho. Es hora de que se replanteen la existencia del partido.
Por eso es positivo el llamado que el gobernador Silvano Aureoles hizo a su gabinete y funcionarios de su administración a dejar el glamour y ponerse a trabajar, aunque ya es un poco tarde, porque si eso lo hubieran hecho desde el inicio de la administración, si eso lo hubiera hecho él mismo, quizá la percepción que se tiene del PRD sería otra.

Vino viejo en botellas nuevas

El reciente nombramiento de Leonel Godoy Rangel como secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional de Morena puso al partido del presidente de la República en el centro de las críticas de varios sectores, sobre todo en Michoacán, donde el exgobernador es bien conocido y recordado.
Básicamente Leonel Godoy es el responsable de toda la operación política de Morena, al estar a cargo del padrón de militantes y ser el responsable de los procesos internos del partido, que ya está perredizado en la lucha por la dirigencia nacional, pues los señalamientos de corrupción y malas prácticas no se han hecho esperar.
Y es que no podía ser de otra forma, porque aunque en Morena hay gente verdaderamente comprometida con la cruzada lopezobradorista de corregir el rumbo de este país, también hay personajes que tienen un largo historial de corruptelas y otras cuestiones oscuras en su haber, eso sin contar a personajes que toman decisiones más basadas en arrebatos pasionales que en un análisis de la situación, que fue lo que motivó la renuncia del ahora exsecretario de Hacienda y tantos otros que se han bajado del tren de la Cuarta Transformación.
Es por esa razón que habría que pensarlo dos veces antes de afiliarse al partido del presidente, pues aunque está fundado en buenas intenciones de construir un país mejor, habría que pensar si se quiere compartir filas políticas con quien les abrió la puerta de Michoacán a Los Zetas, o del que les entregó el estado a los de La Familia Michoacana. Hay morenistas buenos, no lo dudo, como en cualquier partido, lo malo son los que van al frente.
Todo lo anterior es nada más sobre el PRD y Morena, y así podríamos irnos partido por partido. Hace años milité en un partido, luego llegué a tener simpatía por otro, pero hoy, a medida que pasa el tiempo, el apartidismo más me convence porque, de verdad, no tenemos mucho de dónde elegir. La pregunta es si estos son los institutos políticos que nos merecemos los mexicanos. Es cuánto.

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