La casa del jabonero

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Mireles y su misoginia

Jorge A. Amaral

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Mucha gente que admiraba a José Manuel Mireles se sintió un tanto decepcionada, y es que eso es lo que pasa cuando se compara a dos personajes interpretados por un mismo actor. Primero, hace años, el médico dio vida al personaje líder de los grupos de autodefensa, y fue un papel que interpretó magistralmente y lo consagró, aunque después, con tantos villanos en escena y con un exceso de personajes secundarios buscando protagonismo, el argumento se desgastó y el personaje de Mireles se volvió gris en la trama, tanto que los productores decidieron sacarlo de la historia un rato y el doctor fue recluido.

Ahora, años después de aquella primera parte de la saga, el actor Mireles regresa al set de grabación, pero ahora ya no encarna al héroe, sino que como es un actor en decadencia, le dan un papel secundario en el ISSSTE. Ese personaje de subdelegado era un arma de doble filo, porque o lo desempeñaba magistralmente para volver a ser considerado para los protagónicos, o terminaba de hundir aún más una carrera que ya estaba acabada. Sucedió lo segundo.

Lo anterior viene a cuento porque esta semana, José Manuel Mireles Valverde causó ámpula al haberse quejado de que en el ISSSTE se pretende afiliar a las concubinas de los derechohabientes, llamándolas “pirujas”. El funcionario se escudó diciendo que él es de Tierra Caliente y que así se habla allá.

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Según la Real Academia Española, esa palabra tiene diferentes acepciones, que cito de forma textual: “1. adj. El Salv. Que no cumple con sus deberes religiosos; 2. f. Mujer joven, libre y desenvuelta; 3. f. despect. Méx. Prostituta”. Es obvio que Mireles lo decía con el sentido que en México tiene el vocablo, y entonces incurre en dos faltas: llamar “prostitutas” a las parejas de los derechohabientes que no están casados por la vía civil, a las mujeres que viven en unión libre, y segunda: decir de manera implícita que las sexoservidoras no merecen seguridad social, lo cual viene a reforzar la misoginia expresada por el exlíder social. Pero además, Mireles dejó claro su desconocimiento de las normas del ISSSTE y de todo lo que se ha tenido que luchar para que las parejas (hombres y mujeres) de los afiliados también puedan tener seguridad social y demás beneficios sin tener que estar casados, y en un momento determinado, no tener que estar lidiando con hijos y viudas o viudos si es que el afiliado tuvo antes un matrimonio.

En fin, esta semana, en ese discurso, salió el Mireles de hace años, el que tenía una novia de 17 años (seguramente para él era lo que dijo de las concubinas) estando casado, el que, según su esposa, siempre fue mujeriego, y por eso ve a las mujeres como trofeos o como “pirujas”.

Por lo pronto se ha pedido que lo destituyan, porque ya suficiente hay con la violencia de género en el estado como para que todavía un funcionario federal la fomente argumentando su origen tierracalenteño, lo cual tampoco es pretexto dado que tengo amigos y conocidos originarios de aquella región y nunca los he escuchado referirse de esa manera a sus parejas.

Pero bueno, idiosincrasias aparte, el peor enemigo de Mireles ha sido su propia boca, pues recordemos que si Alfredo Castillo se decidió a detenerlo, fue porque el médico expuso sus planes de tomar Lázaro Cárdenas y en una de esas hasta la capital del estado, lo que era lógico que no se le iba a permitir bajo ningún motivo. Por eso ahora está pisando la tablita en el barco de la “Cuarta Transformación”, tanto que, pese a su forzada disculpa, ya las mujeres más influyentes del estado exigieron su remoción.

Y, sin embargo, aún hay autodefensas

Los recientes sucesos en Tepalcatepec, tierra de Mireles, pusieron sobre la mesa una realidad insoslayable que el gobierno del estado ha tratado de minimizar: los grupos de autodefensa siguen activos. Quizá ya no tienen el espíritu redentor de Mireles ni la probidad moral de Hipólito Mora, pero de que hay civiles armados protegiendo los pueblos ante las amenazas de otros grupos delictivos, los hay, y eso es lo malo, que aunque se hagan llamar autodefensas, difícilmente lo son, muchos sólo son  matones al servicio de capos locales, quienes están protegidos por el aparato de gobierno y por eso no han pasado en la cárcel más de tres años.

El gobierno federal debe tomar el toro por los cuernos, el presidente debe dejar la pasividad, ya es hora de que la tan cacareada Guardia Nacional deje de nada más acompañar a los policías y peritos cuando recogen cadáveres. Es cuánto.