LA CASA DEL JABONERO | Donde quieras, menos en la banca

Además de los mil 140 muertos que lleva Morelia, el 26 de febrero había 309 casos activos y 235 personas con sospecha de estar contagiadas.

Jorge A. Amaral

El Comité Municipal de Salud de Morelia determinó el pasado viernes la apertura de negocios de los tipos A y B, es decir, tiendas, restaurantes, centros comerciales, gimnasios e iglesias respetando el 50 por ciento de su capacidad, en tanto que los bares operarán hasta las 11:00 de la noche. Todo ello con la anuencia de la Secretaría de Salud estatal.

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Dice la autoridad que esto se debe a que los contagios bajaron en la capital del estado, donde, al corte de este viernes, en que se tomó la decisión, Morelia sumaba un acumulado de 11 mil 865 contagios, de los que 309 estaban activos. Además de los mil 140 muertos que lleva Morelia, el 26 de febrero había 309 casos activos y 235 personas con sospecha de estar contagiadas.

El día que se tomó la determinación, en la capital se presentaron 66 nuevos contagios y 7 fallecimientos. Eso me hace preguntarme si fue lo más prudente.

Y es que, de buenas a primeras, el semáforo rojo empezó a valer sorbete y se decidió que ya era tiempo de regresar a una normalidad que, aunque para las autoridades puede ser parcial o mediana, sabemos que para el común de la gente significa “todos a la calle, pandemic is over”.

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El punto es que las cifras parecen indicar una leve mejoría, pero eso no quiere decir que la pandemia está controlada, no significa que ya podemos relajarnos y juntarnos con nuestros amigos o familiares en un bar o en un café, o que ya es prudente ir a abarrotar un centro comercial. No. El virus ahí sigue y los casos diarios siguen presentándose por decenas.

Y es que el comunicado que se emitió la mañana de este viernes no ofrece datos que permitan corroborar que, efectivamente, la pandemia está controlada en Morelia, que de por sí es el municipio con mayor incidencia. En el comunicado sólo se habla de lo que ya se puede volver a hacer, pero eso sí, enfatiza que debe ser “responsablemente”. No nos hagamos, estimado lector, ambos sabemos que eso de “responsablemente” no surtirá efecto alguno, porque hay miles de personas que ya están hartas de no convivir, de no celebrar en un bar, de no ir a misa como Dios manda: abarrotando los templos los domingos.

Esto demuestra que los protocolos, si alguna vez obedecieron a cuestiones sanitarias, ahora obedecen a directrices comerciales, a la presión de comerciantes y empresarios de todos los tamaños que, se entiende, se han visto severamente afectados por el cierre a que la pandemia obligó desde el año pasado.

Habría que ser muy tonto o muy insensible para entender que las pérdidas que han sufrido empresas de todos los tamaños y giros han impactado no sólo a sus propietarios, sino, más que nada, a sus trabajadores y proveedores. A ello hay que sumar todos los negocios que de plano ya bajaron sus cortinas porque se volvieron insostenibles por pago a empleados, compra de insumos, pago de impuestos, servicios y renta. Por eso es que la decisión de volver a cierta normalidad, aunque imprudente, se volvió necesaria.

Ese es el resultado de toda una historia de políticas económicas y sociales ineficientes, de gobiernos que sólo se han limitado a administrar las crisis, no a combatirlas y revertir los efectos adversos, y no es culpa de Silvano Aureoles o del Ayuntamiento de Morelia, al menos no en su totalidad. El problema viene desde la Federación, tanto los expresidentes como el que está en funciones.

Como le decía, permitir que los negocios retomen sus actividades es necesario, porque hay miles de personas que están pasando serias dificultades, pero no es lo más responsable en un estado en el que la vacuna ha llegado en dosis minúsculas, en que se ha inmunizado a sólo una parte del personal médico y ni qué decir del siguiente grupo en la fila: los adultos mayores. Ya ni pensar en los niños o en personas de que rondamos entre los 20 y los 50 y tantos años.

Lo dado a conocer este viernes por momentos hasta parece un mal chiste, un acuerdo redactado por una mamá buena onda, porque sí podemos ir a bares, cafés y restaurantes, pero no podemos hacer fiestas en casa; podemos ir a pasear y comprar en un centro comercial pero no podemos hacer bailes, se nos permite ir a una iglesia pero no tenemos autorización para hacer un pachangón para el santo patrono, si vamos al Centro a comernos un gazpacho de la Madero, unos churros de San Francisco o un elote de la Cerrada, no hay lío, mientras no se nos ocurra sentarnos en una banca de alguna plaza, porque eso sí está prohibido. Ya ve usted que la COVID-19 sólo se transmite en bailes, jaripeos, palenques y bancas de las plazas. Con eso de que en los bares el virus sólo se pasa a otra persona después de las 11:00 de la noche, no antes.

Sólo falta esperar que ahora que ya les hicieron caso a los empresarios y comerciantes, no le sigan el juego a los dueños de colegios, que también están perdiendo. Ojalá no se les ocurra retomar actividades con el mismo argumento de reactivar la economía. Claro, es que además se viene Semana Santa, y aunque no haya las actividades que tradicionalmente se realizan, hay la esperanza de que algunos turistas nos traigan sus divisas impregnadas de su COVID.

Ahora lo que nos queda es extremar aún más los cuidados, porque la gente va a andar vuelta loca retomando lo que le gusta hacer y el riesgo de contagio aumentará considerablemente. Si las autoridades no han sido responsables y han obedecido sólo a intereses comerciales y políticos, nos toca a nosotros actuar con responsabilidad y no caer en la tentación de ir a ponernos en riesgo y llevar el peligro a las personas que queremos o a nuestros centros de trabajo. Dios nos cuide en las próximas dos o tres semanas.

Premios Los Nuestros

El Partido de la Revolución Democrática ya anunció su lista de prospectos para las diputaciones locales plurinominales. Entre los agraciados de esta edición de los Premios Los Nuestros (como los Premios Lo Nuestro, pero más chafa) está el casi ex rector de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, Martín García Avilés.

El funcionario ha sido un soldado del perredismo silvanista, y por ello es que ha tenido múltiples cargos; entre ellos, dirigente estatal del PRD en 2018, donde sus resultados fueron poco menos que patéticos. Ya en 2016 había sido secretario de los Pueblos Indígenas por presión de Antonio García Conejo y ahí fue repudiado por un sector de los pueblos originarios del estado. Como rector de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán su desempeño también ha estado muy lejos de ser encomiable, ya que constantemente ha sido acusado por los catedráticos de la casa de estudios de ejercer malos manejos, como inflar la nómina con personas afines, contratando más gente de la necesaria y cuya cantidad supera la capacidad financiera de la casa de estudios.

Fue puesto en la rectoría de la UIIM sin experiencia académica para dirigir una universidad, sin una trayectoria como catedrático. Además, constantemente fue señalado de que mientras a los empleados se les debía dinero porque el Congreso no destinaba recursos, el rector, en lugar de hacer gestiones para pagar a los trabajadores que dirige, se la pasó más inmerso en el activismo político en diferentes municipios. Si cree que exagero, vaya a su perfil de Facebook y ahí verá que lleva una muy completa bitácora de sus actividades políticas, pero no hay casi nada en referencia a, ya no digamos sus logros como rector, quedémonos en simples reuniones de trabajo o actividades de la casa de estudios en la que fue puesto por su amistad con los hermanos Aureoles/García Conejo.

Y el problema aquí no es si le dan una plurinominal a Martín García Avilés o a Juan de las Pitas, total, el gobernador y sus allegados mandan y con su partido pueden hacer lo que crean conveniente y para las pluris no necesitan el voto de ningún ciudadano de a pie. El problema es que, con los magros resultados que García Avilés ha ofrecido en sus distintas encomiendas, ¿qué clase de trabajo legislativo podemos esperar? En realidad, nada destacable, sólo se ajustará a lo que la camarilla determine en los cabildeos y negociaciones a cambio de que le aprueben alguna propuesta, y mientras, cuando sea diputado, seguirá haciendo lo que ha hecho hasta ahora: mucho activismo para su partido, porque recuerde que ningún chapulín brinca por sí mismo, requiere los resortes de quienes tienen más poder que él. ¿Y sabe qué es lo peor de todo? Que de los otros 39 personajes que integren la siguiente Legislatura del estado no podremos esperar más, porque ya nos tienen acostumbrados a la timidez de sus resultados legislativos. Al tiempo.

Ni princesa ni esclava

La esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, ¿tiene horas y días establecidos? Digo, porque a veces es una investigadora y escritora, cuyo cargo específico es encabezar el consejo asesor de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica (puesto inventado por su esposo, o hasta por ella misma). También hay días en que funge como primera dama de la nación y madre de un pequeño adorable. Pero otros, los más aciagos, se mete en el personaje de la malvada Reina de Corazones de “Alicia en el País de las Maravillas”, sobre todo si de defender a su esposo de los criminales ataques de la malvada prensa enemiga de la transformación de México. Creo que el presidente, ya que sale todas las mañanas a dar el quién vive, debería incluir el reporte técnico diario del estado de ánimo de la doctora Beatriz Gutiérrez, a veces Müller, a veces de López, a veces Beatriz a secas. Es cuánto.