LA CASA DEL JABONERO | Morelia de todos, de nadie

Así son las cosas, y mientras quienes pueden hacer algo para cambiarlas permanezcan en la hamaca, atendiendo sólo lo que les afecta política y mediáticamente, no habrá variación alguna.

Jorge A. Amaral

En esta semana una organización de transportistas nos demostró una vez más que la ciudad de Morelia es tierra de nadie. Resulta ser que un líder de la Corporación Michoacana de Transportistas (Comit) se agarró a trancazos en la vía pública con un chofer de otra agrupación por el control de la ruta. Fue entonces cuando intervinieron policías municipales de Morelia para poner un alto a la riña y se llevaron detenidos a los broncudos.

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Ante la detención de su líder, como viles delincuentes cuando les capturan a un jefe de plaza, decenas de operadores agremiados a Comit comenzaron a bloquear la avenida Madero, en el Centro de Morelia, así como arterias principales y accesos a la ciudad en exigencia de que su líder fuera liberado.

La medida no fue una protesta, porque no se esgrimieron consignas ni se pidió ser atendidos por las autoridades. No, la acción de estos grupos de transportistas fue un mero secuestro de la ciudad, un chantaje a las autoridades para que un infractor de las normas fuera liberado. Sólo les faltó quemar carros o gasolineras parea que eso fuera un narcobloqueo.

Los agentes municipales hicieron lo correcto: detener a alguien que altera el orden público y llevarlo ante un juez cívico, quien debe determinar cuánto tiempo estará en barandilla o si hay que consignarlo ante la Fiscalía, dependiendo del caso. Quienes quedaron a deber fueron las autoridades estatales, que no dijeron ni pío en torno al tema y más bien metieron la cabeza en la arena, porque ni el gobernador, ni el secretario de Seguridad Pública, tan amante de las fotos y los boletines; ni el secretario de Gobierno, tan ávido de la atención pública, mencionaron nada, y más bien parece que le dejaron todo el paquete al Ayuntamiento de Morelia, que tampoco hizo gran cosa.

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Pero usted se preguntará lo mismo que yo: ¿no se supone que en el organigrama del gobierno del estado aparece una cosa llamada “Comisión Coordinadora del Transporte”? Pues sí, ahí aparece esa dependencia, y resulta que tiene titular, un fulano llamado Antonio Godoy, un joven muy entusiasta de las bicicletas y la movilidad sin topes, sin semáforos, sin puentes peatonales, pura buena ondita vial como en Europa, o al menos eso pretendió cuando fue titular Movilidad con Raúl Morón y Humberto Arroniz en el Ayuntamiento, y por ello pretendió llenar la ciudad de ciclovías, lo que tantas críticas le valió justo del sector que se supone hoy debería coordinar en Michoacán.

Pero no hay control gubernamental, porque el joven Godoy quién sabe qué haga en la dependencia donde está becado, y es que, se diga lo que se diga, el jueves quedó demostrado quién tiene la rectoría del transporte en el estado: los líderes de Comit, Comisión Reguladora del Transporte y demás agrupaciones que pueden tomar la ciudad en sus manos y hacer con ella lo que quieran si algo no les gusta.

Esta problemática no es de hoy, ya desde hace muchos años el sector transportista opera bajo sus propias reglas y términos puesto que en muchos gobiernos anteriores se les usó como botín político a cambio de concesiones y demás beneficios, que es lo mismo que ha pasado con sindicatos como los magisteriales: la ambición política y los intereses gremiales se mezclan para beneficiarse mutuamente, quedando en medio la ciudadanía, a la que nada le toca de esos beneficios.

De repente uno estucha comentarios sobre la impunidad con que camiones de las rutas del poniente de la ciudad no sólo transitan a sus anchas por carriles centrales de la avenida Madero, sino que hasta pasaje suben y bajan, cuando por ley deberían hacerlo por los laterales, sin que autoridad alguna intervenga. La razón está justo en lo que vimos el jueves: la impunidad. ¿De qué sirve que un agente infraccione o detenga a un chofer si de inmediato su jefe de plaza o líder o como se le llame va a orquestar un bloqueo similar a los que el narco hace? Pongámonos en los zapatos de ese agente: ¿tiene sentido hacer valer la ley si los poderes fácticos son más grandes y a las autoridades, los jefes de ese policía, les tiembla la mano porque deben favores políticos?

Pero bueno, así son las cosas, y mientras quienes pueden hacer algo para cambiarlas permanezcan en la hamaca, atendiendo sólo lo que les afecta política y mediáticamente, no habrá variación alguna.

Mensajes positivos

Esta semana platiqué con Diego Ramírez, promotor de espectáculos que trae a Morelia un show infantil muy popular en todo el país. Durante la charla, el empresario me hablaba de las diferencias entre los distintos tipos de espectáculos, pues me comentaba que él, como amante del automovilismo, cuando va a una carrera o un evento similar, sale con tal adrenalina que se siente piloto, y que lo mismo sucede con otros espectáculos: al salir de uno infantil como el que él presenta hoy en Morelia, los mismos adultos salen cargados con la energía que los niños desbordan, a diferencia de las presentaciones de ciertos cantantes, cuyo público sale cargado de maldad.

Durante la semana seguí con esa idea en la mente. Ve uno por la calle cómo los adolescentes no sólo imitan las formas y estilos de sus cantantes favoritos (algo sumamente normal), sino que adoptan actitudes dignas de un matón, y esto se debe a que reciben mensajes cargados de violencia y ensalzamiento a los grupos delictivos y capos que los encabezan.

Muchos de esos cantantes hablan de “tener todo controlado”, de “respeto al viejón”, que si “el señor del sombrero”, que “seguimos laborando”, y hablan de ser “bélicos” y toda la parafernalia marca. En cuanto a su público, soy honesto: no sé si no entienden las dimensiones de lo que escuchan o si de plano carecen de sensibilidad, porque no es muy difícil que digamos acceder a videos de interrogatorios, balaceras, ejecuciones, desmembramientos y demás barbaridades que hace el narco, como parta no darse cuenta. Y es que sí, muy bonito su corrido al Chapo, al Mayo o cualquier otro narco, pero hay que ser de plano muy ignorante para no darse una idea de la cantidad de vidas humanas que esos hombres y sus actividades han costado a este país, cómo las regiones donde los grupos delictivos han sentado sus reales se han ido al carajo, con miles de personas que deben dejar sus hogares, sus patrimonio, su vida entera, ante las amenazas, como ha sucedido en Tierra Caliente y en otros puntos de la entidad, donde los ranchos ya se están quedando solos.

Quizá a estos jóvenes y adolescentes les da lo mismo porque ya nacieron en este entorno de narcoviolencia cotidiana, porque quienes somos más viejos aún disfrutamos de la seguridad de andar a cualquier hora de la noche o el día sin más riesgo que ser asaltados por un delincuente común en ciertas zonas, aún pudimos pasear por pueblos y ranchos sin temor a ser confundidos, levantados y desaparecidos. Y por eso es que vemos las diferencias y con impotencia y rabia presenciamos cómo todo se va a la chingada.

Pero bien, antes como antes y ahora como ahora. No queda más que adaptarnos, aprender a cuidarnos y ver cómo nuestros jóvenes ensalzan a delincuentes e idealizan a los criminales gracias a músicos igual de ignorantes que el público que los escucha, y con padres de familia que no orientan a sus hijos.

Y no, no es que me asuste con la música, porque la narcocultura no es la raíz del narco, sino un reflejo de él, un conjunto de manifestaciones artísticas, estilísticas e idiosincráticas influidas por la actividad delictiva y quienes la ejercen. De hecho en esos géneros he escuchado excelentes músicos, que saben hacer un buen arreglo y una buena interpretación. Lo malo es que sus mensajes llegan a mentes maleables e impresionables que se van con la finta de pensar que eso es bueno y loable, que van a llegar a ser auténticos barones de la droga, cuando en realidad su esperanza de vida no va más allá de un año pues muy pocos logran llegar a adultos y, de seguir, ninguno morirá de viejo en una industria donde todo ser humano es desechable.

Jazz, alimento del alma

Este vienes se conmemoró el Día Internacional del Jazz, y no es cualquier cosa. Alguna vez alguien decía que el jazz es la música de los músicos, no porque sólo ellos lo aprecien o entiendan, sino porque ese género es un campo de juegos para cualquier ejecutante. En el jazz las posibilidades son infinitas, ya sea desde una partitura o desde la improvisación. Pero como escuchas, el jazz tampoco tiene límites. Por eso es que Carlos Santana alguna vez dijo que si el rock es un lago, el jazz es un océano. Y es que lo mismo podemos estar en la playa más apacible que surfeando una ola gigantesca, igual podemos sentir la brisa que de repente vernos envueltos en un huracán, y si escuchamos jazz japonés, en el tifón más violento de la historia.

En fin, escuche jazz (le aseguro que hay un estilo para cada quien), compártalo con sus hijos. Quizá de momento no les guste, pero puede que algún día decidan darle una oportunidad, entonces la humanidad habrá ganado. Es cuánto.