Soledad tumultuaria

Se dice que López Obrador vive en su propia burbuja. En tal caso su burbuja incluiría la mayor parte del territorio, que recorre incesantemente desde hace décadas…

Jorge Zepeda Patterson

“Te has quedado solo en la defensa del presidente”, me dijo la semana pasada el moderador de un panel; “¿Qué se siente ser el único que habla bien de la 4T?” inquirió otro hace unos días, mirándome con extrañeza y con un dejo de reproche; y, en un exceso, un entrevistador de radio me presentó como el único columnista que escribe a favor de López Obrador.

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 Desde luego no es así; no escribo siempre a favor de AMLO, y cuando lo hago también señalo lo que me parecen sus descalabros, y tampoco soy el único que trata de ponderar los aciertos del actual gobierno allá donde los hay. Pese a la inconveniencia de iniciar este artículo en primera persona, poco recomendable en un texto periodístico, lo que deseo resaltar es la perplejidad de estos colegas que observan con curiosidad que uno de los suyos sostenga una posición tan evidentemente equivocada y no se sume al coro universal.

Y justamente, la existencia de ese “coro universal” es lo que quiero destacar. ¿Cómo entender que 60% de la población apruebe a su presidente y que los periodistas consideren una anomalía el hecho de que sí lo haga un columnista?  ¿No debería ser lo contrario tratándose de una prensa que se ufana de retratar la realidad de manera profesional y razonablemente objetiva?

Se dice que López Obrador vive en su propia burbuja. En tal caso su burbuja incluiría la mayor parte del territorio, que recorre incesantemente desde hace décadas y prácticamente todas las semanas del año, e incluye a ese 60% de la población que lo aprueba y asume que el presidente habla en su nombre. Siendo así habría que preguntarnos si no somos nosotros, la mayor parte de la clase media y alta, minoría en este país, los que vivimos en una burbuja que no incluye a la mayoría de los mexicanos. Eso no nos importa porque damos por sentado que esta minoría sí sabe lo que le conviene al país de todos, a pesar de que la mayor parte de esos “todos” no parezcan estar de acuerdo. Arropados por nuestros medios de comunicación, nuestros conductores de radio y televisión, por columnistas afines, por redes sociales que son espejo de nuestras certezas, de charlas de sobremesa redundantes de nuestros miedos e indignaciones, de una narrativa que nos convierte en la gente sensata frente a la insensatez de alguien que dice hablar en nombre de todos los que no somos nosotros. 

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Creo que hay cosas que no funcionan en la 4T, que López Obrador comete errores y no hay una Mañanera en la que no lamente alguno de sus dichos, provocaciones y fugas al siglo XIX. Pero no tengo ninguna duda de que todos esos inconvenientes mayores y menores, palidecen frente a la infamia de gobiernos corruptos e irresponsables que condenaron a tantos mexicanos a la economía informal, a la migración, a engrosar las filas del crimen organizado.

No se sí vaya a funcionar Dos Bocas o si el Tren Maya justifique los recursos que exige en tiempos de crisis, pero estoy cierto de que la andanada de descalificaciones que ha merecido por parte de la comentocracia, absolutamente desproporcionadas con respecto a las que merecieron los programas faraónicos y corruptos de Peña Nieto, ya no permiten hacerse una clara idea de sus ventajas y desventajas. Lo que sí sé es que al menos intentan llevar empleo e inversión al sureste abandonado y también sé que estos proyectos no fueron concebidos con el propósito de enriquecer a una cúpula de funcionarios y empresarios leoninos.

No, no soy lopezobradorista, pero coincido plenamente con su idea de que ha llegado el tiempo de los pobres para beneficio de todos. Más aún, me parece un milagro político que en un país tan desigual y de tantos privilegios se haya abierto el camino a Palacio un líder social que genuinamente busca el beneficio de los de abajo y, por una vez, no trabaja por los privilegios de los de arriba. Aunque cometa equívocos y haga sorteos de avión que me cuesta entender.

Pero ¿cómo estar en desacuerdo con alguien que se ha impuesto llevar internet a las localidades rurales y una sucursal bancaria a toda cabecera municipal, para hacer partícipes a millones de marginados de algo que usted y yo consideramos indispensable? ¿Cómo no coincidir, en lo general, aunque no en los detalles, con alguien que se atreve a entregar los recursos a los productores sin hacerlo pasar por los chantajistas de Antorcha Campesina y similares; que combate por vez primera la evasión fiscal; que elimina el gasto suntuario de los funcionarios y combate la corrupción enquistada en la burocracia; que levanta también por vez primera el salario mínimo y el poder adquisitivo de las mayorías?

¿Qué sus políticas públicas no son lo mejor para el país? Ajá. ¿Y de cuál país están hablando?

Hay muchas cosas de la 4T que resultan absurdas desde la perspectiva del tercio económicamente superior de la población. Para esa burbuja no tienen sentido las decisiones que se toman en función de la otra burbuja, como tampoco se entiende que un columnista que escriba en sus medios vea virtudes en un presidente que no habla inglés, que es innecesariamente rijoso, que divaga en relatos de historia nacional o da manotazos a instituciones consideradas sacrosantas para el status quo. Sí, pero más allá del terrible contratiempo que supone la pandemia y la controversia de si tal fideicomiso o no, me parece que el país inició por fin un impulso pendular en la dirección que esperábamos por razones éticas o de practicidad política, para atender la agenda cada vez más urgente de los que menos tienen. López Obrador “nos salió barato” considerando la rabia y exasperación de las mayorías que no cupieron en el modelo que instauramos a nuestro favor en las últimas décadas. 

No estoy aquí para defender a López Obrador, pero sí para dar cuenta de que está hablando y actuando, no sin exabruptos y desaciertos, desde la agenda pendiente, los muchos que habitan en ella y a partir de la necesidad de, por una vez, pensar en los otros.

@jorgezepedap