El fenómeno Xóchitl

Lo que se juega en México en 2024 es la apuesta más peligrosa que recuerde la historia reciente: o se vota por una dictadura populista con respaldo militar, cercana a los intereses del “malamén”, o se vota por recuperar y preservar una democracia con respaldo ciudadano.

Leopoldo González

Xóchitl Gálvez, por la forma en que irrumpió en la contienda presidencial y por su sorpresivo crecimiento, logrado en unos cuantos días, es todo un fenómeno rumbo a 2024.

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Su nombre, su origen indígena, su sencillez y su ingenio comunicativo conectan de inmediato con votantes de todos los sectores sociales que creen que no se puede aplazar un día, una semana o un mes más, un cambio de rumbo en México.

Xóchitl representa la voz y la esperanza de millones y millones de mexicanos que están hartos de AMLO y de la 4T, y que abrigan temores fundados sobre una dictadura populista en México, en el supuesto de que la candidata oficial gane sin trampas ni cochupos la elección presidencial de 2024.

La moneda falsa de Movimiento Ciudadano (MC), primero con el junior del norte y ahora con el hampón que trabaja como dueño de ese partido, no deja de ser una farsa para el juego político y una tomadura de pelo para los ciudadanos. MC perdió toda credibilidad: todo lo que venga de ahí trae un tufo descompuesto que sólo la alcantarilla puede superar. Hasta en el arte de hacerle al bufón y al payaso hay niveles, pero MC lo ignora.

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Xóchitl es coloquial y malhablada porque viene de abajo y desea conectar con toda clase de votantes, no porque carezca de un vocabulario culto. Por decirlo de algún modo, es su forma de ser empática en un país en el que el estilo presidencial perdió toda posibilidad de empatía con el prójimo.

Pese a la percepción que en ocasiones deja en algunos, Xóchitl trae una formación política de izquierda y realmente progresista, por haber militado en la Liga Obrera Marxista (LOM) y haber leído la obra de José Carlos Mariátegui, el peruano que exploró los posibles puntos de contacto entre el socialismo y el indigenismo.

Aunque muchos no lo saben, Xóchitl trae una ingeniería y una maestría de la UNAM, además de haberse especializado en el diseño de edificios inteligentes, todo lo cual la llevó a irrumpir en el mundo empresarial con la creación de tres empresas en el ramo.

Xóchitl Gálvez conoce México y sus regiones, no sólo por motivos laborales, sino porque hizo trabajo comunitario y desarrollo de infraestructura en más de 40 etnias del interior del país, siendo titular de la Coordinación Interinstitucional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de México.

En un careo de capacidades, de experiencia y sensibilidad, de discurso y empatía, nada que ver entre una candidata oficial que no convence ni emociona y una Xóchitl Gálvez que ha hecho de los dolores ciudadanos el estandarte de su lucha y del Frente Amplio por México (FAM).

Lo que se juega en México en 2024 es la apuesta más peligrosa que recuerde la historia reciente: o se vota por una dictadura populista con respaldo militar, cercana a los intereses del “malamén”, o se vota por recuperar y preservar una democracia con respaldo ciudadano. Optar por lo primero sería condenar a México a varios sexenios de oscuridad; hacerlo por lo segundo sería no resignarnos a ser una nación sometida ni una República del silencio.

Hoy, no se ocupa a un embustero que venga a hacer gala de impunidad declarativa todas las mañanas, ni un perfil que pretenda esconder todas sus ineptitudes culpando al pasado.

En tiempos extraordinarios se ocupan liderazgos extraordinarios y una ciudadanía también extraordinaria. Los que metieron a México en la problemática actual, sufragando en 2018 por una aventura cuya esencia desconocían, han tenido tiempo suficiente para el golpe de pecho, el remordimiento y el acto de contrición como penitencia. Hacer fila en el ejército de los arrepentidos de algún modo amortigua y lava culpabilidades. Ojalá esta vez se conduzcan de conformidad con el peligro que se nos viene encima.

Franklin Delano Roosevelt salvó a Estados Unidos en la “Gran Depresión” del 29-34, aplicando los correctivos que aconsejó a tiempo John Maynard Keynes, el economista en jefe que oxigenó y reanimó al capitalismo de mercado antes y después de la Segunda Guerra.

Winston Churchill salvó a la Gran Bretaña, como primer ministro y comandante supremo de las fuerzas armadas, frente a un Adolf Hitler que pretendía empinar a Europa y someter al mundo. “Mi voz será como el rugido de un león” en la defensa de la patria, dijo a los londinenses en la plaza más grande del país.  

Mijail Gorbachov, uno de los más grandes reformistas del siglo XX, logró derribar desde adentro la gran impostura de izquierda que fue el mal llamado “socialismo real”, instaurando en la exURSS una reforma democrática y abriendo ese país a las corrientes de la modernidad.

Václav Havel salvó a Checoslovaquia en dos ocasiones: en la “Primavera de Praga” de fines de los sesenta y luego en 1991, cuando cayó la Cortina de Hierro y los checos y eslovacos lo hicieron su presidente desde la voz de las urnas.

México necesita salvarse desde sí y a través de sí mismo, construyendo con inteligencia una figura simbólica que se coloque a la altura de su desesperada esperanza.

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Un camino de salvación sólo existe, cuando los que necesitan ser salvados lo saben y actúan en consecuencia.

leglezquin@yahoo.com