Lo que estará en juego el 6 de junio

Puede decirse que la del 6 de junio será más importante que una elección presidencial, porque de ella saldrán los funcionarios de elección popular.

Leopoldo González

Las elecciones del 6 de junio, por su tamaño y por lo que habremos de decidir en ellas, serán importantes porque de lo que ahí decidamos dependen el presente y el futuro de México.

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Incluso, puede decirse que la del 6 de junio será más importante que una elección presidencial, porque de ella saldrán los funcionarios de elección popular y los mecanismos que permitan reforzar el estilo morenista de gobernar o acotarlo y ponerle límites.

En este sentido, esta elección puede ser la aduana al más horrendo autoritarismo político o el picaporte a la restauración de la democracia constitucional en nuestro país.

Por su agenda y sus dichos se reconoce a los distintos actores políticos; sí, pero también por lo que han hecho, por sus acciones y por lo que dicen que harán llegando al poder.

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Aunque las elecciones demedio periodo nunca favorecen al partido gobernante, en este caso Morena, debemos tener claro que el valor de esta elección es el de un plebiscito: o se da al actual gobierno más poder y las canicas suficientes para consolidar la dictadura populista, o desde la voz de las urnas le ponemos freno y restauramos la democracia.

Es una situación de emergencia nacional a la que se enfrenta México, por más que algunos no lo vean así y otros no entiendan lo que verdaderamente estará en juego en la elección que viene.

Desde 2018 México es el escenario de aplicación de las tesis y resolutivos del Foro de Sao Paulo, que ordenan la destrucción inmediata y fulminante del Estado-nación, para que sobre sus ruinas impere el personalismo ignorante y caprichoso del hombre providencial: la sombra del Mesías.

De la forma de Estado que teníamos ya queda muy poco: la división de poderes es el monólogo del bufón y las marionetas; el federalismo es mitad comedia y mitad tragedia, cuya defensa debemos agradecer a la Alianza Federalista, en la que está Michoacán; una política federal de salud no la hay para los más pobres y débiles; la seguridad pública consiste en abrazar y apapachar a los criminales; la economía es sólo una metáfora del poder, porque al final del día es sólo ubrenamental; la educación ha sido puesta al servicio de mafias magisteriales. Es decir, el Estado en su forma jurídica pura no existe: ahora es un Estado Ejidal Concesionado en el que las parcelas sirven a los caciques y rufianes que le rinden tributo a Huitzilopochtli, el señor del gran poder.

Si además de que ya no hay fideicomisos, fondo para desastres naturales, estancias infantiles ni seguro popular, lo que se quiere es que México sea un eslabón más de las repúblicas que le rinden culto de adoración al banano, el camino de la ceguera es más que claro.

Lo que el morenazgo político no ha destruido hasta hoy, a veces por una opinión pública e intelectual crítica y otras por una oposición digna, lo piensa destruir con su nueva mayoría en la Cámara de Diputados.

La contracción de la economía es de 5.4 y la pérdida de empleos es de 2.4 millones en 2021, la mayor catástrofe para México en los últimos 30 años. Esto va a agravarse si gana Morena la mayoría legislativa, porque su gente no representa al pueblo que dice representar sino a la sombra del Mesías a quien debela candidatura.

La suerte de los órganos jurisdiccionales y de las instituciones del país, será la misma si gana Morena, porque contrapesos como el INE y la Auditoría Superior de la Federación, desaparecerían como tales para suplantarlos por apéndices y empleados menores del titular del Ejecutivo, tal como sucedió con la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Si ahora la Suprema Corte duda entre servir a la ley y servir al Primer Mandatario, con una elección en la bolsa ya no habría duda: la lambisconería oficial y oficiosa cargaría los dados judiciales en favor del tlatoani.

En la historia de las naciones, la peor encrucijada se da cuando todas las alternativas se reducen a una. Por fortuna no es el caso de México, todavía.

A veces también ocurre, por las truculencias del poder, que una ilusión óptica crea la sensación de que las alternativas son muchas, como en el libreto del héroe de las mil caras. Pero las ilusiones, cuando surgen y cobran cuerpo en el fondo emocional de los pueblos, son ilusiones de humo.

Puede decirse que una democracia tiene salvación cuando hay en el redondel de su vida pública por lo menos dos alternativas. Este es el caso de Michoacán y de México. Todo el chiste está en que como ciudadanos sepamos escoger la alternativa correcta, como si fuese el último vagón para salvar a nuestra democracia.

Pisapapeles

Para que haya democracia tiene que haber demócratas. Y hasta donde se sabe, sólo los demócratas pueden asegurar la salvación de la democracia.

leglezquin@yahoo.com