PUNTO NEURÁLGICO | La estrategia contra el crimen

El presidente López Obrador se reiteró pacifista y consideró que, no obstante, las duras críticas que enfrenta, camina por la ruta correcta en su estrategia para apaciguar al país.

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Luis Sigfrido Gómez Campos

Recientemente durante su rueda de prensa matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador ratificó abiertamente su disposición a continuar su estrategia de abrazos no balazos en su lucha contra la delincuencia, “aunque a algunos les dé risa”, dijo. También explicó que está en contra de la política de “mátenlos en caliente” y que él no es Felipe ni es Peña Nieto, refiriéndose a su fallida “guerra” contra el narcotráfico, manifiesta en el primero, e implícita, en el segundo.

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El presidente López Obrador se reiteró pacifista y consideró que, no obstante, las duras críticas que enfrenta, camina por la ruta correcta en su estrategia para apaciguar al país. “Yo tengo otros datos”, le respondió al periodista de Univisión, Jorge Ramos.

De entrada, nadie puede reprocharle a un pacifista que lo sea. Elegir entre la paz y la guerra, resulta estúpido elegir la segunda opción. La alterativa cristiana de poner la otra mejilla cuando se acaba de recibir una bofetada es una opción encomiable desde el punto de vista ético religioso, ni duda cabe. Pero cuando se trata de dirigir el destino de un país que vive asediado por la violencia ¿será una opción válida?

Entre un Mahatma Gandhi y un Hitler ¡Claro que elijo la opción de ser Alma Grande!, eso no debe estar en duda. Nadie en su cabal juicio elegiría la guerra como opción si cabe la posibilidad de que nos lleve al mismo camino de conseguir un estado de bienestar.

El problema estriba en que la solución a este dilema no es puramente teórica, se trata de una bronca de tipo práctico en el que, cualquier disyuntiva que elijamos, tendrá grandes repercusiones para la sociedad en la que vivimos.

Lo importante, a fin de cuentas, en términos de gobernabilidad, es establecer condiciones de seguridad para las personas y comunidades en una sociedad. Esa debe de ser la tarea principal del gobierno. A los gobernados no les importa el tipo de estrategias para garantizar esas condiciones de seguridad que les permita vivir tranquilamente.

Lo que resulta hasta cierto punto paradójico es la militarización del país y la creación de una Guardia Nacional con mando castrense cuya finalidad no va dirigida a enfrentar a la delincuencia organizada. Se están construyendo cuarteles en las diversas regiones del país para dignificar la presencia de los grupos castrenses y de la Guardia Nacional, pero se evita en lo posible cualquier confrontación.

El presidente le ha apostado, según lo ha referido en varias ocasiones, a combatir las causas que generan la violencia: la erradicación de la pobreza extrema con programas como “Sembrando vida” y el apoyo directo a los jóvenes de los sectores marginados para que tengan otras alternativas de vida y arrebatarlos de las garras de la delincuencia.

Sin embargo, sus críticos le cuestionan permanentemente su falta de resultados en materia de seguridad pública, y es que, según parece, la estrategia de López Obrador, siendo correcta en cuanto al fondo, no tiene efectos a corto plazo, sino sus beneficios se verían reflejados, de continuarse con esta política humanitaria, dentro de algunos años más allá de lo que su sexenio le permitiría.

El grado de violencia de algunas imágenes que se difunden en las redes sociales resulta aterrador. Parece que a un buen número de delincuentes no les toca las fibras de su corazón el mensaje humanitario del presidente, prefieren seguir “calentando plazas” en un afán por agrandar su poderío.

La mayoría de las críticas que se hacen al presidente López Obrador en materia de seguridad pública y combate a la delincuencia se dan en el sentido de ridiculizar su discurso: su estrategia de “abrazos, no balazos”, equivale, según sus críticos, a “dar margaritas a los cerdos”, pues a un sector importante de la delincuencia no le importa las buenas intenciones de la autoridad.

Acorde con este pensamiento, un gran sector de la población, atemorizada por la violencia que se difunde en los medios de comunicación y en las propias redes sociales, se suma a la crítica de exigir al gobierno resultados inmediatos.

Lo grave del asunto es que ya no estamos en posibilidades de evaluar si los reclamos de un determinado grupo social son legítimos o no. Tal es el caso de los pobladores de Aguililla a los que el presidente les pidió que actúen con prudencia y no caigan en la tentación de ser objeto de manipulación de algún grupo de la delincuencia organizada.

Llega a tal grado la confusión que no es posible saber si un grupo de supuestos autodefensas se organizan con el real propósito de defenderse de los grupos criminales o constituyen un brazo más de la delincuencia organizada.

Lo cierto es que del resultado de esta estrategia para pacificar al país depende, en gran medida, la consolidación del proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador. El combate frontal a la corrupción, la austeridad republicana, dar prioridad a satisfacer las necesidades de los más pobres, sembrar vida y otros programas importantes de la 4T, tienen como condición indispensable para su funcionamiento, que todo se pueda implementar en un clima de tranquilidad y paz social.

luissigfrido@hotmail.com