PUNTO NEURÁLGICO | La reinterpretación de nuestra historia

La portada principal de la revista Proceso de este 15 de agosto resalta: 500 años de la caída del Imperio Mexica, y la cabeza principal con letras mayúsculas: celebración de cartón…

Luis Sigfrido Gómez Campos

El gobierno federal decidió festejar en grande los hechos históricos más importantes de la historia de México que fueran coincidentes con este año de 2021: La fundación de México-Tenochtitlan (1321), la efeméride de la conquista (1521), la consumación de la Independencia (1821) y la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) (1921). La buena intención de la Coordinación de la Memoria Histórica y Cultural de México, cuya presidenta honoraria es la esposa del presidente Beatriz Gutiérrez Müller, ha generado una gran polémica que tiende a empañar el brillo de estas conmemoraciones que pretendieron ser magnas.

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Uno de los principales problemas surgió con la acusación de querer hacer empatar las fechas porque se pretendió, según demostraron los historiadores más conspicuos durante esta gran polémica, cambiar la fecha de fundación de la ciudad de México-Tenochtitlan, para hacerla coincidir con estos festejos. La mayoría de los historiadores coincide en que la fundación de esta gran ciudad acaeció en 1325, y no en 1321, como se pretendió decretar de manera oficial.

En fin, que este pequeño dislate llegó a restarle cierto grado de lucimiento a estos festejos que pretendían simplemente hacer coincidir las fechas importantes de nuestra historia.

Otro asunto que ha generado gran polémica, relacionado con estas fechas conmemorativas, es el de las disculpas que solicitó a España el presidente López Obrador, por los agravios sufridos por los pueblos indígenas durante la conquista, así como la misiva entregada por la esposa del presidente al mismísimo Papa Francisco, en la cual también pedía que la Iglesia católica se disculpe por los abusos cometidos durante el mismo periodo. Ni el gobierno de España, ni el Papa, respondieron a esta petición. Pero en nuestro país sí causó una gran polémica entre quienes consideran que la petición presidencial es justa y adecuada, y quienes han llegado incluso a ridiculizar al presidente de la república en las redes sociales, por lo inapropiado de su solicitud.

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La portada principal de la revista Proceso de este 15 de agosto resalta: 500 años de la caída del Imperio Mexica, y la cabeza principal con letras mayúsculas: celebración de cartón, y en la parte de abajo la réplica del Templo Mayor que las autoridades construyeron en la explanada del Zócalo de la ciudad de México, frente a Palacio Nacional. Demoledora portada que anticipa el contenido de una severa crítica a las decisiones oficiales para estos festejos.

Se cuestiona la interpretación de la historia con fines político sexenales, que en el fondo no es sino la vieja polémica de la versión oficial de la historia.

De hecho, todos los mexicanos hemos sido moldeados por una versión matizada de la historia nacional según el diseño de los libros de texto únicos y gratuitos que la SEP diseñó para transmitirnos la verdad (su verdad) de nuestra historia.

Se decía, en mi época de estudiante, nunca supe si era verdad, que solamente en las escuelas privadas, sobre todo las de tipo clerical, se enseñaba otra versión de nuestra historia. Por ejemplo: mientras en las escuelas públicas nos educaban en la veneración a Benito Juárez, contándonos esa versión idealizada del pastorcillo indígena que llegó a ocupar la presidencia de México; en las escuelas privadas se difundía otra interpretación del presidente Juárez, donde lo mostraban como el anticlerical furibundo que quitó muchos bienes y privilegios a la Iglesia católica. Eso decían, nunca me constó.

Aprendí que la verdad histórica que se enseñaba en los libros de texto, tenían una finalidad didáctica que servía únicamente para introducir al educando en los primeros conocimientos del pasado, pero que esa versión inicial necesariamente estaba sesgada por una oficialidad que pretendía formar una conciencia homogénea en la conciencia cívica de la niñez nacional, con el objeto de fomentar los mismos valores patrios. Pero que, si se pretendía conocer una versión más acercada a la verdad histórica, había que indagar en textos más especializados donde se someten a juicio crítico los grandes dogmas de nuestra historia.

De esta manera, muchos mexicanos aprendimos una versión simplificada de nuestro pasado: los españoles, conquistadores que llegaron con la espada y la cruz a someter a la población originaria de estas tierras, imponiéndoles de manera brutal e inhumana una cultura y una religión del todo ajena; mientras que, por otra parte, la población indígena, poseedora de una gran cultura, fue masacrada y sometida durante siglos; sus monumentos y templos fueron destruidos y sirvieron de cimientos para edificar nuevas iglesias.

Gran parte de lo que se dice es cierto y no debe ser ocultado, pero la verdad histórica en la que se edificó una nueva cultura tiene muchísimos matices que dan una explicación más completa de nuestro pasado, que nos trata de decir por qué somos lo que somos; por qué actuamos como actuamos; por qué debemos entender que México no es solamente indígena, ni los españoles nos son ajenos, sino que somos una fusión de dos culturas con un pasado violento y aterrador.

Yo he sido partidario de la tesis de que sí, debemos revisar nuestro pasado para conocer quiénes somos, pero que no debemos quedarnos anclados en el rencor estéril que no permita reconstruir nuestro presente. Sin embargo, advierto con pesar, que después de la independencia nacional, a la población originaria de estas tierras, no se le ha hecho justicia.

luissigrido@hotmail.com