Platón y la política

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RUIZ
Ahora que estamos viviendo un proceso de transición por el cambio de autoridades federales y de algunos estados de la República, resulta interesante recordar algunos pensamientos de esa triada de filósofos insignes que dio Grecia a la humanidad: Sócrates, Platón y Aristóteles.
Según el filósofo mexicano Leopoldo Zea, Pitágoras fue el primero en utilizar la palabra philosophĭa, la cual se traduce como afán de saber.

Al respecto, Cicerón relata que León, príncipe de los fiasios, “le preguntó a Pitágoras de qué arte hacía profesión, a lo que el interrogado contestó que, arte él no sabía ninguno, sino que era filósofo.

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Admirado, el príncipe por la novedad de la palabra, le volvió a cuestionar sobre quiénes eran los filósofos y qué diferencia había entre ellos y los demás seres humanos; Pitágoras respondió que le parecía cosa parecida la vida del hombre y la feria que se celebraba con toda pompa en los juegos ante el concurso de la Grecia entera; pues igual que allí unos aspiran con la destreza de sus cuerpos a la gloria y nombre de una corona, otros eran atraídos por el lucro y el deseo de comprar y vender, pero había una clase, y precisamente la formada en mayor proporción de hombre libres, que no buscaba ni el aplauso, ni el lucro, sino que acudían por ver y observar con afán lo que se hacía y de qué modo; también nosotros, nos dedicamos a tratar de comprender la naturaleza de las cosas, es decir, aspiramos a obtener la sabiduría, esto es filósofos; e igual que allí lo más propio del hombre libre era ser espectador sin adquirir nada para sí, del mismo modo en la vida supera con mucho a todos los demás afanes la contemplación y el conocimiento de las cosas.”

A continuación se presentan algunos intentos por definir lo que es la filosofía, ya que no existe una definición acabada y definitiva: “La filosofía es un afán de saber libre y desinteresado. Pitágoras. La filosofía es un preguntar por los principios ordenadores del Cosmos. Presocráticos. La filosofía es la más alta ascensión de la personalidad y la sociedad humana por medio de la sabiduría. Platón. La filosofía es una ciencia universal, difícil, rigurosa, didáctica, preferible, principal y divina. Aristóteles. La filosofía es maestra de la vida, inventora de leyes y guía de la virtud. Cicerón. La filosofía es la teoría y el arte de la conducta recta. Séneca. La filosofía es un afán de Dios. San Agustín. La filosofía es la sierva de la teología. Santo Tomás. La filosofía es el estudio de la sabiduría, tanto para conducir la vida como para la conservación de la salud y la invención de todas las artes. Descartes. La filosofía es una ciencia crítica que se pregunta por el alcance del conocimiento humano. Kant.” No se debe perder de vista que las anteriores definiciones fueron el resultado de una época, influenciada por los sistemas de pensamiento más influyentes, y conforme a convicciones personales de cada autor.

En este breve artículo no se aspira al abordaje de todo el pensamiento platónico, sino solamente hacer algunas reflexiones y traer a la memoria algunos párrafos reproducidos de los textos sobre este notabilísimo pensador.

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Dentro de este afán de explicar y entender la realidad, se encuentra Platón, hombre de origen aristócrata, quien nació el año 427 a. de C., cuyo nombre fue Arístocles, mejor conocido como Platón, sobrenombre que alude a su fortaleza física, por la amplitud de sus hombros y en alusión a sus omóplatos. Como miembro de la aristocracia simpatizó con el sistema oligárquico, pero le perdió todo respeto cuando este condenó a su maestro Sócrates. Por eso se pronuncia en favor de la democracia; sin embargo, pronto se desilusiona al enterarse de la ejecución de su mentor por parte de los representantes de este sistema de gobierno.

El propio Platón refiere: “Creí que gobernarían el Estado de manera que pasara de los procedimientos injustos a los de la justicia y me consagré a examinar atentamente sus personas y sus hechos. Pero he aquí lo que reconocí: apenas asumieron el poder, pareció el gobierno anterior, comparado con el suyo, una verdadera edad de oro. Entre otros crímenes –porque hay que darle a las cosas su verdadero nombre-, mandaron llamar a mi viejo amigo Sócrates, al que no temo proclamar el más justo de los hombres de aquel tiempo, y le ordenaron que fuera con otros a apoderarse de viva fuerza de un ciudadano y le condujeran a la muerte, queriendo que de este modo, voluntariamente u obligado, se convirtiera Sócrates en su cómplice. Pero Sócrates no obedeció, prefiriendo exponerse a todos los peligros antes que asociarse a sus crímenes. Al ver tales desórdenes y otros actos igualmente odiosos, me alejé indignado, a fin de no ser testigo de tantas desventuras.” (Platón: Carta VII). Más adelante agrega: “Acabé por reconocer que todos los Estados de estos tiempos están mal gobernados. Sus leyes son totalmente viciosas, tanto que no subsisten más que por su favorable casualidad que nunca se admirará bastante. Me vi forzado a decirme a mí mismo un elogio de la verdadera filosofía, que a esta solo pertenece el discernir lo justo en los individuos y los pueblos, y que los males de los hombres no tendrán fin mientras los verdaderos filósofos no estén al frente de los asuntos del Estado, o si no, cuando los que tienen el poder en las ciudades sean por un favor especial de los dioses verdaderos filósofos.” (La República).

Con esta doble decepción, el filósofo sale de Atenas; en Magra asiste a clases con Euclides; posteriormente viaja a Egipto, donde aprende algo de ciencia y mucho de mitología. La historia de la Atlántida es de origen egipcio y aparece por vez primera en los escritos de Platón (Critias, Tiemeo). Regresa a Atenas donde compra unos terrenos en los jardines de Academos (nombre de un personaje al que se le consideraba héroe) y funda la primera universidad del mundo que con el nombre de Academia pasaría a la historia.
Platón señala que la naturaleza humana está constituida por tres elementos: la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad. A la inteligencia corresponde la virtud llamada sabiduría; a la voluntad corresponde el valor, y a la sensibilidad corresponde la templanza. La armonía de estas tres virtudes origina otra virtud: La justicia. Dice en La República: “Reconozcamos entonces que cada uno de nosotros será justo y cumplidor de sus funciones si las partes de su alma hacen cada una lo que les incumbe. Entonces a la racional le corresponde mandar, porque es sabia y tiene el cuidado de toda el alma; a la pasional le incumbe estar sujeta y aliada a ella”.

La polis es como un gran hombre con sus tres partes del alma: la racional, la volitiva y la sensitiva. Igualmente en la ciudad existen tres tipos de hombres: los sabios, los guerreros y los trabajadores. A cada uno corresponde una virtud: a los sabios la sabiduría, a los guerreros el valor y a los trabajadores la templanza. Si la ciudad es justa, cada una de estas tres clases cumplirá su misión: la de los sabios mandar la ciudad; la de los guerreros defenderla y hacer cumplir sus leyes; y la de los trabajadores satisfacer sus necesidades materiales. Y sus tareas habrán de ser: la administración y legislación, encomendada a los sabios; la de defensa a los guerreros y la de producción a los trabajadores. Cuando las tres clases tienen el mismo fin existe la justicia, la cual consiste en el ideal de Sócrates, en que cada ciudadano cumpla su función social.

En el Diálogo Georgias, Calicles discute con Sócrates sobre las diferencias entre el orden natural y el orden de la ley. El primero está integrado por todos los factores que existen independientemente de la voluntad humana y el segundo es un orden establecido por el hombre, el cual ha sido resultado de las asambleas legislativas. Por lo tanto, sostiene que existen conceptos diferentes acerca de la justicia. “En el orden legal, la justicia consiste en la igualdad, mientras en el orden de la naturaleza la justicia consiste en que el fuerte se imponga al débil.” Y argumenta: “Pienso que los que escriben las leyes son los más débiles y la gran masa; los que teniendo solo en cuenta lo que les puede interesar determinan lo que ha de ser digno de alabanza y lo que ha de merecer ser prohibido. Para amedrentar a los más fuertes, que podrían ir más allá de los otros e impedírselo, dicen que es feo e injusto aventajar en algo a los demás, y que trabajar por hacernos poderosos es hacerse culpable de injusticia, porque siendo los más débiles se consideran demasiado felices de que todos sean iguales ya que ellos son los peores.” Y ¿quiénes son los mejores—pregunta Sócrates. Después afirma: “Es mejor un sabio…que diez mil que no lo son, y a él corresponderá mandar y a los otros obedecer.”

En realidad Platón utilizó el nombre de su maestro para reproducir los Diálogos, un conjunto de reflexiones filosóficas de alto valor. No obstante, cuando le preguntaron acerca de las obras que había escrito, el discípulo de Sócrates, con toda sencillez, declaró: “Yo no he escrito nada, solamente reproduje las enseñanzas de mi maestro.” Conducta ejemplar la del filósofo y politólogo que nunca hizo alarde de poseer una gran sabiduría, aun cuando era uno de los hombres más ilustres de toda Grecia.
También se pronuncia en que los gobernantes deban ser preparados para ejercer su trabajo: “Y a quien siempre, desde niño, desde jovencito y de hombre, sea sometido constantemente a prueba y haya salido puro, se le debe confiar el mando y la custodia del Estado…y a quienes no resulten tales rechazarlos.”

Platón se inclina por el comunismo con el único fin de desligar al hombre de lo material que es la causa principal de la intemperancia, la violencia, ya que allí se encuentra por la ambición de poseer bienes materiales; por obtenerlos o guardarlos el hombre comete injusticias, destruyéndose a sí mismo y destruyendo a la ciudad.

El filósofo expone cual es el ideal de lo que debe ser la polis (la ciudad, el estado), la cual por desgracia va degenerando a causa de distintas formas de gobierno imperfectas (Aristocracia, Oligarquía y Democracia) que, conforme a su experiencia, llevan a la ciudad a la decadencia, sin esperanza de poder evitar su pérdida. Este pesimismo lo llevó a hacer la siguiente consideración:
“A la armonía de las tres clases (sociales) sucede la separación y la lucha. Esta lucha se inicia entre la raza de oro y la de plata que quieren mantener la virtud y la tradición, y la raza de hierro y de bronce dedicada a la búsqueda del lucro. La lucha termina con una división de bienes, comenzando el régimen de propiedad privada, y, con él, la esclavitud de los trabajadores. La clase dominante es la de los guerreros que piensan poco en el estudio y mucho en las guerras. Este es el gobierno de las timocracias. A este sucede la oligarquía, el dominio de los ricos; lo que determina el acceso a los puestos públicos por la riqueza que se posee. Aquí tampoco hay unidad, y la de los pobres, el lujo reina en un lado y la indigencia en otro. Para defenderse en las ciudades, los ricos se ven obligados a armar a los pobres, con lo cual preparan su destrucción.”

“El insaciable deseo de riqueza origina la perdición de los ricos, al mismo tiempo que favorece la ambición de los jóvenes de ascendencia que fue rica y noble, los cuales se convierten en agitadores del pueblo provocando la revolución que acaba con la oligarquía para dar lugar a la democracia. La democracia representa el triunfo de los pobres, es un Estado lleno de libertad, también de palabra y en el cual cada uno tiene la facultad de hacer lo que más le place.”[…] “Es un gobierno agradable, anárquico y variado que distribuye una cierta igualdad, igualmente a los iguales y a los desiguales.”
¿Qué ocurrirá el próximo sexenio? Solo el tiempo permitirá saberlo.