En su nuevo libro, presenta José Luis Montenegro una radiografía detallada de Los Chapitos

En su libro «Los Chapitos», José Luis Montenegro explica cómo los hijos de Joaquín Guzmán Loera se han hecho con el mando del Cártel de Sinaloa, a pesar del Mayo

Redacción / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. El antiguo líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán, es el capo más famoso de México. Su historia está marcada por las tres veces que fue capturado y, sobre todo, por haber protagonizado dos fugas de penales de máxima seguridad. Desde 2019, el capo paga una sentencia de cadena perpetua en una celda de 6 metros cuadrados en una prisión de máxima seguridad en Colorado.

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Sin embargo, la organización criminal del Chapo no quedó huérfana tras su captura. Como bien explica el escritor José Luis Montenegro en su libro “Los Chapitos: radiografía criminal de los herederos del Cártel de Sinaloa” (Penguin Random House), esta organización criminal se mantiene fuerte bajo el liderazgo de los hijos de Guzmán Loera.

Se trata de Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, por un lado, y de Joaquín y Ovidio Guzmán López, por otro. Este último capturado en enero de 2023 y extraditado a Estados Unidos en el llamado segundo “Culiacanazo”.

Cuestionado en entrevista con Excélsior sobre la pertinencia de escribir un libro sobre los hijos de “El Chapo”, el escritor respondió que “estos personajes llevan más de una década empoderándose en el mundo del hampa y nadie les prestaba suficiente atención. No provocaba morbo saber qué estaban haciendo los hijos del Chapo. Y yo me preguntaba qué sucedía con estos jóvenes menores de 35 años a los que les gustaba ir a las fiestas, a Las Vegas, a las peleas de Saúl ‘El Canelo’ Álvarez y tener mujeres a las que les escribían con plumón su apellido en los glúteos como símbolo de su poder. Para mí era importante retratarlos, más ahora que dominan el negocio del padre”.

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En cuanto a en qué momento empezó a notarse la influencia de Los Chapitos en el Cártel de Sinaloa, Montenegro señaló que no se puede marcar una fecha. “Al principio no tenían una participación directa -muchos de ellos sí acabaron la secundaria e incluso alguno cursó un grado universitario-, pero no fueron capaces de anclarse al mundo laboral.

“Nunca fueron ajenos a la dinámica criminal porque siempre han estado insertados en ella. Su padre, su abuelo y su tío son todos criminales: su linaje no les ha permitido hacer otra cosa.

“Te puedo decir que Ovidio Guzmán López, además de que quería tener un criadero de ganado, le fue dando curiosidad por saber qué estaba detrás del mundo de la mafia. Le fue entrando a la pisca de amapola y a organizar. De él es el plan de crear laboratorios clandestinos para empezar a traficar fentanilo”.

Sobre las afectaciones que dejó en los hermanos la captura y sentencia de su padre, el escritor señala que, sobre todo, el daño es emocional, ya que “lo veían como una figura a la cual aspirar. Yo me pregunto cómo se habrá sentido Ovidio cuando se dio cuenta de que tuvo el mismo final que su padre, pero a una edad mucho más temprana. Todos los hijos del Chapo sabían que era posible que mataran o capturaran a su papá: al final sigue siendo plata o plomo. Puedes tener todo el dinero del mundo, las mujeres más hermosas, los carros más lujosos y hasta los animales más raros, pero mañana te pueden matar. Incluso, el hombre que tienes a lado te puede traicionar”.

¿Esta nueva generación de narcos son unos juniors o se han ganado su lugar en el escenario criminal?, se le preguntó, a lo que explicó que en el libro hay una fuente que compara a Dámaso López Serrano, el Mini Lic, con los hijos del Chapo, específicamente a Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar: “El Mini Lic es un ejemplo de trabajo y esfuerzo en el mundo criminal; él empezó desde abajo, el sí se partió el lomo en el cultivo de amapola, el sí iba a los enfrentamientos-, mientras que los hijos del Chapo operan como gerentes de la mafia. No podría decir si se han ganado o no su lugar”.

Ante eso, la siguiente pregunta es, entonces, a qué se debe su éxito: “A la marca que generó su padre. La marca ‘Chapo’ por sí sola ya vende. Además, me parece que el éxito es de relaciones públicas: afianzar las alianzas con otros grupos y seguir sobornando a autoridades locales, mandos del Ejército y agentes fronterizos. En 2024 su negocio sigue siendo muy rentable porque la demanda en Estados Unidos continúa creciendo.

“Pero el negocio se ha transformado. Han encontrado nuevas formas de trasiego y nuevas drogas. No es lo mismo traficar cargamentos de marihuana que vender pastillas de fentanilo que son 50 veces más potentes que la morfina; por eso hay 100 mil muertes anuales sólo en Estados Unidos relacionadas con esta droga.

“Con un bajo costo de producción tienen jugosas ganancias. Una buena tanda de fentanilo se produce con 20 mil pesos y deja beneficios en el mercado estadunidense de entre 1.5 y 2.5 millones de dólares.

“Antes no había la tecnología de hoy para producir las drogas, ni tantos métodos para transportarla. El Chapo tenía que pedir prestadas armas y equipo táctico. Ahora no, cada uno puede contratar, como si fuera un outsourcing, sus propios sicarios”.

Como parte de su investigación, Montenegro da cuenta de una reunión celebrada entre Ovidio Guzmán López y sus hermanos, donde el conocido como El Ratón propuso la creación de laboratorios clandestinos para producir fentanilo en la sierra sinaloense. “Esa idea obedece al conocimiento del mercado. Ovidio encontró un área de oportunidad, sobre todo en Estados Unidos. Ellos están alertas a las tendencias en el consumo de drogas para saber qué ofrecerán.

“Insisto, el Cártel de Sinaloa es como un McDonald’s que tiene su matriz en Sinaloa, pero con franquicias por todo México y el mundo. No se puede entender al narco de otra manera: es una empresa criminal que depende de empleados y jefes”.

En su libro, el autor expone como, a diferencia de otras organizaciones delictivas cuando cae uno de sus líderes, el Cártel de Sinaloa no se fragmentó con la captura del Chapo: “Justo se trata de entender cómo las generaciones anteriores crearon un negocio que hoy es funcional, pero medio obsoleto porque no se acopla a las necesidades del mercado. Hoy el transporte de la droga se hace en submarinos o en aviones comerciales; las cuentas no están bajo el colchón, sino que las transferencias van de Badiraguato a Wall Street. Ha habido reestructuraciones y nuevas caras, pero al final el dinero llega a la misma familia”.

Sobre el llamado “culiacanazo”, José Luis Montenegro señala que ese hecho demuestra que “hay muchos Sinaloas en el país y que estos viven el grado de violencia más extremo que es el silencio. No pasa nada y pasa todo: existe una pax narca. Es decir, parece un estado tranquilo únicamente porque está controlado por grupos criminales. El culiacanazo nos habla de cómo una organización criminal puede sitiar una ciudad para defender sus intereses”. Y eso se mantiene aun con la captura de Ovidio Guzmán: “Recientemente, hubo un enfrentamiento entre Los Chapitos y su tío Aureliano Guzmán Loera, donde ellos secuestraron a más de 50 personas en un alarde de poder. Demostraron que pueden hacer lo mismo que otros grupos criminales como el Cártel Jalisco Nueva Generación.

“Me parece que incluso están en una campaña de enfrentamientos públicos para que se vea que siguen vigentes. Pero tienen una contradicción: quieren ser reconocidos como la gran organización del narcotráfico en México, pero también quieren dar la imagen al exterior de que se están conteniendo. Relaciones públicas”.