La última guarida del Marro: olvidada, invadida por la maleza y la gente prefiere no acercarse

El fundador y líder del Cártel de Santa Rosa de Lima fue detenido en 2020 en un domicilio de Juventino Rosas, Guanajuato

Redacción / La Voz de Michoacán

Guanajuato. El lugar donde José Antonio Yépez Ortiz, El Marro, idealizó sus últimos sueños de incursionar en el negocio del ganado y los gallos de pelea, hoy es sólo una finca abandonada entre un montón de hierba seca y sellos desgastados de las autoridades que lo aprehendieron; es también una zona casi prohibida para gran parte de la ciudadanía de Juventino Rosas, y hasta para algunos elementos de seguridad que prefieren “mejor no arriesgarse a provocar”.

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En un recorrido difundido por reporteros de Milenio, la finca que se esconde al pie de carretera de la comunidad Franco Tavera, del municipio de Juventino Rosas, en Guanajuato, entre un puesto de carnitas y una telesecundaria, casi desaparece entre las hierbas que tras más de 16 meses que han transcurrido desde la aprehensión del líder huachicolero, llegan ya a superar el metro de altura.

“Nosotros ni nos enteramos de que ese señor andaba aquí. Una vive con miedo, pero tiene que salir, de su casa al trabajo y del trabajo a la casa, y hasta ahí”, señala una de las comerciantes de esta comunidad que asegura que a muchos les sorprendió que El Marro se hubiera escondido entre ellos tantos meses.

La madrugada del 2 de agosto de 2020, Yépez Ortiz fue finalmente aprehendido por el Grupo Especial de Reacción Inmediata de la Fiscalía de Guanajuato y elementos de las Fuerzas Armadas, en una propiedad que parecía cualquier criadero más de gallos. Se reveló semanas antes de su captura que las autoridades pasaron a vigilarlo por aire, con aeronaves no tripuladas de origen israelí y totalmente silenciosas, que les permitía seguirle cada paso sin siquiera sospecharlo.

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Algunos de los policías de las fuerzas del Estado que vigilan este municipio tras el despido de toda la corporación de policía por sus presuntos vínculos con este grupo criminal, reconocieron que “la zona está muy caliente” y lo mejor “es ni acercarse a provocar”, pues afirman que aún hay “halcones en la zona y puede generarse un problema”.

El acceso a este inmueble, que antes lucía con grandes palmeras y arbustos, hoy es un montón de hierba que consumió el camino que daba a la segunda puerta. Los escudos con la silueta de un gallo que enmarca la fachada dejaron de parecer atractivos y apenas y se distinguen con los sellos ya desgastados que colocaron las autoridades estatales y federales al asegurarlo el día del operativo.

Esta propiedad no se ha vuelto a abrir desde que Yépez Ortiz fue capturado, pues forma parte de la carpeta de investigación por los delitos de secuestro y tentativa de homicidio a servidores públicos que pesan sobre el guanajuatense que permanece preso en El Altiplano. Los gallos de pelea que El Marro mantenía en este criadero quedaron a disposición de las autoridades ambientales.

El movimiento que solía caracterizar la zona con estudiantes saliendo y entrando de la telesecundaria, los clientes en el local de carnitas aledaño que buscaba simular una avenida cualquiera, sin la menor sospecha de que ahí se refugiaba el más buscado de Guanajuato, es totalmente distinto. La pandemia dejó desolada la escuela y los negocios aledaños están cerrados. Apenas y se aprecia una cartulina amarilla ofreciendo barbacoa los sábados y domingos a unos cuantos metros de distancia.

El Marro está en espera de que se dé su audiencia en la que se le fije una sentencia. El gobierno de Guanajuato logró apelar la decisión de un juez que lo exoneró de tentativa de homicidio en contra de los elementos que lo aprehendieron por haberles disparado al intentar huir. También está pendiente el delito de secuestro, el más grave de todos por haber sido capturado con una empresaria que mantenía privada de su libertad.

Mientras que la federación debe proceder por los delitos de delincuencia organizada y robo de combustible. Autoridades vinculadas con el caso, estiman que el fundador del cártel de Santa Rosa de Lima podría alcanzar hasta los 90 años de prisión, mientras en Guanajuato, lo que queda de este grupo criminal sigue disputándose el territorio con el Cártel Jalisco Nueva Generación.