De como la escasez de materias comunes podría retrasar la vacuna contra el coronavirus

En efecto, la fabricación de las vacunas, como cualquier otro producto, dependen de un buen número de suministros llegados de todas partes del mundo, podríamos hablar hasta de cientos de ellos.

Foto: Internet

Agencias/La Voz de Michoacán
México. El mundo contiene la respiración mientras científicos e investigadores de medio planeta se devanan los sesos en busca del santo grial en la lucha contra el COVID-19: la vacuna. Existen numerosos esfuerzos multinacionales activos en estos días, si bien las mejores previsiones siendo realistas, hablan de un año o 18 meses hasta que podamos dar con la ansiada vacuna.

Una vez lograda (seamos optimistas y pensemos que así va a ser) para fabricarla a gran escala las empresas farmacéuticas necesitarán recibir y comprobar un buen número de suministros sin los cuales la vacuna no podrá manufacturarse en las cantidades necesarias. Seguramente estáis pensando en extraños compuestos químicos con nombres muy largos y representados por moléculas muy complicadas, pero no siempre es así. Algunos de los “ingredientes” necesarios para preparar esas fórmulas, pueden ser tan simples que te sorporenderían.

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En efecto, la fabricación de las vacunas, como cualquier otro producto, dependen de un buen número de suministros llegados de todas partes del mundo, podríamos hablar hasta de cientos de ellos. Algunos de esos componentes han sido a su vez producidos en otras fábricas que cuentan con su propia cadena de proveedores y sus fuentes de recursos originales. Seguramente os hacéis una idea de lo complicado que es dar con todas esas piezas del puzzle.

Pensemos por ejemplo en un problema real con el que se enfrentan algunos proyectos. Al parecer existen algunos compuestos de importancia crucial, que se extraen de la corteza de un árbol criado en viveros chilenos, y que se recolectan únicamente entre noviembre y enero. Estos ingredientes se emplean como adyuvantes en las vacunas. Para explicarlo brevemente, los adyuvantes inmunológicos son sustancias que se añaden a las vacunas para potenciar  la respuesta inmunitaria corporal frente al antígeno marcado como objetivo (el virus SARS-CoV-2 en este caso) para que de este modo se pueda administrar menos cantidad de vacuna en cada dosis.

Los fabricantes de vacunas que necesiten este ingrediente se van a encontrar con que las existencias totales de esa corteza que se pueden emplear en2020 se recolectaron a finales de 2019, lo cual significa que no se podrá aumentar la producción hasta que vuelva a abrirse la temporada de recolección. ¿Resultado? La escasez de ese coadyuvante podría dificultar enormemente (si no imposibilitar) la producción en serie de esas vacunas.

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Afortunadamente existen múltiples métodos para fabricar vacunas, y como he mencionado antes existen un buen número de proyectos que están tratando de desarrollar vacunas simultáneamente en todo el planeta. Con un poco de suerte, la estrategia de la diversificación dará sus frutos.

No obstante, cada una de esas potenciales vacunas se enfrenta a problemas similares de consecución de materias primas Pensemos por ejemplo en los grandes recubrimientos plásticos que se emplean en los bio-reactores. Los biorreactores son recipientes en los que se llevan a cabo procesos químicos que involucran la presencia de organismos vivos o sustancias bioquímicamente activas. Básicamente son como pequeñas fábricas biológicas en los que se crean compuestos orgánicos, como proteínas u otras moléculas, necesarias para la elaboración de un medicamento o vacuna.

Ejemplar sin hojas de Bursera graveolens también conocido como "palo de santo". La corteza de este árbol sudamericano se emplea como adyuvante en vacunas.