Epidemiólogos nos dicen cuándo podremos volver a viajar en avión, abrazar y hacer otras 18 actividades cotidianas

Estas son las opiniones personales de un grupo de 511 epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas a quienes The New York Times les preguntó cuándo esperan reanudar veinte actividades de la vida diaria, suponiendo que la pandemia y la respuesta de salud pública se desarrollen como ellos esperan.

Foto: Internet

Agencias/La Voz de Michoacán
México. Muchos epidemiólogos ya se sienten cómodos yendo al médico, socializando en grupos pequeños en el exterior o recibiendo el correo, a pesar del coronavirus. Sin embargo, salvo que se desarrolle una vacuna o un tratamiento efectivo, pasará más de un año antes de que muchos digan que están dispuestos a ir a conciertos, eventos deportivos o servicios religiosos. Y puede que algunos nunca vuelvan a saludar a la gente con abrazos ni apretones de manos.

Estas son las opiniones personales de un grupo de 511 epidemiólogos y especialistas en enfermedades infecciosas a quienes The New York Times les preguntó cuándo esperan reanudar veinte actividades de la vida diaria, suponiendo que la pandemia y la respuesta de salud pública se desarrollen como ellos esperan.

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Sus respuestas no son directrices para el público e incorporan las circunstancias de vida individuales de los encuestados, su tolerancia al riesgo y sus expectativas sobre cuándo se realizarán pruebas, se rastrearán los contactos, se dará tratamiento y se aplicarán vacunas para la COVID-19 de manera generalizada. Según comentan, eso será lo que determinará sus acciones, porque el virus es el que establece los tiempos.

“Las respuestas no tienen nada que ver con el tiempo calendárico”, explicó Kristi McClamroch de la Universidad de Albany.

Aun así, mientras los encargados de las políticas públicas levantan las restricciones y estallan protestas en todo Estados Unidos por la brutalidad policial, los epidemiólogos, al igual que todos los demás, deben tomar sus propias decisiones sobre lo que harán, a pesar de la incertidumbre. Sin embargo, es más probable que ellos estén al día en datos sobre la COVID-19 y hayan recibido capacitación sobre la dinámica de las enfermedades infecciosas y cómo pensar en el riesgo.

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En su mayoría estuvieron de acuerdo en que las actividades al aire libre y los grupos pequeños eran más seguros que estar en interiores o en una multitud y que los cubrebocas serán necesarios durante mucho tiempo.

“El aire fresco, el sol, la socialización y un nivel saludable de actividad serán tan importantes para mi salud mental como mi bienestar físico”, afirmó Anala Gossai, científica de Flatiron Health, una empresa de tecnología de la salud, que dijo que socializaría al aire libre este verano.

Algunos dijeron que se abstendrían de realizar casi todas las veinte actividades hasta que se haya distribuido ampliamente una vacuna contra el virus. Otros dijeron que esperarían a que hubiera una vacuna para participar en las actividades de la lista que se realizan en espacios cerrados.

“Por mucho que odie trabajar en casa, creo que trabajar en un espacio interior compartido es lo más peligroso que hacemos”, comentó Sally Picciotto, de la Universidad de California, campus Berkeley, parte del 18 por ciento de los encuestados que dijeron que esperarían al menos un año antes de volver a la oficina.

Las respuestas se recabaron la última semana de mayo, antes de que la muerte de George Floyd a manos de la policía provocara protestas en todo Estados Unidos. Algunos epidemiólogos creen que es probable que estas reuniones masivas causen un aumento de casos.

“Hay un riesgo, y está afectando a las comunidades más vulneradas por la pandemia, lo que es desgarrador”, comentó Andrew Rowland de la Universidad de Nuevo México.

En algunas de las actividades, hubo un desacuerdo significativo.

Algunos dijeron que los salones de belleza y las peluquerías eran lugares relativamente seguros ―no suelen estar abarrotados y siguen normas de higiene―, mientras que otros dijeron que un corte de pelo tenía un alto riesgo debido al contacto tan cercano. Un 41 por ciento de los participantes iría a este tipo de establecimiento ahora o este verano, pero el 19 por ciento planea esperar al menos un año. Una tercera parte dijo que asistiría a una cena en la casa de algún amigo este verano (muchos especificaron que sería al aire libre con un distanciamiento apropiado), en tanto que una quinta parte dijo que esperaría más de un año, posiblemente hasta que hubiera una vacuna.

Los epidemiólogos dicen que están tomando decisiones basadas en datos disponibles al público en general para su región sobre cosas como infecciones y pruebas. Antes de decidir si realizan una actividad o no, tal vez evalúen si las personas están usando cubrebocas, si es posible el distanciamiento físico y si hay otras alternativas para llevar a cabo esa actividad. Debido a que existe la posibilidad de una segunda ola de infecciones, dicen que con el tiempo quizá se sientan menos, no más, cómodos con ciertas actividades.

Como todo el mundo, también están sopesando consideraciones prácticas. Los que tienen que ir a un consultorio o a un hospital todos los días lo están haciendo, aunque piensen que sería más seguro quedarse en casa. La necesidad de cuidar a los niños o a los ancianos obliga a tomar decisiones difíciles. Las actividades que parecen opcionales, como asistir a un concierto, son más fáciles de evitar. Más del 70 por ciento de los epidemiólogos encuestados dijeron que ellos o alguien en su casa tenían un alto riesgo de presentar complicaciones graves o morir por la enfermedad.

Melissa Sharp, quien recientemente obtuvo su doctorado, pronto volará a Europa para colaborar en una investigación. Pero por ahora, mientras vive en Florida con su familia, en la que hay individuos altamente vulnerables a la enfermedad, prefiere extremar los cuidados, por lo que se resguarda y evita incluso actividades que considera menos arriesgadas que tomar un avión.

Mencionó que uno de sus pasatiempos en la cuarentena ha sido el bordado inspirado en la epidemiología: “Este dice: ‘Bueno, depende’, porque ese es realmente nuestro lema”.

Para Robert A. Smith de la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer, un corte de pelo podría valer la pena el riesgo: “Realmente se trata de una solución intermedia entre un comportamiento arriesgado y verse al espejo con el cabello largo de atrás pero corto adelante”.

A veces, la experiencia profesional y la vida personal de los epidemiólogos chocan. Ayaz Hyder, de la Universidad Estatal de Ohio, dijo que estaba asesorando a su mezquita para poder reabrir y llevar a cabo las oraciones del viernes.

“El equilibrio entre las prácticas de salud pública y las obligaciones religiosas me ha abierto los ojos y me ha hecho ser más humilde como académico”, explicó.

Muchos epidemiólogos dijeron que puede que nunca vuelvan a saludar a la gente de la misma manera. El 42 por ciento de la muestra dijo que no daría abrazos ni la mano durante más de un año y el seis por ciento dijo que nunca volverían a hacer ninguna de las dos cosas.

Para Eduardo Franco de la Universidad McGill de Montreal, “la peor víctima de la epidemia es la pérdida de contacto humano”.

Otros se lamentaron menos: “Siempre odié esos intercambios innecesarios de patógenos y ese contacto físico no deseado”, afirmó Carl V. Phillips, director de Epiphi Consulting.

Se invitó a unos 6000 epidemiólogos a participar en la encuesta, que se distribuyó entre los miembros de la Sociedad de Investigación Epidemiológica (SER, por su sigla en inglés) y entre otros científicos. Algunos dijeron que se sentían incómodos haciendo predicciones basadas en el tiempo porque no querían adivinar el momento en que llegarían ciertos tratamientos o datos de infecciones.

“Nuestra preocupación es que sus opciones de elección múltiple se basan solo en el tiempo del calendario”, escribieron 301 epidemiólogos en una carta. “Esto limita nuestra capacidad de dar opiniones expertas sobre cuándo nos sentiremos lo suficientemente seguros como para dejar de distanciarnos socialmente”.

Una cosa en la que los epidemiólogos parecían estar de acuerdo era en que, incluso cuando volvieran a sus actividades normales, las harían de forma diferente durante mucho tiempo, como socializar con amigos en espacios abiertos o asistir a servicios de culto en línea. La mayoría dijo que pasaría más de un año antes de que dejaran de usar cubrebocas fuera de casa.

La gente me pregunta a menudo cuándo volveremos a la normalidad, dijo T. Christopher Bond, director asociado de Bristol Myers Squibb.

“Al principio les decía: ‘El mundo ha cambiado y será diferente durante mucho tiempo. Esta es la crisis de nuestra era y tenemos que aceptarla’. Pero eso los deprimía. Así que ahora digo: ‘Bueno, cada día sabemos más’”, relató.

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Comentarios adicionales de los epidemiólogos sobre la vida y el distanciamiento social

Sobre la escuela, los campamentos y las guarderías:

“Con respecto a los niños pequeños, creo que los riesgos para su desarrollo superan el riesgo de enfermarse de COVID”.
— John C. Nelson, Precision for Medicine. Lo haría este verano.

“Idealmente, esperaría hasta que hubiera una vacuna disponible, pero la realidad laboral probablemente nos obligue a enviarlos de nuevo cuando la escuela reabra”.
— Katherine Reeves, Universidad de Massachusetts-Amherst. Esperaría hasta el otoño.

“Estoy dispuesta a tomar más riesgos con esto aunque no es una actividad de bajo riesgo, ya que es más ‘necesaria’ que otras actividades de menor riesgo”.
— Christina Mair, Universidad de Pittsburgh. Lo haría este verano.

“Esta es una pregunta temible. Mis hijos necesitan desesperadamente a sus amigos y un ambiente de aprendizaje formal, ¡pero no me encanta la idea de mandarlos!”.
— Alicia Zagel, Children’s Minnesota Research Institute. Esperaría hasta el otoño.

“Lo que sabemos sobre las consecuencias a largo plazo de la infección por COVID-19 en los niños aún no es suficiente”.
— Alicia Riley, Universidad de California, campus San Francisco. Esperaría más de un año.

Sobre eventos deportivos, conciertos y obras de teatro:

“Para mí, esto es un lujo y puedo esperar mucho tiempo hasta que la gente pueda reunirse con seguridad para disfrutarlo. Dicho esto, puedo y seguiré apoyando los programas de arte como si asistiera a los espectáculos, con donaciones”.
— Joseph Wagner, Escuela de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Esperaría más de un año.

“Estas son algunas de las actividades de más alto riesgo y probablemente son las que más atraen a las personas que no temen a los riesgos. El elemento adicional del alcohol o las drogas hace que estas actividades sean demasiado arriesgadas para que yo las considere en un futuro próximo”.
— Vivian Towe, Instituto de Investigación de Resultados Centrados en el Paciente. Esperaría más de un año.

“Esto involucra tanto el sentimiento de responsabilidad social como el de riesgo de infección personal. Las reuniones a gran escala son una pesadilla para la trazabilidad de contactos y parece que deben aplazarse hasta que tengamos una muy buena idea de lo que es seguro o cómo detectar de manera sencilla a la gente contagiada”.
— Steve Mooney, Universidad de Washington. Esperaría más de un año.

“Haría esto SI se impusiera el distanciamiento social y todos los asistentes tuvieran que usar tapabocas”.
— Tammie Nelson, Departamento de Salud Pública del condado de Marion. Esperaría hasta el otoño.

Sobre los abrazos y los apretones de manos:

“Hoy abrazaría a una amiga si necesitara un abrazo. Si a alguna amiga le beneficiara recibir un abrazo, se lo daría.”
— Haley Holmer, Organización Mundial de la Salud. Lo haría ahora.

“Los epidemiólogos de verdad no se saludan de mano”.
— T. Christopher Bond, Bristol Myers Squibb. Dijo que nunca lo volvería a hacer.

“Creo que se acabaron los apretones de manos. Probablemente abrazaría a algunos contactos personales en un futuro lejano a manera de saludo, cuando la ocasión lo amerite”.
— Priyanka Gogna, Queen’s University. Dijo que nunca lo volvería a hacer.

“Si conseguimos una buena vacuna, tal vez lo primero que haga será dar más abrazos”.
— Christina Ludema, Universidad de Indiana. Esperaría más de un año.

“Prefiero saludar a la gente con un saludo tradicional, ya sea con las manos en un ‘namaskar’ (con las manos juntas a la altura del corazón e inclinando la cabeza) o con el saludo tradicional de la tribu lozi de aplaudir juntos”.
— Ramya Kumar, Proyecto Zambart. Lo haría ahora.

Sobre bodas y funerales:

“No tiene sentido arriesgar la vida de la gente por una celebración. Eso sería una tragedia”.
— Claudia A. Salinas, Eli Lilly and Co. Esperaría más de un año.

“Bodas, no hasta que haya una vacuna. Funerales, si era alguien muy cercano a mí y es pequeño, consideraría ir”.
— Nicole Frascino, Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Esperaría más de un año.

“Depende de quién sea el funeral. Debido a la COVID-19 no estuve presente en el funeral de mi padre y en cierto sentido todavía me arrepiento”.
— Raluca Ionescu-Ittu, Analysis Group Inc. Esperaría más de un año.

“Compartir momentos como esos nos permite mantener nuestra humanidad. No me abstendría de estar ahí para la familia y los amigos, siempre y cuando tomáramos medidas preventivas adicionales”.
— Martine El Bejjani, Universidad Estadounidense de Beirut. Lo haría este verano.

Sobre los aviones:

“Salvo que no me quede otra opción, no viajaría en avión en el futuro próximo”.
— Lilia Lukowsky, Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos. Esperaría más de un año.

“Un tubo volador de gérmenes”.
— Chelsea Richard, South Carolina First Steps. Esperaría hasta el invierno.

“En el futuro, solo hay que planear vacaciones locales”.
— Ellen Chang, Exponent. Esperaría más de un año.

“Las precauciones parecen adecuadas”.
— Randall Reves, Universidad de Colorado. Lo haría ahora.

“Llevaría una manta o sábana para sentarme, mi propia comida y agua, varios tapabocas (en caso de que uno me resulte incómodo), guantes, desinfectante de manos y toallitas”.
— Michaela George, Universidad George Washington. Lo haría ahora.

Sobre reunirse con gente nueva:

“La vida tiene que continuar en algún momento. Aunque no estoy saliendo con nadie en este momento, soy una mujer de 35 años. No me gustaría postergar mi vida personal más de unos meses cuando no hay un final a la vista para esta pandemia”.
— Tali Elfassy, Universidad de Miami. Lo haría este verano.

“Esta pandemia, mi tesis y el estado de las citas en línea realmente han estropeado mi vida amorosa”.
— Kendra D. Sims, Universidad Estatal de Oregon. Lo haría este verano.

“¡Si puedo enviar a mis hijos de regreso a la escuela en el otoño, entonces yo también debería poder salir al mundo para conocer a otras personas si es necesario!”.
— Marilyn Tseng, Universidad Politécnica Estatal de California. Esperaría hasta el invierno.

“Esto es difícil porque salir con alguien parece menos opcional que, digamos, ir a una obra de teatro o al gimnasio. Hay relojes biológicos de los cuales preocuparse. Así que me imagino que esto es seguro ahora, SOLO SI puedes estar seguro de que la otra persona ha estado confinada durante al menos dos semanas o más y ambos usan mascarillas y evitan el contacto físico, y si el encuentro es al aire libre”.
— Alicia Riley, Universidad de California, campus San Francisco. Lo haría este verano.

Sobre cuándo dejar de usar cubrebocas:

“Cuando la pandemia del coronavirus termine y no haya otros patógenos respiratorios virulentos circulando, consideraré no usar tapabocas en algunas situaciones. Quizá de ahora en adelante siempre usaré mascarilla en los aviones”.
— Jean Brender, Universidad de Texas A&M. Esperaría más de un año.

“Me encantaría que pudiera ser pronto. Odio usar mascarillas”.
— Steve Mooney, Universidad de Washington. Esperaría hasta el invierno.

“Es difícil saber cuándo será el momento adecuado para dejar de cubrirse la cara, pero dado que es un inconveniente mínimo que conlleva beneficios notables, me resulta difícil creer que alguien tenga prisa por acabar con esta práctica”.
— Amy Padula, Universidad de California, campus San Francisco. Esperaría más de un año.

Sobre visitar a personas de la tercera edad:

“Es mucho tiempo sin abrazar a mi madre. Pero tal vez ella corre un alto riesgo”.
— Sally Picciotto, Universidad de California, campus Berkeley. Esperaría más de un año.

“Esto es lo más difícil”.
— Clermont E. Dionne, Universidad Laval, Quebec, Canadá. Esperaría más de un año.

“Aunque los ancianos tienen un mayor riesgo de presentar complicaciones si enferman de COVID-19, también debemos ser conscientes del riesgo real de la soledad”.
— Heather Limper, Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt. Lo haría este verano.

“Me siento muy incómoda con esta decisión porque significa que habré decidido que vale la pena ponerlos en riesgo con tal de que yo pueda verlos”.
— Mercedes Carnethon, Universidad del Noroeste. Esperaría hasta la primavera.

This article originally appeared in The New York Times.