El primer día

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Jaime Darío Oseguera Méndez

 

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No hay plazo que no se cumpla. Ha llegado a su fin el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto y, como consecuencia, muy probablemente termine también una forma de hacer política bajo la mancuerna que formaron el PAN y el PRI gobernando los últimos años el país. Todo pareciera indicar que llegamos así al final de un régimen político.

Hace seis años había una euforia similar con la llegada de Enrique Peña Nieto. Se pensó en  el arribo de una nueva generación de políticos con visión e ideas transformadoras, que le dieran un refresco a doce años de gobiernos panistas que aunque habían mantenido la estabilidad económica, fueron testigos del grave deterioro de la seguridad pública y el drama inacabable de la guerra contra el narco.

El Presidente Peña Nieto llegó con un gran cartel al poder. Propios y extraños reconocimos en él la experiencia que recientemente había tenido como gobernador del Estado de México, económicamente el más influyente de país, combinada con la juventud pues apenas rondaba los cuarenta años de edad.

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Su carisma avasalló en la campaña y el desgaste del panismo de Fox y Calderón contribuyó a su contundente triunfo. El país creció aún a tasas moderadas y hasta podría decir que hubo una serie de fenómenos positivos, pero la apuesta por el éxito de las llamadas “reformas estructurales” fue demasiado alta. En las democracias modernas, los resultados de las acciones políticas deben ser inmediatos. En un país tan lastimado por la desigualdad, donde crece la pobreza y la marginación, las promesas de bienestar futuro pueden ser insuficientes.

Las reformas implementadas en el pasado sexenio, que pueden ser discutibles y aceptables en el largo plazo, no generaron mejoría económica en el día a día para la gente. En el largo plazo todos estamos muertos dijo Keynes, así que las decisiones públicas deben tener aterrizajes tangibles. Las grandes transformaciones del Presidente Peña Nieto no cumplen esa característica. Peor aún, el agravante particular es que aumentó significativamente la ola de violencia e inseguridad en el país. Homicidios, desaparecidos, secuestros, violencia en general son fenómenos que desnudan un sistema de impunidad y corrupción que terminó pesando más en el imaginario colectivo que los logros de la estabilidad económica y las promesas de beneficios de las reformas estructurales.

En la política como en muchos otros ámbitos de la vida, la decepción no tiene que ver con la realidad sino con las expectativas. La llegada de esta nueva generación de políticos que encabezó el Presidente Peña Nieto, vislumbraba un nuevo horizonte para el PRI y para el país.

Su proyecto explícito fue llevar al cabo las grandes transformaciones pendientes en el país. Con esos cambios México se instalaría de plano en el primer mundo porque habría por un lado un nuevo sistema educativo y por otro empuje económico con reformas laborales, energéticas, fiscales que en el agregado harían crecer al país y llevarlo al lugar donde merece estar por su riqueza y cultura: los primeros planos del panorama mundial. La realidad es avasallante: nada de eso ha sucedido.

El Maestro Luis Spota, heraldo de la crítica política y la ironización sobre el viejo régimen, escribió a finales de los setenta una de sus mejores obras: El Primer Día. Según la sinópsis que hoy aparece en internet “Es una novela de la corrupción, de la soledad, de la ingratitud, de la ignorancia y la venganza de un hombre que después de ser Presidente se convierte en el ser más vulnerable e indefenso, objeto del canibalismo político que un día lo encumbró y ahora lo hace víctima de las maniobras del nuevo Mandatario que intenta borrar todo rastro de su periodo”.

La novela narra el primer día de un expresidente. Cuando sale a la calle como civil, sin teléfono rojo, ni privilegios ni estado mayor, ahora hasta sin pensión y se encuentra con la dura realidad del rechazo masivo de la gente hacia las políticas que vehementemente impulsó y creyó populares e infalibles.

El primer día, Augusto Gómez Anda protagonista de la novela, se da cuenta de las personas y propuestas que olvidó, las causas que traicionó y de los amigos falsos que se le aparecieron mientras ostentaba el poder presidencial.

El primer día se dio cuenta de los amigos que perdió y de la dura realidad de la gente de a pie, misma que lo rechazaba, a pesar de que el creía que su popularidad y carisma eran insuperables.

Bien dicen que en la política es muy importante llegar, pero sin duda es más importante terminar bien y saber retirarse. Será el tiempo lo que pueda compensar un poco el prestigio de las decisiones legadas por el Presidente Peña Nieto. Será entonces cuando de cuenta de la dura realidad que vivimos los mexicanos, razón por la cual perdió estrepitosamente la elección presidencial. De un sexenio a otro hubo un deterioro sustantivo en la percepción y aprobación ciudadana.

Siempre es una lección pensar en el primer día de un individuo cuando deja de ser gobernante para actuar de manera consecuente. Me hubiera encantado regalarle el libro de Spota al Presidente Peña Nieto, aunque pensándolo bien, a estas alturas al que más le serviría es a López Obrador.

P.D. La última pésima decisión de la actual administración, es darle el galardón del Águila Azteca al yerno de Trump. Puede ser cierto que ayudó a integrar el nuevo Tratado de Libre Comercio, pero nada pasaba si no le entregaban la máxima condecoración del país. Así termina un sexenio y tal vez un régimen político.