Lo que se sabe del doble homicidio de Yair y Héctor, víctimas de la narcoviolencia en la CdMx

Alan Yair y Héctor Efraín, de 12 y 14 años, fueron torturados, asesinados y descuartizados en la Ciudad de México, sin que hasta ahora se conozca con certeza porqué fueron víctimas de tan brutales actos.

Foto: Especial.

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Eduardo es un hombre de 39 años de la Ciudad de México y es miembro de la Unión Tepito, banda criminal que mantiene asoladas diversas zonas de la capital del país.

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El 2 de noviembre, a las 3:00 de la mañana, transportaba un bote y una caja de plástico por calles del centro de la Ciudad de México. Por el peso, la caja contentamente se desacomodaba, por lo que Eduardo tenía que detenerse para colocarla en su sitio. Eso llamó la atención de policías que pasaban por el lugar, quienes se acercaron a tratar de ayudarlo en la esquina de las calles República de Chile y Belisario Domínguez, en la alcaldía Cuauhtémoc.

Cuando los agentes se acercaron, notaron que Eduardo se había puesto nervioso, por lo que le ordenaron que les mostrara lo que transportaba: en el interior de la caja y el bote había bolsas negras, y dentro de ellas, restos humanos de dos personas que habían sido desmembradas.

Este no es un caso aislado, ya que las calles del centro de la Ciudad de México son disputadas por grupos delictivos que se dedican a la venta de drogas al menudeo y que buscan controlar el mercado y su distribución.

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Por su parte, la Red por los Derechos de la Infancia en México opinó que el hallazgo de los niños asesinados “ratifica la impunidad del crimen organizado en Ciudad de México y sus prácticas de terror como forma de control territorial”, y recordó que de enero a septiembre de este año, mil 777 niñas, niños y adolescentes han sido víctimas de homicidio; es decir, diariamente asesinan a 7 y desaparecen 7, en total impunidad.

Yair y Héctor, niños indígenas

Alan Yair y Héctor Efraín fueron vistos por última vez el martes 27 de octubre a las afueras de la vecindad donde vivían, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El 3 de noviembre sus padres acudieron al servicio médico forense para identificar los cadáveres mutilados de los menores, que eran los mismos que Eduardo “N” transportaba el domingo anterior en un diablito.

Yair tenía 12 años y Héctor Efraín contaba con apenas 14 años de edad y sus familiares no se imaginaban que esos cuerpos que hallaron en las calles del primer cuadro de la ciudad serían los de sus niños, y es que, 5 días después de que desaparecieran, la noticia de que un integrante de la Unión Tepito había sido detenido cuando llevaba los cadáveres mutilados de dos personas encendió las alertas y la preocupación.

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A pesar de que en la vecindad ubicada en la calle Pensador Mexicano, donde los menores vivían, ya corría el rumor de que los habían encontrado muertos, sus padres conservaban la esperanza de hallarlos con vida, y por esa razón no dejaron de colocar anuncios de la Alerta Amber activada luego del reporte de la desaparición.

Esos mismos papeles con la fotografía de los dos menores no duraban más de una hora pegados porque alguien los rompía.

En la zona donde vivían, Yahir y Héctor eran conocidos por todos los vecinos. Los dos menores eran hijos de indígenas mazahuas de San Antonio Pueblo Nuevo, Estado de México, vivían en la vecindad y desde pequeños se juntaban durante las horas de trabajo con sus padres, quienes se dedican al comercio ambulante.

¿Fue una rivalidad amorosa?

Según testimonios, ambos jovencitos querían estudiar, pero la suspensión de clases presenciales por la pandemia y el dinero que ganaban en la venta de dulces los hicieron alejarse de los libros.

En el celular de Héctor se encontraron mensajes que intercambiaba con una jovencita que le prometía un noviazgo serio, pero en ese romance competía con un vendedor de drogas.

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Por otro lado, aunque se sospechaba que ya también vendían drogas, los familiares insisten en que la relación de Héctor con la chica fue la razón del doble homicidio.

Y es que Karina, la madre de Yair, avisó a la Policía sobre la desaparición de su hijo horas después de que él no regresara a casa. La mujer recuerda que ese martes al anochecer, Yair y Héctor salieron de la vecindad para buscar a la joven, pero no se les volvió a ver con vida, y aunque el celular marcaba una vecindad de Belisario Domínguez como el último sitio donde estuvieron, la Policía no los buscó ahí.

Doble homicidio, ligado a narcomenudeo: Claudia Sheinbaum

El doble asesinato contra los menores de edad Alan Yahir y Héctor Efraín en el Centro Histórico de la Ciudad de México podría estar relacionado con el narcomenudeo, comentó a los medios capitalinos la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum Pardo.

“Es un caso sumamente lamentable en la Ciudad, se tienen detenidos y se están en este momento procesando otras detenciones y la fiscalía dará mucha más información sobre este caso en particular que tenía que ver con un tema de narcomenudeo, parece ser. La propia fiscal informó hoy a las familias para darles todo el apoyo que requieren”, dijo.

Por su parte, la Fiscalía capitalina informó que se daba el acompañamiento “victimal” a las familias de los dos menores de edad, cuyos restos fueron reconocidos como los cuerpos descuartizados presuntamente por la Unión Tepito.

Zona violenta

En los accesos a la calle Pensador Mexicano, en el centro de la Ciudad de México, donde vivían Héctor y Yair, 5 patrullas vigilan. En la vecindad marcada con el número 11 velaron a Alan Yair y Héctor, los niños que fueron torturados y mutilados presuntamente por gente de la Unión Tepito.

Pese a ser una de las zonas más céntricas de la ciudad, cercana a la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes, ver policías en esa calle fue extraño para quienes habitan en las vecindades localizadas entre Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle 2 de Abril.

La pregunta que varios vecinos se hicieron fue “¿y ahora a quién mataron?”. El doble homicidio generó desconcierto por la ejecución de los dos niños de la vecindad donde habita un grupo de mazahuas cuyos orígenes están en el Estado de México.

Tras saber lo sucedido, en la calle hay quien recuerda a sus vecinos y sabían que estaban desaparecidos desde el 27 de octubre. También conocían que sus padres son ambulantes y que antes de la pandemia vendían camisetas, sudaderas y suvenires afuera de los conciertos.

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Aunque la noticia de la muerte de los dos menores los tomó por sorpresa, señalan que en esa calle “ya no es extraño que haya homicidios”, lo inusual más bien es ver patrullas que vigilen a los mazahuas. No estaban ahí el día 27, fecha de la desaparición, o cuando horas antes mataron a dos hombres en la calle Santa Veracruz, aledaña a Pensador Mexicano. Tampoco custodian cuando los traficantes ofrecen droga afuera del Mercado 2 de Abril. Para los vecinos, los dos menores eran niños que jugaban a ser adultos de la mafia.

“Solamente con revisar las redes sociales de Héctor te das cuenta de la vida que ambos querían”, dice un vecino a El Universal, y el juego lo tomaban con seriedad desde hace dos años, cuando mataron a José Francisco, otro de sus familiares. Él caminaba por las calles del Centro cuando dos hombres lo alcanzaron para secuestrarlo. Dos días después de su desaparición, hallaron su cuerpo mutilado en las calles de Tepito.

Alan Yair y Héctor tenían 12 y 14 años, respectivamente; sin embargo, había gente en esa calle de Pensador Mexicano que ya les temía, otros aún los veían como niños y asistieron a la vecindad a soltar globos blancos para despedirlos.

Iban a los arrancones

Por grabaciones de las cámaras del C5 se sabe que Héctor y Alan Yair subieron a la motocicleta de un sujeto que pasó por ellos el 28 de octubre; se presume que los asesinaron en una casa en República de Chile.

Héctor era aficionado a las motos de pista, y con ese pretexto sus asesinos se los llevaron; incluso los invitaron a “dar gracias” a San Judas Tadeo el 28 de octubre, pero desde esa noche, alrededor de las 20:00 horas, nadie los volvió a ver con vida.

Según declararon algunos de sus amigos a los agentes de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, ese día Héctor le pidió a Alan Yair que lo acompañara a ver a su novia, con quien supuestamente tenía planeado asistir a unos arrancones en moto, pero todo fue mentira, pues en realidad “el paseo” era para torturarlos, asesinarlos y luego descuartizarlos.

Cámaras del C5 captaron el 28 de octubre cómo los dos menores se subieron con el tripulante de una motocicleta que pasó por ellos, aparentemente lo conocían porque no opusieron resistencia y se saludaron.

La última imagen que se tiene de Héctor y Alan Yair es cuando ingresan a una vecindad marcada con el número 49 de la calle República de Chile, según las autoridades, ahí posiblemente los asesinaron y descuartizaron.

Tres líneas de investigación

La primera línea de investigación señala que las víctimas quedaron en medio de una batalla que libran la Unión Tepito y la Anti-Unión por las calles del Centro, pues en el barrio se sabía que los niños vendían drogas al menudeo. La segunda, una supuesta disputa amorosa, ya que Héctor cortejaba a una chica, al igual que otro adolescente de 14 años, quien también se dedicaba a vender drogas.

La tercera línea está relacionada con la actividad laboral de la mamá de Héctor, quien trabaja en el área de Derechos Humanos de la alcaldía Cuauhtémoc.

En la zona donde vivían los chicos eran conocidos por “chambeadores”, pues lo mismo los podían ver ayudando a sus padres vendiendo dulces que acompañando a otros jóvenes dedicados al narcomenudeo. Sobre este tema, la FGJ-CDMX investiga a por lo menos otras seis personas que participaron en el plagio y homicidio de los niños.

Vecindad del horror

En el cuarto número 6 de la vecindad ubicada en la calle República de Cuba es donde Yair y Héctor fueron torturados y mutilados.

Ahí, los agentes investigadores hicieron un cateo la madrugada de este 5 de noviembre.

Por el ir y venir de los policías frente a una virgen que se observa desde la calle, los testigos se enteraron de que unos de los diableros que ahí vive fue el responsable de trasladar los cuerpos mutilados de los niños de 12 y 14 años.

Ahí, en el segundo piso de la vecindad vivía el hombre al que todos en el lugar conocían por sus nexos con “gente” de la Unión Tepito.

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Además de la detención de un hombre, extraoficialmente se sabe que en cuarto hallaron la ropa de los menores y el arma con la que fueron seccionados sus cuerpos.

Dicen quienes ahí viven que no es extraño que los narcotraficantes ronden en las calles y la vecindad de República de Cuba. Hace dos semanas, esa misma gente -como si fueran la autoridad- llegó a retirar puestos ambulantes que no pagaban las cuotas que les exigen. Los removidos eran es su mayoría puestos de comida que se instalan por la mañana y se retiran después del mediodía.

Eran niños de casa: mamá de una de las víctimas

La mamá de Alan, el niño indígena de 12 años, negó que su hijo estuviera relacionado con un grupo delictivo. La mujer negó que tanto él como Héctor tuvieran algún vínculo con el crimen organizado.

“(Comentan) pues que ellos eran de la Unión y que se iban a vender y que trabajaban para ellos, todo eso es mentira, eran unos niños de casa que no se metían con nadie”, dijo la mujer en entrevista con Milenio Televisión.

“Si nos citan a las audiencias sí vamos a presentarnos. Por ejemplo, pedir justicia, la verdad ya no, ya no queremos más problemas. Ya lo que queremos es que nuestros hijos estén descansando y que dios se encargue de lo que se tenga que encargar”, expuso.

Niños en el crimen

Como ya informamos en el mes de abril de este año, si la Comisión Nacional de los Derechos Humanos estima en 30 mil los menores que operan para el crimen organizado en México, la Red por los Derechos de la Infancia en Mexico (Redim) estima una cifra muy superior: 460 mil menores.

Desde el inicio de la década pasada, con el auge de la narcocultura y el fortalecimiento económico y operativo de los cárteles, los jóvenes de las grandes, medianas y pequeñas ciudades se han convertido en carne de cañón de las organizaciones criminales que han reclutado a miles de muchachos para engrosar sus filas. Fuera de todo eufemismo, son la generación “desechable”: vivir rápido y morir pronto.

En medio de la mayor crisis de inseguridad que vive México, las nuevas generaciones crecieron en ambientes caracterizados por la pobreza y el miedo, en los que las bandas delictivas se dieron a la tarea de reclutar niños y jóvenes para ensanchar sus dominios y asegurarse un ejército que cubra sus necesidades operativas.

De acuerdo con estudios de la Universidad de Nuevo León, los jóvenes que no estudian ni trabajan, conocidos como “ninis”, son el blanco más fácil de la delincuencia organizada, pues ven los cárteles un medio rápido para lograr sus metas, pues es ahí donde acceden a grandes sumas de dinero.

Con este objetivo, amasar dinero, tener carro, casa y demás lujos en poco tiempo, miles de menores engrosan las filas del narcotráfico con el fin de ganar grandes sumas de dinero a corto plazo, lo que contrasta con los jóvenes escolarizados que calientan la banca en espera de su incorporación al sistema laboral del país.

Las ciudades de Tijuana, Mexicali, Monterrey, Saltillo, Torreón y Ciudad Juárez son algunos ejemplos del involucramiento de los jóvenes dentro de las redes del crimen; de hecho, los menores son el rostro más visible del ejército de personas que trabajan en las bandas criminales.

Por ejemplo, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha enrolado a cientos de personas en los últimos años mediante engaños de trabajos seguros y bien remunerados como guardias de seguridad, pero las autoridades han alertado de que comenzó a reclutar a menores.

Según informes oficiales, la organización liderada por Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, es la que tiene más miembros menores de 18 años debido a que ellos reciben un trato diferente al ser detenidos, aunque se trate de delitos graves como asesinatos.

El cártel los prepara no pensando en crear criminales profesionales, sino que aprovechan su vulnerabilidad a sabiendas de que, si los capturan o matan, hay miles más que pueden remplazarlos, y que de ser recluidos, por su condición de menores edad, pronto saldrán y podrán regresar a sus filas.

Uno de los casos más sonados recientemente fue el de Juanito Pistolas, que murió decapitado en un enfrentamiento entre integrantes de la Tropa del Infierno, el brazo armado del Cártel del Noreste, y fuerzas estatales y federales en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Desde los 13 años se enfiló en el narco y soñaba con ser sicario y ya hasta tenía un narcorap.

María Celeste, una jovencita de 16 años, relató cómo fue que llegó a trabajar para Los Zetas y detenida por las autoridades. Originaria de Ciudad Victoria, Tamaulipas, fue invitada por unos amigos a formar parte de la banda delincuencial, donde le ofrecían 4 mil pesos a la quincena, salario que a su corta edad era imposible de conseguir en otro trabajo.

En Netzahualcóyotl se formó una banda de al menos 10 integrantes. El mayor no pasaba los 25 años y el menor tenía nueve. El más pequeño era el más sanguinario, nunca mostraba arrepentimiento y pararse a su lado daba confianza porque sabía que, si alguien se metía con ellos, el chico lo iba a matar, contó Kevin, uno de sus cómplices.

Primero fue vandalismo y robo, después, drogas, extorsiones a negocios y golpizas. “La idea era meter terror a nuestros rivales”, detalló Kevin, de 20 años. “Todo comenzó como un juego, éramos niños jugando a ser sicarios”.

De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México, de diciembre de 2006 a marzo de 2019 se tiene registro de 19 mil niñas, niños y adolescentes víctimas de homicidio doloso. Ocho de cada 10 son víctimas de arma de fuego, o sea, han sido ejecutados o mueren en enfrentamientos entre organizaciones rivales o contra fuerzas policiales o federales.