Entrevista | ¿Protesta o vandalismo? El debate sobre las pintas en los monumentos de Morelia

Las llamadas “pintas”, que hacen referencia a intervenciones en el espacio público, se han vuelto un tema controversial en la época actual.

Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán.

Abril García / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. En el marco de las acciones conmemorativas del Día Internacional de la Mujer, vuelve a surgir el debate entre si considerar a las pintas realizadas durante las marchas feministas como una forma de protesta contra el patriarcado o como un acto vandálico contra los monumentos históricos.

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Las llamadas “pintas”, que hacen referencia a intervenciones en el espacio público mediante las técnicas del graffiti, los stickers, los murales y el paste-up, se han vuelto un tema controversial en la época actual. Para las colectivas y las teóricas del feminismo, se trata de una manifestación en contra de los sistemas de poder patriarcales, así como una forma de ejercer presión para la aplicación de justicia y de visibilización de las víctimas de feminicidio.

Sin embargo, para otras personas se trata de un daño a los monumentos que forman parte del patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad. En este sentido, hemos entrevistado a Alanys Contla, quien se especializa en el análisis de las intervenciones al espacio público realizadas durante movimientos sociales y paros estudiantiles.

¿Cuál es el impacto en términos simbólicos, políticos, institucionales y jurídicos que pueden llegar a tener las pintas?

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Las intervenciones en el espacio público sí son una forma válida de protesta porque lo que plantea es volver un saber experiencial e individual en un uno colectivo y, a través de este conocimiento que se comparte en el espacio público, es que las personas pueden tomar o no una decisión frente a la protesta que se está planteando. En términos simbólicos y políticos, una pinta puede generar una zona de contacto entre una persona que posee un conocimiento o una experiencia y la comparte con la gente que habita el espacio público.

En términos institucionales y jurídicos es incómodo: ese es el impacto que tienen, puesto que no están contempladas dentro de la jurisdicción. La pinta aporta una incomodidad que muchas veces termina siendo necesaria para poder modificar las leyes y cambiar las perspectivas.

¿Cómo las pintas se plantean como una estrategia ante las jerarquías sistemáticas de poder?

Desde la revisión de textos respecto al tema, nos preguntamos ¿cómo puede una huella escabullirse en la jerarquía sistemática del poder? Y un poco yo respondo que la manera en que se va metiendo es interpelando en la sensibilidad, las emociones y las pasiones de las personas para actuar a través de una pinta. Es una estrategia, porque si las instituciones están construidas por un grupo social que no es toda la sociedad, pero si la ordena y las pintas son una estrategia de respuesta y de plantear una reorganización de esta jerarquía. Algunas veces funciona para generar un cambio, otras veces solamente enuncia y denuncia.

¿De qué manera las pintas permiten que las mujeres afectadas por la violencia patriarcal pasen de ser víctimas con roles pasivos a sujetos políticamente activos?

La huelga y, en este caso la pinta que es una consecuencia de la huelga, permite que una persona víctima de violencia tenga este agenciamiento político dentro de un grupo social y un espacio político. La pinta, desde el arte urbano, es un aparato que permite que la comunidad converse y habite el espacio. La pinta permite una persona pueda transmutar su herida o el duelo que está viviendo frente a una violencia que haya vivido, materializando ese dolor y denunciar la agresión. No significa que el acto de pintar vaya a sanar la herida, a rehacer su vida o a reparar el daño, pero si permite que se le visibilidad al daño.

¿Cuál es la relación entre cuerpo, arte y política que exploras en tus investigaciones respecto al tema?

A diferencia de la visión occidental del cuerpo, la concepción de la que yo parto es la del cuerpo como una condición de mutación que se enuncia en las escuelas somáticas de danza en la década de los setentas. En ella se ve al cuerpo articulado con la mente y las emociones desde el mismo espacio. La corporeidad es una experiencia que permite desarrollar saberes corporales que inevitablemente pasan al pensamiento.

Desde mis investigaciones, hago un trazo desde el cuerpo, el trazo, el tiempo y la memoria. Yo no lo llamaría arte porque para mí el arte es un aparato de la burguesía, que se aleja demasiado de lo que las personas del mundo real tenemos en nuestro imaginario. Pero sí creo en el término de creación para llegar a compartir algo. Yo incluyo a la memoria en este proceso, porque sin ella no creamos.

El cuerpo aloja saberes experienciales, experimenta consigo mismo y está cambiando todo el tiempo. Es a través de este proceso que se puede materializar en la creación o permanecer en la memoria.