Hace 52 años Jim Morrison fue hallado sin vida, pero nació la leyenda del Rey Lagarto

Icono de una generación, miembro del Club de los 27, un poeta convertido en cantante que, como dice su epitafio, vivió siendo fiel a su espíritu

Redacción / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Hoy se cumplen 52 años de la muerte de Jim Morrison, el cantante y poeta estadounidense que dejó su nombre escrito en la historia del rock y cuyo personaje devino icono generacional de la cultura pop. Su dimensión, también muy aireada de símbolo sexual, cerraba un círculo que le convirtió en un fenómeno más allá de modas, tiempos y clases sociales. Encima, su fallecimiento en París, entre misterioso y nunca esclarecido, fue como la cereza en el pastel de la vida de un creador que de ese modo pasó a formar parte del club de los 27 (junto a Brian Jones, Jimi Hendrix y Janis Joplin, muertos a esa edad entre 1969 y 1971).

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Ya es conocida la valoración que en su día hizo The New York Times de él, al considerarle “el símbolo sexual más poderoso desde James Dean y Elvis Presley”, y también es sabida su habilidad y predisposición a convertir cada uno de los conciertos de The Doors –la magnífica banda donde ejercía de vocalista y cara visible– en un ejercicio de rebeldía y puesta en escena. Pero quizá no tan sabida por el llamado gran público es la vertiente poética que impulsó toda su vida y que va bastante más allá de su faceta estrictamente musical.

Esto lo prueba de forma excelente la publicación hace dos años de “The collected works of Jim Morrison: poetry, journals, transcripcts and lyrics”. Un volumen, editado por HarperCollins, donde se incluye una antología de su ya conocida producción escrita, pero, sobre todo, material hasta ese momento inédito como algunas letras de canciones que no llegaron a ser grabadas, anotaciones y poemas manuscritos en los más de 28 cuadernos que recientemente se encontraron.

Su vida fue agitada, intensa, errática, impulsiva. Antes de que el teclista Ray Manzarek lo convenciera para cantar en la banda que los haría grandes, Morrison (nacido en diciembre de 1943 en Melbourne, Florida, hijo de un almirante) estudiaba cine, su principal deseo vocacional junto a la poesía.

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Dio forma a una primera entrega lírica (“The lords and the new creatures”, que firmaría en 1969 como James Douglas Morrison), que intentó reanudar años después marchándose a París en marzo de 1971. No le duró mucho ese reenganche con la poesía porque en julio de ese año fallecería. De este modo también quiso poner tierra de por medio del terremoto que había originado, afectándole a él y al resto de la banda.

Una denuncia por exhibicionismo en un concierto de Miami (se le acusó de mostrar el pene) truncó la buena racha que atravesaban los Doors porque les obligó a cancelar una treintena de conciertos (y la condena de cárcel para Morrison se daba por segura). Y a ello se sumó la más bien floja acogida en todos los ámbitos de “The soft parade” (1969), un disco que por sus sonidos más pop fue infravalorado en su momento.

Sólo habían pasado dos años desde el sonoro éxito de la canción “Light my fire” –uno de sus temas-sello junto a “The end” o “Riders in the storm”–pero ya parecía una eternidad. El regreso al blues que protagonizaron con el espléndido “Morrison Hotel” (1970) hizo reflotar a la banda, pero Morrison parecía irrecuperable, con el alcohol como compañero de fatiga y trabajo, algo que también le permitía encarar el estrellato a su modo. Su último concierto fue en diciembre de 1970 y no esperó a que se publicara “L.A. woman” (1971), obra que redimensionó y puso a la banda en el lugar que se merecía... y también la última que grabó con ellos.

Con unos cuantos kilos de más y escondido bajo una densa barba, dejó Estados Unidos y se dispuso a cerrar su particular círculo poético. En marzo de ese año se fue a vivir con su novia (y “compañera cósmica”) Pamela Courson a un apartamento alquilado en el 17-19 de la Rue Beautreillis, en Le Marais. El 3 de julio de 1971, Courson encontró el cuerpo sin vida de Morrison en la bañera. Oficialmente falleció por un paro cardiaco, pero no se le practicó la autopsia, así que la versión comúnmente aceptada es que fa¬lleció por una sobredosis de ¬heroína. Otras tesis, sin embargo, elucubran sobre otras causas y también las hay que sostienen que el músico hoy sigue vivo. Teorías aparte, su tumba, un lugar de culto y peregrinaje actualmente, está en el cementerio de Père-Lachaise, junto con algunos de sus ídolos literarios.

Foto: EFE.

El Rey Lagarto

Jim Morrison nació en Florida en 1943 y tuvo una infancia errante pero bastante placentera. De joven estudió cine en la UCLA de Los Ángeles y pronto se trasladó a vivir en la zona de Venice Beach para dedicarse a su verdadera vocación, la poesía. Fascinado por Baudelaire, Rimbaud, Artaud y los decadentistas, entró en contacto con drogas psicodélicas y el movimiento hippie.

Sin tener formación musical alguna entró en contacto con el teclista Ray Manzarek y fundaron la banda The Doors, junto a Robby Krieger y John Densmore. El nombre del grupo evoca a la obra del escritor Aldous Huxley, que hace referencia a la necesidad de abrir las puertas de la percepción. El éxito de su primer disco lanzado en 1967, “The Doors”, fue inmediato. Contiene algunos de los temas clave de su discografía como “Light my fire” y “Break on through”.

Antes de la prematura muerte del líder de la banda surgieron cinco álbumes más.

Jim Morrison fue El Rey Lagarto, el poeta del caos o el gran chamán que se subía al escenario y entraba en trance, intercalando fragmentos de poesía recitada entre los temas musicales. Poesía improvisada y hablada entre contorsiones corporales de alto calado sexual.

Se le llamó El Rey Lagarto por un poema que escribió titulado “La celebración del rey lagarto”. Una de las estrofas decía: “Soy el rey lagarto y puedo hacerlo todo” (“I’m the lizard King, I can do anything”).

Morrison era un agitador sobre el escenario, improvisando estrofas tan contundentes como las del tema “The End”, donde dice “padre, quiero matarte; madre, quiero cogerte”. Por ello fueron expulsados de locales y sus conciertos fueron prohibidos en muchas ciudades americanas.

También en el show televisivo de Ed Sullivan tuvieron que modificar letras de canciones como la popular “Light my fire”. Morrison llegó a ser detenido en pleno concierto (New Haven) y poco a poco fue cayendo en una decadente adicción al alcohol, al tiempo que reducía drogas visionarias como el peyote.

El Rey Lagarto se fue apagando mientras le caían juicios o condenas por exhibicionismo sobre el escenario. Se dice que fue heroína, pero sufría fobia a las agujas. En su epitafio puede leerse “fiel a su propio espíritu”.