La sociedad abierta: el filósofo rey o las instituciones

Según Karl Popper, el objetivo de la política era encontrar a un líder con las características de un filósofo. Sin embargo, pensaba que ni de lejos ese era el principal problema de la política.

“Y el estado levantará monumentos… para celebrar su memoria. Y se les ofrecerán sacrificios como a semidioses… como hombres tocados por la gracia divina y semejantes a Dios”

Platón

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Bernardo León

En su famoso libro “La sociedad abierta y sus enemigos”, Karl Popper consideraba que Platón había promovido una “sería y duradera confusión en la filosofía política al expresar el problema de la política bajo la forma ¿Quién debe gobernar?

Dicho de otra manera – según Popper – el objetivo de la política era encontrar a un líder con las características de un filósofo. Sin embargo, Popper pensaba que ni de lejos ese era el principal problema de la política. Cuando se hace la pregunta quien debe gobernar, le parecía inútil la clásica respuesta de “el mejor”, “el más sabio”, “la voluntad general”, etc., porque al final incluso los seguidores de Platón admiten que los gobernantes no siempre son los bastante “buenos” y que “no es nada fácil establecer un gobierno en cuya bondad y sabiduría pueda confiarse sin temor”.

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En el capítulo 8 critica la propuesta platónica del filósofo rey y al propio Platón por hipócrita. Popper escribe que Platón seguía a Sócrates en la idea que un filósofo era quién amaba la verdad, pero señala que Platón no se atiene al señalar: “Si hay alguien con derecho a mentir, éste sólo puede ser el gobernante de la ciudad, a fin de engañar a sus enemigos y a sus propios conciudadanos en beneficio de la comunidad; pero ningún otro debe gozar de este privilegio.”

Por el contrario, Platón exigía que los ciudadanos dijeran la verdad: “Si el gobernante sorprende a alguien en una mentira… entonces lo castigará, por fomentar una práctica que lesiona y pone en peligro a la ciudad”.

Bajo esta premisa, cuestiona la congruencia de Platón al afirmar que los filósofos son los que aman la verdad y exigir un filósofo rey para la ciudad, pero al mismo tiempo señalar que puede mentir si es necesario y exigir la verdad a sus súbditos.

Entonces –se cuestiona Popper– “¿por qué el pensamiento político no encara desde el comienzo la posibilidad de un gobierno malo y la conveniencia de prepararnos para soportar a los malos gobernantes, en el caso de que falten los mejores?”. Y en la lógica de esta pregunta propone cambiar la pregunta platónica de ¿quién debe gobernar? Por una más práctica ¿en qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado daño?”.

Popper sabía que era muy difícil encontrar buenos gobernantes, pero pensaba que un sistema de equilibrios y contrapesos en diversas instituciones (no solo los tres poderes) podía asegurar las libertades y los derechos de los ciudadanos a pesar de los malos gobernantes. Quizás por eso los gobernantes con impulsos autoritarios mandan al diablo a las instituciones. Quizás.

Popper escribe: “… me inclino a creer que rara vez se han mostrado los gobernantes por encima del término medio, ya sea moral o intelectualmente, y si, frecuentemente, por debajo de éste.” Y remata: “Me parece simplemente rayano en la locura basar todos nuestros esfuerzos políticos en la frágil esperanza de que habremos de contar con gobernantes excelentes o siquiera capaces”.

La clave estaba en otro lado: “… el principio de la política democrática consiste en la decisión de crear, desarrollar y proteger las instituciones políticas que hacen imposible el advenimiento de la tiranía”.

Platón quería que los filósofos fueran investidos del poder o que los reyes se convirtieran en auténticos filósofos. Pero Popper citaba con sorna a Kant: “No es probable que los reyes se conviertan en filósofos o los filósofos en reyes ni tampoco hemos de desearlo, puesto que la posesión del poder afecta invariablemente el libre juicio de la razón. Es indispensable, sin embargo, que los reyes no eliminen a los filósofos, concediéndoles el derecho, en cambio de opinar libre y públicamente.

Popper escribió este texto en plena Segunda Guerra Mundial, siendo él de origen judío (aunque su familia se convirtió al cristianismo antes de que el naciera) salió de su país para conservar su vida y dedicó su vida a la lucha por la verdad a través de la filosofía y se convenció de que esto sólo es posible en una sociedad abierta.

@bernardomariale