Al final

Las últimas horas del gobierno de Aureoles ya no cambiarán la percepción ciudadana. Se quedará en el colectivo lo más estridente.

La Voz de Michoacán

Más de 70 meses estuvo Silvano Aureoles Conejo al frente del gobierno de Michoacán. Un reto por sí solo titánico, sin contar el abanico de retos que representa “tomar el toro por los cuernos” en un estado tan diverso, amplio y con una serie de problemáticas como esta entidad, cuna y bastión de movimientos sociales que han marcado un antes y un después.

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Sabía perfectamente Aureoles Conejo que Michoacán venía de una descomposición social profunda. La penetración de la delincuencia en las instituciones, la falta de recursos para enfrentar las necesidades con el magisterio, proveedores, y una larga lista de etcéteras, estaban en la agenda de prioridades, sin dejar de lado la polarización común del estado.

La historia nos recuerda que cada uno de los gobernadores que estaban al finalizar sus sexenios era linchado mediáticamente por la oposición, juzgando los resultados que dejaban al final de sus encomiendas. Esto no cambia, aunque no significa que haya pendientes que no se atendieron de manera contundente y eficaz en esta administración, y en las anteriores.

Aureoles era el último gobernador emanado del PRD que se tenía en el mapa. Su participación cobró relevancia significativa pues se convirtió en un claro opositor a un régimen que se fraguaba desde el 2006, pero que se concretó en 2018, con otras siglas, pero con las mismas fuerzas humanas y de energía. Él no comulgó ahí, así como otros que se mantuvieron en el movimiento perredista, y esto provocó una clara ruptura con Morena y sus afines.

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Quizá los resultados de su administración, como las grandes obras que se realizaron en Ciudad Salud, el teatro Matamoros, y otras más, sólo por citar unas que quedaron paralizadas durante varios años, quedaron minimizadas en el colectivo social, y mediáticamente todo se concentró en su activismo político, y quizá también en los escándalos que generaron una historia entre la sociedad. Y hoy lo que se evalúa es esto.

El déficit financiero estatal que provoca problemas en la gobernabilidad por los pleitos con los sindicatos que reclaman sus prerrogativas, la deuda con proveedores, y el largo acumulado de etcéteras que heredará al próximo gobierno probablemente tendrán un costo político para el aún gobernador. Sin embargo, no es nada nuevo que Michoacán esté emproblemado, -nadie dice que esto esté bien, ni que sea menos peor-.

Las últimas horas del gobierno de Aureoles ya no cambiarán la percepción ciudadana. Se quedará en el colectivo lo más estridente, lo que movió conciencias, generó irritación o dejó una huella significativa entre sus habitantes. La posteridad quizá permitirá que se evalúe de manera más precisa y contundente, alejado de filias y fobias, el desempeñó de los mandatarios, como ha ocurrido siempre.