Tres décadas

El tema de la subsistencia desde un principio lo empezamos a desglosar al mismo tiempo que tomábamos nota e informábamos sobre el acontecer del espectáculo de pasatiempo que domingo a domingo se llevaba a cabo en la Plaza de toros Monumental de Morelia

Gonzalo Reyes

Han pasado 30 y vamos para 31 años desde el día en que se me brindó la oportunidad de escribir y difundir opinión en estas prestigiadas páginas a través de la escritura y la opinión, especialmente en un tema que, en lo personal y quizás en millones en nuestro país, nos apasiona: el Jaripeo. Aunque sigue siendo tema de discordias, habla de la grandeza de la cultura no difundida de nuestra mexicanidad.

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Durante el inicio de mi contribución con este diario, me había propuesto aclarar no solo el límite en su concepción como alternativa para el esparcimiento, sino también aclarar que el espectáculo de la monta de toros es un reflejo de la cultura propia de los mexicanos. Con entusiasmo, nos hemos adentrado en temas relacionados con la forma de vida que se ha sostenido desde el campo, la influencia en el trabajo del jaripeo para nuestra sobrevivencia y ver esta actividad con otro enfoque de cultura.

Hemos tratado argumentos que abarcan mucho antes de que se fundara nuestro estado de derecho y nacionalidad, al ser el ahora México, eminentemente ganadero y agrícola en lo que, por lo tanto, ha obtenido su autosuficiencia propia y que durante siglos se la dio las faenas agropecuarias, que por este escaparate de origen del jaripeo dio lugar a la concepción de un esparcimiento que durante siglos ha dado forma a un folclore lleno de tradición, donde se muestra a una multitud, como los hombres del campo se recreaban con los elementos naturales que han tenido en su labor agraria.

Estos elementos son el ganado mayor: equinos y reses que fueron la base para la ganadería y un sostén en la agricultura que siempre ha dado alimento a la población mexicana: que así y de paso en las faenas que dan para abastecer la vida, se encontraron alternativas de esparcimiento en estos elementos, en un acontecimiento que tanto en trabajo como en entretenimiento llamaron jaripeo.

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Aquello del esparcimiento, cuando las faenas del campo las ejecutaban ante un público en el corral de reconocimiento de los pueblos, donde para la ocasión se desarrollaba alguna festividad importante; en los primeros espectáculos que se desplegaron en presencia de la gente a la cual exhibían el manejo del ganado y donde lo desafiaban para mostrar la superioridad.

El tema de la subsistencia desde un principio lo empezamos a desglosar al mismo tiempo que tomábamos nota e informábamos sobre el acontecer del espectáculo de pasatiempo que domingo a domingo se llevaba a cabo en la Plaza de toros Monumental de Morelia, en la que fue la última gran época del jaripeo de poder; antes de que se diera el giro a la evolución musical, sobre la labor arriba del caballo ante los toros bravos. Cuando este espectáculo aún no se asentaba como tal y que a la fecha lo siguen cuestionado ahora con factores de tendencia a la prohibición de lo natural.

Promovimos en lo particular, en los hechos y desde esta tribuna, la jugada a caballo y la impusimos ante la nula aprobación de las empresas que tenían en la cúspide las incidencias de montar al toro al estilo de la caja de tubos metálicos; aquello fue en el año 1994 cuando con Pancho Mora, intentamos darle el sabor ranchero a las jugadas que se realizaban en la plaza Monumental.

Nosotros con el uso del caballo como se hacía en los orígenes en los campos en el trabajo ganadero, cuando tenían que derribar al toro, ideamos meter emociones de miedo y peligro con toros bravos, en los jaripeos de hace 30 años ya que en aquel tiempo era muy difícil ver un toro de lidia o por lo menos alguno de bravura que no dejara someterse fácilmente en un jaripeo, pero sí había muchos toros serranos que no se dejaban manipular y que acometían contra lo que se movía en el ruedo; toros bravos que no se querían en las jugadas a cajón porque no reparan, porque salen a embestir.

Eso es lo que nosotros pretendíamos, ver cómo los hombres de a caballo eran capaces de sortear a un animal que como en el origen del jaripeo, tanto en los campos como en los primeros corrales, no se rajaban y hacían sudar y esforzarse para dominarlos y contenerlos, eso es lo que pretendíamos.

Logramos el objetivo; tuvimos oportunidad de realizar al menos 4 jaripeos en la Monumental de Morelia, con toros bravos anunciados así para lazarse a caballo; del mismo modo lo hicimos en la plaza de toros La Haciendita de Zinapécuaro; y en La Escondida de Charo; en Téjaro y en Cotzio y en la David Liceaga de Maravatío, así como en el desaparecido Lienzo Charro de La feria de Morelia.

Donde ahora está el Pabellón don vasco. En aquellos aniversarios de La Voz de Michoacán, cuando se nos concedió realizar en el Lienzo Charro de Morelia, hace ya 25 años en otra fiesta charra de nuestro periódico; y el logro más grande fue cuando nos dieron la oportunidad de realizar y hasta la fecha el único jaripeo con toros bravos y caballos en El Palacio del Arte de Morelia.

Donde grandes jinetes del jaripeo en la última gran época como Sigis de Atapaneo y Roy Ortiz, que figuraron como de los más grandes y que de suelo desafiaron el poder de los toros más bravos que los hombres de a caballo les pusieron, sometidos con sus lazos en el suelo, como en los viejos tiempos para que realizaran la monta esos jinetes y más que fueron monstruos del jaripeo a cajón.

Tenemos tanto que recordar; lo que vivimos gracias a este periódico: La Voz de Michoacán y aquello aconteció desde que empecé a escribir el 6 de enero del año 1993, fecha en que me alcanzó la pasión por las letras en este periódico diario, que me hizo conocer y desarrollarme y pude trabajar a la vez que escribía sobre una infinidad de ganaderías donde pude recrear los momentos del origen del jaripeo gracias a todas en las que me dieron oportunidad de adentrarme al mundo apasionante de la crianza del ganado bovino, los cuales siguen destinados a la jugada de montas en el jaripeo.

En el año 1993, en la Monumental de Morelia, ya cuando había finalizado esa temporada de jaripeos por las lluvias, tuve la satisfacción de conocer a profundidad la crianza y preparación de los jaripeos. A la vez que estábamos en armonía con el ganado, tuvimos oportunidad de asistir y documentar para La Voz de Michoacán, espectaculares jaripeos al estilo de tantas partes donde se desarrollaban a la par de la gran plaza moreliana; por allá en otras latitudes es otro candor y sabor el que se imprime para la jugada de los toros, pero con el mismo fin de someterlos para montarlos y sacarles en su jugada todo el brío que llevan dentro, estuvimos en varias plazas y percibimos el estilo de los jaripeos que se desarrollaban en el centro del país.

Y en el hermoso Lienzo charro Las Palmas, vimos en acción los toros de Colima, de Guerrero y Guanajuato y jinetes de los mismos estados, en el marco de la actuación de bandas y artistas que hace algunas décadas causaba sensación pero que no incidían en el desarrollo de los espectáculos de jaripeo, mismos que en aquella última década del siglo pasado no perdían aún su esencia.

En varias oportunidades y en las plazas alejadas del epicentro de Morelia: ahí estuvimos en sus jaripeos y dirigiéndolos al micrófono ante la concurrencia y una selección de toros de aquellas demarcaciones con jinetes de La Costa Grande, de Guerrero y más, a la vez que actuamos con Bandas que en el siglo pasado tuve la oportunidad de manejar y proyectarlas en diversos estados donde el jaripeo ha imperado. Lo cual pude documentar en estas páginas al momento que sucedía, en el siglo pasado, cuando durante algún tiempo tuve la oportunidad de trabajar con el ganado cebuino, aquellos los toros serranos de jaripeo que le dieron proyección a grandes ganaderías de aquel entonces; en tantos recuerdos que La Voz de Michoacán, me dio oportunidad de vivir.

Así después de recorrer grandes distancias en los jaripeos de trascendencia, tuvimos la ocasión de coordinar los jaripeos y festividades que esta casa editorial ofreció gratis a su pueblo, en la plaza Monumental, en el Lienzo Charro de Morelia y en el antiguo lienzo charro de la feria: donde la dirección a cargo de Don Miguel Medina Robles y del Lic. Álvaro Medina González, me brindaron la oportunidad de disponer sobre esos que recordamos como grandes jaripeos de aniversarios.

Bien y aún recordados como los de La Voz de Michoacán y que venían íntimamente ligados al gran acontecimiento social que ha intercedido en la conceptualización del jaripeo como un fenómeno que antes de ser del dominio público como escaparate para la diversión, lo pudimos sentir como un gran patrimonio cultural, que le dio grandeza a la historia de México, que se ha identificado con el ganado mayor, como si este siempre hubiese pertenecido a nuestra forma de vida, por eso esta actividad tan mexicana debe ser reconocida como parte fundamental de nuestra cultura, ya que no es solo un pasatiempo sino que nos refleja casi 500 años de subsistencia simbiótica con el ganado.