LA CASA DEL JABONERO | Por sus frutos los conoceréis

Da miedo pensar cuántos mexicanos andan allá afuera completamente fanáticos de tal o cual proyecto político, de derecha o izquierda

Jorge A. Amaral

Le comento por si no se enteró: esta semana, luego de las críticas de la prensa al desaseo legislativo en torno al tema del Tribunal de Justicia Administrativa, la diputada morenista y presidenta de la Junta Coordinación Política, Anabet Franco Carrizales, se acercó a la reportera Guadalupe Martínez, de El Sol de Morelia, y en tono de reclamo le preguntó si tenía algo qué decirle, al tiempo que, según testimonios de la misma periodista y otras compañeras que estaban con ella en ese momento, le tocó el hombro en tono amenazante, a lo que la reportera le preguntó si la estaba amedrentando y la diputada sólo respondió “tómalo como quieras, corazón”, al tiempo que palmeaba el hombro de la reportera para luego darse la media vuelta y retirarse.

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Obviamente el hecho no se quedó ahí, y periodistas se manifestaron en rechazo a la agresión, y no es un tema menor, dado que estamos en el contexto de uno de los sexenios más mortíferos para la prensa, con decenas de periodistas asesinados, otros con amenazas latentes en su contra. Pero además, estamos en un clima enardecido contra los medios de comunicación, ya que un día sí y otro también, desde Palacio Nacional se lanzan ataques contra la prensa y en redes sociales muchos periodistas son víctimas de insultos, acoso y amenazas por parte de personas afines al gobierno actual.

Cualquier amenaza, explícita o implícita, contra los trabajadores de los medios de comunicación debe tomarse con seriedad, ya que, en el pasado, si ha habido periodistas asesinados, es porque en su momento las intimidaciones se minimizaron y terminaron en asesinato o desaparición forzada. Y por eso mismo los actores políticos deben ser muy responsables con la posición en que se encuentran. Me explico.

Luego de las manifestaciones en su contra, la diputada morenista por Huetamo insistió en que ella no se había equivocado y que no ofrecería una disculpa pública a Guadalupe Martínez. Incluso, mientras los periodistas presentes cuestionaban su actuar, ella sólo sonreía y trastabillaba con un discurso elaborado para eludir los cuestionamientos, dejando en claro que no sabe tratar con la prensa.

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Anabet Franco es diputada por el distrito de Huetamo, municipio donde fue precandidata a la alcaldía. Además de ello, siendo abogada, ha sido litigante y ha tenido algunos puestos de mediano rango en el gobierno, pero su experiencia política es demasiado acotada. Esto me lleva a pensar que se trata de otro político morenista llegado al cargo por la marejada de su partido en pasadas elecciones. No es política de carrera, y por eso no sabe el peso de una amenaza, puesto que no entiende la dimensión de las palabras en un contexto como el que vivimos en este sexenio. Siendo una política con perfil tan bajo, no cuenta con el oficio en la materia y por eso no actuó como diputada, sino como una vil bravucona de salón de clases.

Pero entonces, esa bravucona del salón de clases se topa con trabajadores de los medios, que por las circunstancias han tenido que aprender a protegerse entre sí, a denunciar con la ley en la mano, a no permitir atropellos, a alzar la voz.

Así, lo único que Anabet Franco dejó ver en su altercado con la reportera fue su ignorancia, su falta de oficio político, y por eso actuó como cualquier morenista fanatizado: con los ataques por delante hacia quienes critican su desempeño en tanto que funcionaria.

Esto, déjeme decirle, además de la amenaza a una periodista, pone sobre la mesa la falta de capacidad de la diputada que, para acabarla de amolar, tiene a su cargo la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, con toda la responsabilidad que ello implica.

Así, con esas carencias, con esa inoperancia al mantener atorados en la Cámara temas tan importantes como la protección a periodistas y defensores de derechos humanos, o legislaciones en torno a la despenalización del aborto, por sólo poner dos ejemplos, ¿qué podemos esperar de esos 40 personajes que ganan un dineral por el cargo para el que fueron nombrados unos y electos otros pero que en los hechos no representan a nadie? ¿O usted sí se siente representado por los legisladores de su distrito, ya sea en lo local o en lo federal? Por eso no es raro que exista desconfianza en la clase política. Recordemos el Evangelio según San Mateo 7:20: “Por sus frutos los conoceréis”.

Siguiendo con el libro de Mateo, capítulo 7, versículos 22 y 23: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Me vino a la memoria por el caso de Darío Villeda.

Este hombre, de oficio comerciante, apoyó mucho a la actual alcaldesa de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México, la panista Lía Limón. Gracias a sus buenos oficios, Darío consiguió un empleo en la alcaldía. Todo parecía ir bien hasta que el comerciante comenzó a notar los abusos y corruptelas en el gobierno de la panista, así que, basado en la enaltecida imagen que de ella tenía, en el excelente concepto que de la alcaldesa se había formado, se armó de valor y, pensando que ella haría lo justo, denunció todo lo que había visto, todo lo que sabía.

Darío no supo en lo que se había metido, porque en cuanto denunció los hechos, no sólo fue despedido de la alcaldía, sino que además él y sus familiares comenzaron a recibir amenazas de muerte. Ahí no pararon las represalias porque, al verse despedido, quiso retomar su actividad comercial, pero entonces, por parte de la alcaldía, a él y a sus familiares les quitaron los permisos para vender en la vía pública, así que Darío se quedó desempleado, pero también sin oportunidad de desempeñar su oficio y con amenazas sobre su cabeza. Darío o soportó más, no soportó la presión, se sintió defraudado por una policía en quien él había confiado, en quien creía y que sólo le dio una patada en las sentaderas cuando quiso hacer lo justo. Llorando, grabó un video explicando su situación, lamentando cómo Lía Limón lo había tratado como a una basura cuando él la había apoyado a brazo partido para que llegara a la alcaldía (de eso hay muchas evidencias en sus redes sociales). Para no hacerle el cuento largo: Darío se suicidó el miércoles de esta semana.

Cuántos Daríos habrá por ahí, que creyeron en un proyecto político, que se sumaron a él y lucharon con ahínco para concretarlo por la vía electoral, pero que más allá de si les dieron o no aquel trabajo, de si el político que los encabezaba les dio algún apoyo, más bien los decepcionó moralmente. Cuántas Lía Limón hay en este país sentadas en un despacho, gozando una carrera política forjada a costa de la confianza defraudada de esos Daríos que son capaces hasta de romperse el hocico con el mismísimo Canelo Álvarez para defender la credibilidad de ese político al que apoyan.

Da miedo pensar cuántos mexicanos andan allá afuera completamente fanáticos de tal o cual proyecto político, de derecha o izquierda, y se resisten a ver que no es posible recoger uvas de los espinos, como tampoco es posible cortar higos de los abrojos, como dice Mateo.

En fin, yo no soy quien para decirle en quién creer o en quién no, no es mi trabajo ni tengo ganas de hacerlo, ese es un tema personal. Lo que sí puedo decirle es que la próxima vez que vayamos a las urnas, seamos bien conscientes de en quién vamos a depositar nuestra confianza por medio del voto, que no porque un personaje nos mueve creamos que todos sus correligionarios son iguales. Recordemos, oh, hermanos, que los partidos políticos son como las religiones: unos y otros están encaminados a buscar el bien común, a tener un mejor mundo, a ser mejores. No hay partido que en sus estatutos diga “queremos joder a toda la bola de pendejos”, no hay religión que plantee “jódete a los demás”. Lo malo, tanto en los partidos políticos como en algunas religiones, no está ni en quienes lo profesan ni en los postulados que enarbolan; lo negativo está muchas veces en quienes aparecen a la cabeza, en los líderes que se aprovechan de los Daríos para luego pisotearlos. Le deseo una Semana Santa de reflexión y recogimiento, con mucho pescado y buena capirotada. Es cuánto.