Refrexiones sobre democracia y candidatos

La historia política del país, ha sido la historia del poder personal autoritario, como elemento de una cultura política impuesta que merece cambiar.

Marx Aguirre Ochoa

En las últimas semanas, el proceso para la selección de candidatos a la Presidencia de la República por parte de Morena,  ha ocupado la atención de los mexicanos, aun cuando los elementos básicos para el análisis  y la reflexión sobre el tema, más allá de los  esquemas coyunturales partidistas, sean  sumamente complejo, incluyendo por ejemplo, la teoría y la historia de los candidatos en general y en  particular para la situación mexicana.

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En principio cabría preguntarse, ¿qué  es un candidato? En los términos más amplios, la respuesta podría depender de las funciones que se  espera cumpla satisfactoriamente el aspirante. Hay candidatos para todo, para cumplir funciones económicas, sindicales, educativas, en la ciencia y la tecnología, en diversidad  de asuntos sociales y destacadamente  en la política.

En la Antigua Grecia, el Candidato era el “Cándido”  vestido de blanco para simbolizar  su pureza social y política. Exhibido en la  plaza pública, cualquier ciudadano, enterado de algún defecto, error o debilidad, podía prenderle en su túnica el papel que contenía  la denuncia del porqué era un “impuro” que no merecía la condición de “candidato”.

Así era antes, en los orígenes olvidados. Hoy por el contrario, los defectos, las debilidades  humanas, las traiciones, procuran ocultarse, “que no se sepan”, porque el saber ocultar es una  “virtud” y el no saber ocultar un “defecto”. Los  tiempos cambian, aun cuando haya cambios que  representan un retroceso.

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Por eso, merece un reconocimiento el  hecho de que Morena, haya adoptado un procedimiento que transparenta las fortalezas y debilidades de quienes aspiran a la candidatura presidencial. Los ciudadanos deben saber quiénes   merecen competir para convertirse en lideres legales y sobre todo en lideres reales del pueblo de México.

La historia política del país, ha sido la historia del poder personal autoritario, como elemento de una cultura política impuesta que merece cambiar. El Gran Tepochca  prehispánico, el  virrey colonial omnipotente y los grandes dictadores independientes desde Santa Ana hasta Porfirio Díaz, para terminar con el “Presidencialismo Revolucionario” del siglo XX, cuyas herencias ideológicas  y prácticas siguen sin enterrarse  definitivamente.

Hoy, el país parece estar ante una  nueva oportunidad para reconstruirse en la  democracia y en la justicia. Sin embargo, sacudirse de las viejas prácticas políticas no es una tarea sencilla, como tampoco de plazos cortos. La política y la democracia  son variables dependientes de las realidades  culturales e históricas de cada país. No hay en modelo mundial de democracia aplicable  y viable para todas partes. Existen adaptaciones en la aplicación del principio de las  mayorías por sobre las minorías, pero no hay recomendaciones universales para la selección  de los candidatos.

La democracia y sus reglas son distintas entre los pueblos originarios, que la democracia y la política de los sectores sociales acaudalados, disponiendo de los medios de comunicación, de la propaganda y la publicidad, de la utilización de las reglas del mercado, del costo, beneficio,  en la toma de decisiones para nos y para todos. En el pasado reciente socialista, había la democracia socialista frente a la democracia capitalista, inclusive, la democracia de los dictadores y la democracia liberales, con partidos y organizaciones ciudadanas diversas.

En México se tuvo la llamada “democracia dirigida”, que era de simulación y  forma de ejercer la dictadura. En esa “democracia dirigida” el presidente en turno elegía a su sucesor y ponía  en movimiento los instrumentos creados para el  objetivo de garantizar el triunfo, Partido, organizaciones de todo tipo de trabajadores y empresarios previéndose  mujeres, jóvenes, estudiantes, etc. etc., para aplicar la fuerza en caso  necesario, la tumba o la cárcel. Igual ocurría con diputados, senadores, gobernantes y cuanto puesto fuera de utilidad para mantener en los hechos ese inmenso poder personalizado.

Llegaron después las ideas de la democracia y dejar  decidir al pueblo, surgieron partidos políticos y organizaciones, nuevas inquietudes y creencias, hasta cancelar la posibilidad de dictaduras abiertas, en la forma y el contenido. Parecería que a los ciudadanos al fin les era  entregada la facultad para decidir su historia. Hace falta, no obstante, construir una nueva  calidad ciudadana para una nueva calidad  democrática, por medio de una nueva conciencia política ciudadana y una organización con las  características de cohesión, disciplina y determinación para construir un futuro humano y libre.

En efecto, formar conciencia no es  equivalente a la información política. Hace falta  entender las causas y efectos, del porqué tendría  que ser así, del sentido de la vida que se identifica  con la más amplia comprensión de cuanto existe y de  nosotros mismos.

Esto es, hacer la democracia  ciertamente una forma de vivir para los mexicanos. La democracia, la justicia, la libertad, con la conciencia de nosotros mismos, son tareas pendientes para quienes están en la lucha por la candidatura a la  Presidencia de la República.