La Casa del Jabonero: Narcocultura cambiante

Así como el narcotráfico se adapta a las condiciones políticas, sociales y culturales para seguir redituando, la narcocultura también se adapta a las modas

Jorge A. Amaral

@Jorge_A_Amaral

Con la muerte de José Rodrigo Aréchiga Gamboa, El Chino Antrax, se pone fin a una parte de la historia del narco en México: la de la hegemonía del Cártel de Sinaloa que lo hacía ver como un cártel invencible.

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Hoy el panorama es muy distinto a cuando la organización de Sinaloa dominaba las actividades ilícitas en México, hoy no sólo hay más ramificaciones y escisiones haciéndoles frente en distintas partes del estado, sino que entre ellos mismos se han dividido por el control del cártel desde la caída del Chapo.

En su momento, así como Los Zetas eran el brazo armado del Cártel del Golfo, los Antrax fueron el temible grupo de sicarios del Mayo Zambada. Un grupo con todo el poder adquisitivo para reclutar gente, para tener poderoso armamento a su disposición y, además, gracias al cártel, un buen “portafolios de clientes”, es decir, una nómina de funcionarios bastante nutrida, lo que les garantizaba impunidad.

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Toda la parafernalia, además de los narcocorridos y los lujos que los sicarios de este grupo ostentaban en redes sociales, junto con las publicaciones de los hijos del Chapo, abonaron a que la narcocultura, que vio su origen en Culiacán, Sinaloa, se expandiera por todo el país y hasta más allá de la frontera, pues recordemos que en California y otros estados de la Unión Americana abundan los grupos y cantantes de narcocorridos que sin estar precisamente relacionados con el narcotráfico, cantan como si fueran sicarios, y otros artistas, que sí están implicados en temas de drogas, siguen inundando el mercado juvenil con su música.

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Esa influencia, que a la fecha gana más y más adeptos, permeó en la juventud y se impuso mediante códigos de conducta, modos de hablar, estilo de vestir y, claro, el tipo de música que se escucha; es más, marca un canon de lo que hay que comer y lo que hay que beber si se quiere realmente parecer alguien poderoso dentro de una estructura criminal.

Lamentablemente la narcocultura ha llegado también a jóvenes que no siquiera viven una vida criminal, sino hijos de comerciantes o de profesionistas han sido seducidos por la parafernalia narca, que habla de joyas, mansiones, carros de lujo, mujeres voluptuosas, caballos finos, ropa de marca y poder, ensalzando que el sicario o mafioso en cuestión es, además de un seductor con las mujeres y amigo de sus amigos, un despiadado enemigo con quien no hay que meterse.

Los narcotraficantes han hecho las carreras de varios artistas que les cantan en sus canciones y corridos, y en el Cártel de Sinaloa han abundado las estrellas de la música que hoy gozan de prósperas carreras a costa de los narcos, muchos de los cuales ya están muertos o encarcelados, y por ello es que basta meterse a YouTube y ver la enorme cantidad de corridos dedicados a los Antrax, que gracias a las redes sociales han tenido la simpatía de mucha gente aficionada a la parafernalia narca.

Lo mismo pasa si vamos del otro lado de México y ponemos en YouTube algún narco rap de los que mandan hacer los miembros del Cártel del Golfo o el Cártel del Noreste: cientos de comentarios alabándolos, hasta pidiéndoles una oportunidad para ingresar a sus filas.

Hoy los tiempos han cambiado, el Cártel de Sinaloa perdió a algunos de sus más fuertes líderes y de los Antrax ya sólo quedan los corridos, lo mismo que con Los Zetas, a quienes Beto Quintanilla hizo el primer corrido famoso: “Escolta suicida”, del que ya sólo quedan los registros en YouTube y en libros y artículos sobre narcotráfico.

Lamentablemente esto no para, y así como hace 10 años los jóvenes corearon corridos a los principales cárteles del momento, ahora los niños y jóvenes de hoy corean corridos inspirados en los narcojuniors actuales, esos que están en las grandes ciudades, con vidas de magnates, gozando los beneficios de que sus padres hayan bajado de la sierra a hacerse de un lugar en el cártel mediante las traiciones y el cuerno de chivo.

Hoy esos jóvenes corean lo que ha dado en llamarse corridos tumbados, corridos verdes, corridos callejeros y el regional urbano, y entre sus ídolos tienen a Natanael Cano, Herencia de Patrones, Alta Consigna o Arsenal Efectivo.

La diferencia es que ahora, con artistas más jóvenes y atuendos más urbanos, el público adolescente se siente más identificado con ellos, sumado a que, más que hablar de la vida de los grandes capos, reflejan una realidad más inmediata: sicarios, tiradores, halcones o cuando mucho narcojuniors y jóvenes adictos que cantan canciones más apegadas a sus realidades y edades. Como nota al margen: con canciones como “Ni mis padres saben qué rollo conmigo”, del Grupo Codiciado, ¿qué adolescente norteado no se identifica?:

“Ni mis padres saben qué rollo conmigo, / me cuido mucho, no tengo amigos... // No soy malo, tampoco conflictivo, / cuido lo mío, varios conmigo, / para acomodarlos, para cuidarnos, / somos un juego; la vida, un cuadro, / ese ajedrez aprendí a jugarlo... // cuando menos me di cuenta, / una 5-7 traía en el cinto, / y atrás un vergal de tipos / defendiendo mi ideal, / varios tiros nos pegamos, / hoy no se mira tan mal”.

Esa es la nueva moda, veremos cuánto les dura. Yo le doy dos años antes de que surja otra nueva ridiculez, porque si algo hemos podido ver es que, así como el narco es maleable y se adecua a las condiciones sociales, económicas y geográficas para sacarles provecho, la narcocultura, en tanto que extensión del narco, también está en constante cambio. Al tiempo

Yo sí quiero que seamos felices

El gobierno de México está harto de las mediciones frías que sólo calculan el Producto Interno Bruto e índices macroeconómicos que no se reflejan en el bolsillo y la mesa de los ciudadanos, por eso ha propuesto medir el bienestar de los mexicanos y, por qué no, la felicidad.

Este tipo de medición se ha convertido en una moda entre algunos políticos y empresarios, y más allá de la subjetividad que pueda parecer, los avances recientes en su medición podrían ser de gran utilidad si se hacen en serio.

La felicidad comenzó a medirse de forma sistemática en 1972, en Bután, donde se inventó el Índice Nacional de Felicidad. Hoy este índice es el centro de la política nacional, tanto que otros países, como Francia, han pretendido seguir sus pasos.

El Premio Nobel de Economía, Amartya Sen (1998), se destacó por crear nuevas métricas de bienestar sobre las que se construyó el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Más recientemente, muchos académicos y universidades como la de Illinois, Oregón y Victoria, en Canadá, entre otras, se han centrado en entender y medir la felicidad bajo principios más amplios como los que utilizó Bután.

Así, este pequeño reino, que es la democracia más moderna del mundo, pone a disposición de quien quiera la medición más completa de felicidad actual. Esta métrica cuenta con nueve componentes:

Salud. Mide la atención médica y las barreras de ésta, así como la calidad de los servicios de salud. Destaca por indicadores sobre los conocimientos básicos de la población en salud.

Educación. Evalúa el aprovechamiento, calidad, escolaridad y nivel de educación, y destaca por indicadores de educación comunitaria.

Diversidad ambiental. Cuantifica el acceso a servicios ambientales, el conocimiento ambiental de la población y destaca por el indicador de árboles sembrados por persona.

Nivel de vida. Mide los consumos de los hogares y el número de casas propias, entre otros. Destaca por medir la imposibilidad de muchas familias para hacer remodelaciones por hogar.

Gobernanza. Evalúa la calidad de los servicios públicos, la confianza en las instituciones y los niveles de seguridad, entre otros.

Bienestar psicológico. Se estiman los niveles de estrés, prevalencia de emociones como celos, frustración, generosidad y tranquilidad, entre otros.

Uso del tiempo. Cuantifica el tiempo que los ciudadanos dedican a dormir, a la participación comunitaria, a la educación, al deporte, al cuidado de los demás y a meditar, entre otros.

Vitalidad comunitaria. Estima la confianza y apoyo social entre los miembros de una comunidad, así como los niveles de seguridad, entre otros.

Cultura. Evalúa el conocimiento de la cultura propia (deportes tradicionales, festividades comunitarias, labores artesanales), así como el respeto y conocimientos de otras culturas.

Si bien contar con este índice de felicidad no ayuda mucho para evitar crisis financieras, indicadores como el uso del tiempo, bienestar psicológico, cultura y vitalidad comunitaria sí contribuirían a atender la descomposición social que vive la sociedad mexicana.

Por ello, antes de decir tajantemente que no o burlarnos de lo dicho por el presidente, valdría la pena ver cómo lo van a implementar, a final de cuentas, lo que todos deseamos en primera y última instancia es simplemente ser felices o contar con las herramientas que nos permitan ese sentimiento y ese estado, ¿no lo cree? Es cuánto.

Postdata en un silencio incómodo

El gobernador, tan retador, bravío y valiente que es cuando da declaraciones sobre la delincuencia, no ha dicho nada sobre el Cártel de Zicuirán, el presidente López Obrador ha omitido el tema y mientras, seguimos viendo cómo Michoacán es el cuarto lugar en homicidios a nivel nacional al primer cuatrimestre del año.

Postdata segunda: no exagero

No exagero sobre la narcocultura ni es que odie los narcocorridos, ¿ya se fijó que al narcocantante y apologista del feminicidio Gerardo Ortiz, el FBI ya lo tiene entre ceja y ceja?